La calle de mis amores

A media tarde del pasado viernes regresé a la calle que habitara hace años: seis, siete cuadras de casonas porfirianas con recios portones que recordaba siempre cerrados, pero lo que ahora me vine a encontrar setos parduzcos, banquetas destartaladas, cacarizos muros con tatuajes de grafitos, tandadas de perracos, cinco deyecciones por cada animal. Frente a mí, brazos abiertos, la sombra apenas de aquel José de los años viejos. En silencio nos abrazamos. Alguno suspiró. En el viento otoñal, tufarada de mal aliento, me cachetearon tres voces tipludas, amelcochadas: Eres la gema que Dios convirtiera en mujer. «Raro lugar donde me citaste, ¿es una cafetería?»

En el zaguán de la casa habitación una mesa con su mantel, cuatro sillas, una cafetera doméstica cucharas, azúcar, y una mesera que resultó ser… «Oye, ¿no es ella doña Nilda, de la aristocrática familia Montalbán

Ella sí, que a pasitos contados llegó, llenó las tazas, y a pasitos contados se alejó por el corredor. «Aristócratas víctimas de la crisis. Ahora verás lo que queda de la calleja». Y allá vamos, rumbo a su casa «Ando en agencias de poner mi propio changarro. Quiero pedirte una orientación».

Dejé unas monedas sobre el mantel y allá vamos rumbo a la casa del amigo, al final de la calle, y según caminábamos: Dios, que en la zona de casonas porfirianas, afrancesadas, cortadas a la medida de las añejas familias cortadas a la medida de la aristocracia de principios del XX, contemplé el espejo de mi México actual. Vejez, incuria, abandono. Y al avanzar:

– ¿No es esta la residencia de los Aréchiga, caballeros de Colón?

El ánimo contristado leí en la ventana, detrás de unas rejas de mucho primor, el letrerito pudoroso: «Clases de piano. Ropajes de niños dios. Se preparan niños para la primera comunión». A poco andar, en otra casona un nuevo letrero «Se renta pieza a dama de buenas costumbres», y allá, enfrente:

¿Qué utilidades puede reportar a los Gálvez de Céspedes la venta de cochera? Observé la ringlera de «jeans» y chamarras de medio uso, tenis todavía de buen ver, camisetas. Para atraer clientela un radiecito con música a medio volumen. Boleros. Y a esperar marchantes.

– No, y los apretados Orendáin, ¿ves? Ellos, que habilitaron uno de los cuartos que dan a la calle, y en la ventana han colocado ringleras de yerbas de olor; sin letrero ninguno, que el pudor mantiene la vendimia en una discreta exhibición. ¿Te acuerdas de la señorita Gracia, la solterona que fue sobrina de diversos curas? La vas a ver.

La vi. Una puerta que nunca se había abierto, cierta mañana se entreabrió, y ahora así vive, entreabierta -entrecerrada más bien-, y la Gracia solterona tras una mesita con mantelito de mucho primor, y encima envoltorios diversos con su leyenda moles, pipián, estofado, tamarindo, jamaica, guajillo y cuaresmeño. Y camarones secos y hojas de infusión Como a lo furtivo en una silla de bejuco, la solterona

José me hizo señas para cambiar de banqueta «La narcotiendita de la Nena Durán. Pocas ganancias, que todas se la llevan los de la patrulla». Y después de un nuevo negocio familiar (antojitos mexicanos, comidas corridas): «Aquí es. En el cuarto piso».

¿Un departamento? Un huevito de departamento. «¿Y tu casona porfiriana?» «Vino el remolino y me la arrebató. Cartera vencida».

Atardecía Desde un cuarto piso contemplé la ciudad; sentí su pulso, su arritmia su taquicardia Marchas, asaltos, plantones, levantones, atorones, el aullar de unas ambulancias como mujeres en parto. Nuestra calle..

– Un catálogo de la política neoliberal, ese Frankenstein que ahora ataca a su creador. Hoy que la pobreza se llevó a mi Paula y los hijos a vivir con sus papas a la provincia yo necesitó sobrevivir, y qué mejor que atender el consejo de Ernesto, el Cordero del Desarrollo Social: «No se necesita ser rico para invertir. Familias de zonas muy marginadas, muy olvidadas, tienen una vocación empresarial- engordar gallinas o puercos es una opción para que las familias en condiciones de pobreza hagan frente a la crisis económica Ahí está la oportunidad». Tú que sabes de asuntos políticos, ¿conoces, tal vez, al Cordero ese? ¿Podrías decirle que venga y me traiga unos puercos de engorda? Cuinos, talachones, capados o enteros. Quiero demostrarle a los pobres de mi país que en un departamentito se puede engordarlos, y así no hacer quedar como estúpido al Cordero ese que engordan en la SEDESOL…

Afuera aulló una ambulancia ¿O fue patrulla de afis, pfps? ¿Fueron los pelotones del general Galván? Fue México. (El de la SEDESOL.)

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