Malditos

Que Suiza inicia el regreso a México de los 72 millones de dólares que incautó hace tiempo a Raúl Salinas. Este honrado mexicano, mis valedores, ¿cómo lograría acumular 72 millones? Y a propósito de los Salinas: tal es el destino trágico de los mediocres; caprichos y veleidades de una burriciega fortuna los trepan hasta los dineros y el poder para que ellos, huérfanos de valores y moral personal, se atraganten de poder temporal y dineros mal habidos en una carrera sin frenos, desaforada, marcada por el saqueo, el entreguismo, la traición, la sangre, la huida, el destierro, la cárcel, el desprestigio total. Arrasar y acumular a lo compulsivo, a lo rapaz y voraz, y en el camino matar y ser muerto de forma sádica. Miren a los Salinas

En ellos se advierte, mis valedores, la diferencia entre ser y tener, entre el que se mueve al imperativo de los valores y la moral personal, y ese que por falta de espíritu carece de un peso específico sobre su mundo, y entonces, buscando valer, se dedica a tener. Porque una de las necesidades fundamentales del humano es la trascendencia, y es así como los Salinas, los Fox, los Montiel y Sahagún y Bribiesca, habrán de trascender: a base del saqueo, la depredación, la sangre derramada, la abyecta impunidad. Miren ahí a la ralea de políticos de riqueza ilícita. Contemplen a las Gordillo) y los Madrazo enriqueciéndose a madrazos al erario público…

Trascender es un imperativo básico del humano, y se trasciende por una de estas dos vías: la humanista, por medio de la cual, en nuestro radio de acción y en beneficio de los demás, creamos una obra que recuerde nuestro paso por el mundo, y así no morir del todo, aspiración del humano. La otra forma de trascender es la del griego Eróstrato, pastor de ovejas que, incapaz de trascender por lo que construye, trasciende por su obra de destrucción: incendia el templo de Diana en Éfeso y con ello logró colarse al diccionario.

Así los Salinas, Carlos y el ex-presidiario, que desde adolescentes aseguraron su trascendencia al «fusilar» a Manuela, una niña del servicio doméstico, a la que asesinaron con sendas armas de fuego. Y de ahí en adelante: saqueo, traiciones, depredación, lujos, cárcel, muerte. Mírenlos…

Sergio, Raúl, Enrique, Adrianita; ellos, arrimados en un principio al viejo Raúl, su padre, funcionario público, y más tarde protegidos por ese Carlos que desde Los Pinos y con el modelo neoliberal nos vino a dar en toda la «mothernización»; ellos, repito, consiguieron acumular bienes económicos y males personales con una que imagino intolerable carga de infelicidad. Adrianita Enrique, Sergio, Raúl: todos ellos caídos en el desprestigio, y alguno caído en la cárcel y expulsado de ella, y uno más caído en la muerte violenta, y cremado antes de que se cumplieran los trámites que marca la ley para quienes así perdieron la vida. Así se procede en un estado de derecho como es el nuestro, según lo eructan Los Pinos a todas horas…

Hoy, que el regreso de los dineros acumulados por Raúl me traen a la mente esos destinos trágicos, abyección y esperpento, recuerdo esa galería de personajes paridos por la imaginación de los fabulistas. ¿Conocen ustedes la literatura del esperpento, donde se ubican personajes tragicómicos como los López (De Santa Anna y Portillo), los Díaz (Porfirio y Gustavo), y Echeverría, Salinas, Fox y este que medio México nombra «legítimo»?

En fin, que los mexicanos permitimos que Carlos Salinas, hermano de un Enrique hoy difunto y hasta ayer sospechoso de lavar dinero, nos gobernase el tanto de seis años. Con su proyecto transexenal nos sigue gobernando todavía. Con su influencia política gobierna a Manlio Fabio que gobierna al que el otro medio México moteja de «espurio». Y aquí lo demencial: siendo un caso para el terapeuta, como sus hechos lo demuestran, en sus años de gobierno Salinas, según muchos analistas, fue mucho peor que su precedente, López Portillo, pero menos malo que Zedillo, el sucesor, asesino de ferrocarriles nacionales que con el Fobaproa-IPAB nos enjaretó una deuda de 100 mil millones de nuestra moneda nacional, o sea el dólar, que se calcula pagaremos en alrededor de 50 años. Pues sí, pero este Zedillo, repiten los estudiosos, fue menos malo que su sucesor, ese vendepatrias al que tantos mexicanos ya empiezan a echar de menos. ¿Culpa de tan sórdida galería de esperpénticos? No, por supuesto. Culpa de todos nosotros, que lo permitimos; que no queremos darnos un gobierno aliado, al que obedecer como sus mandantes. Por hoy, «buen» futuro avizora el país, con los mexicanos como sus garantes, válgame. (En fin.)

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