Calcúlenlo ustedes. Ubíquenlo. Yo sólo cuento con estos detalles:
Anochece en el bosque ¡Y de repente ahí, en el claro de la arboleda, carne para las fieras! Ahí, mírenla: despernancada sobre un yerbazal fragante de anís y tomillo, esa gacela desgarrada a zarpazos, carnes frescas para el león. Encuevadas en sus guaridas, esas dos fieras mutuamente se clavan unos ojillos donde rebrillan el hambre y la rabia, y de covacha a covacha se rugen y enseñan los premolares, dispuestos a disputarse la presa con uñas, babas y dientes. De este lado un tigre de Bengala; de este otro una pantera negra de renegrido corazón y sanguinarios impulsos, que olisquean la carne desgarrada sobre un yerbazal fragante de anís y tomillo. Tigre y pantera ya están a punto de abalanzarse sobre la gacela que yace sobre su lecho de yerbas de olor. Al todo o nada Todo para el vencedor.
Y ándenle, que a modo de calentamiento se inicia el duelo verbal:
– ¡Eja carne ej toda mía, y si quierej agandallártela, primero tendráj qué pasar sobre mi pelleja! ¡Garrr!
– ¡Por zobre la tuya y la de tus infectoz compinches! ¡Eza gazela ez toda mía, y de ella no eztoy dizpuesta a darle ni siquiera el mondongo a un méndigo gato pulgozo como tú, Peje de miércoles! ¡Roarrr!
– ¡Pulgoja tu ejtampa, pioja rejujitada, arribijta! ¿Puej qué eraj en Jelaya, jino una empleada en un changarrillo veterinario? ¿Qué diabloj eraj antes del chiripajo que te encumbró a lo inmerejido? ¡Yo nunca jederé mi gajela a una logrera, valida de la ocajión! ¿Quién erej tú, qué méritosj haj hecho para pretender merendarte el aguayón? ¿Cuál ej tu currículo? ¡No se te vaya a indigejtar tanta carne! ¡Sácate a la mierrr..!
– ¡Ezo erez, y no otra coza, corrupto mierdozo! ¡Mírate la cuera, infeliz! ¡Cada mancha ahumada con un bejaranazo, poca vergüenza la tuya! ¡Y ezto vamos arreglándolo como lo que zomos, carbón! ¡A tarazcadas!
– ¡Tan valentonaj ni me gujtan! ¿Puej a qué te atienej, panterita guanajua? ¿De dónde jaca lo lebrona una pobre infelij? ¿Qué rey te ampara?
Ahí, atejonados al cobijo de troncos y chaparrales, los habitantes del bosque, taquicardia y ojillos amedrentados, observan las desatadas furias del par de fieras que de un momento a otro se van a dar en toda la suya Oiganlas:
-.¡Zierra eze pútrido hozico (no uzté, valedor, sino el gato pulgozo) y que hablen colmilloz y premolares! ¡Déjateme venir, minino tabazqueño!
– ¡Minina fuijte, erej y seguiráj siéndolo! ¡Y apáraloj, que ai te van!
Y ándenle, que, desatadas furias, el tigre recula dos pasos, tres, toma impulso y, de repente..¡aquel salto del tigre sobre los lomos de la de renegrido pelaje! Ahí el estruendo, el estrépito, el chillar de los habitantes del bosque mientras fauces con fauces, garras con garras, acezantes resuellos, tigre y pantera, pantera y tigre jadean, se busca la muerte Horror…
En el claro del bosque tres bultos yacen, despernancados: la gacela el tigre manchado, la renegrida pantera negra, que de esa caída no se ha vuelto a levantar. Estriadas las panzas, se empapan con lloraderos de un rojiespeso licor que gotea hasta el lecho de yerbas. Se han destruido mutuamente. Y ahí, a un par de metros, qué dulces se ofrecen las carnes de la gacela Aún atemorizada por la lucha que acaba de presenciar, la luna se había escondido tras el burladero de unas nubes negras que presagian tormenta Un airecito frío riza y eriza las puntas del zacatal. A lo lejos aullidos. A lo lejos…
Unos metros atrás de la gacela osos, lobos y jaguares, coyotes todos de la misma loma, miran y remiran las carnes fragantes, y se lamen los belfos, y ya quieren avanzar, y ya reculan, y ya babean, y ya se miran unos a otros como dándose valor, como advertencia para el osado que intente madrugar a los demás. Y de repente se desfondan los cielos, explotan las nubes, sobre el bosque se arroja un diluvio que fuerza a los animales del bosque a encuevarse en sus refugios. Oscuridad completa en el bosque..
Por fin. Qué alivio. La lluvia escampó. De entre las nubes sale la luna y de sus covachas los animales. Hambrientos. Pues sí, pero, ¿y la gacela? ¿Qué fue de la carne? ¿Por qué el puro calcañar? ¿Y ese carroñero de dónde salió? ¡Hiena, jija de..! Ella sí, que al pegar la última tarascada enfila rumbo a los pinos. ¿Que qué?, aulla el tigre apenas vuelto en sí. «¡Eja gajela era mía!», y que intenta el ataque a la hiena, pero hiena cuál, que se atejonó en los pinos, de donde llega su carcajada «Haiga sido como haiga sido…» Mis valedores: yo no lo siento por el que perdió, sino por el que salió ganando. (Lástima)