Del esperpento

Aquí el final del recado que envié a López Portillo comparando su visita a España con la de Juan Carlos a México, el uno derrochador y austero el otro. Sr. JLP:

En su comitiva usted cargó con recomendados, legisladores, oficiales mayores y otros de tamaño regular, artistas del espectáculo que lo fueron a dar, periodistas, cómo iban a faltar, camarógrafos, jefes de relaciones públicas, públicas damas, traficantes de petróleo, narcotraficantes (civiles y militares) y locutores, modistas unisex, asesores de bienes raíces, intelectuales orgánicos y de los otros, estrellita en la frente y beca de Conacultas. Gastos pagados, hoteles de 5 estrellas, estrellas de 5 hoteles, y páguelo el fregadaje. A la vista de Juan Carlos y su reina, señor, yo me quedé aguardando el cierre de la plaza de armas -a punta de armas de granadero-. ¿Acaso no cerró usted la plaza de Madrid, de Caparroso, o alguna de esas? Qué decepción. Yo me quedé esperando la erección -¿la qué?- del tablao a medio zócalo, con el mantón de Manila embrocado en el central del palacio, y ese aire de copla desgarrada al viento nocharniego de México, como ocurrió con usted en las zarandeadas noches de Madrid, un clavel reventón y un donaire a La Macarena, con Sofía como equivalente de Carmen Romano, zarcillos de este pelo y grosor, como arañas irisadas de candelas en salón real, y unos broches como brochetas acá, mire, en medio de los dos pechos, y unos prendedores como asientos de botella, y acá postizas -pestañas-, y allá lunares, y acuyá…

¿Pero Sofía? Ella, nada; la pura elegancia, la para discreción y el decoro. Y qué hacer. Sr. Jota Ele Pe: nos transaron. ¿Pues qué se fizo el sarao, el colmao, el zapateao, el fandangueao por peteneras? ¿Y la reciprocidad? ¿Qué fue eso de llegar solos, y tan austeros, tan recatados, tan bien portados, tan bien nacidos, solos ellos dos, ella y él dignos de la digna España? ¿Y entonces los reyes de México? ¿Y entonces la diarrea de millones de millones por los siglos de los siglos de nuestra deuda externa? ¿Venir tan austera la pareja real es fomentar la hispanidad y las relaciones entre los dos pueblos, al modo como usted la anduvo a fomente y fomente con el viejerío de ventrudas que haga de cuenta estampa de Botero, cuando no de Goya? ¿Y la runfla de políticos y arrimadizos de toda pinta y color. Sr. JLP, ex de tantísimas cosas…

¿Qué fue del control remoto intercontinental que debió perpetrarse a la llegada de los reyes de España, para hacer una justa equivalencia con los reyes de México, los de 1977? ¿Qué de la cauda de juglaría que, con los políticos a modo de pavo-rreales en primer término de la foto y la transmisión vía satélite, de costra a costra y de frontera a frontera, cantases arpegios a la alianza inmortal de Santiago con Quetzalcóatl, el caballero de la triste figura cantando odas -no odas, endechas- a los ojos garzos de la dueña, Dña. Carmen de Romano (no lejos, sonriendo discreto, Uri Geler, quelitón…)

¿Y los brindis, señor, y los rondós, los besamanos y lo que usted solía besar después de los besamanos? ¿Y los doctorados honoris causa? ¿Y los pergaminos de hijos predilectos, hijos putativos? Con Juan Carlos nada, y eso no me parece equitativo. Porque, señor, ¿dónde quedó la inauguración de esta estatua ecuestre o la donación aquella -en rigurosos dólares, al más rabioso chas chas- para que se nos remodelase alguna plazuela (como usted con los baturros caparroseros, caparroseños o caparrónicos, como se diga), con cargo al erario español, como usted cargó todos los gastos a la deuda mexicana? ¿Qué fue de la visita al alma mater de donde Juan Carlos hubiese salido doctor honoris causa al estilo de vuestro Gral. Durazo, y pagúelo la deuda externa española, como el fregadaje de México tuvo que pagar que por allá lo hicieran a usted más o menos noble -de pergamino, que no de conducta? ¿Qué fue de la visita de Juan Carlos al cabildo mexicano, de donde el rey saliera con la llave de la ciudad en la diestra y en la zurda un pergamino, que así salió usted de Caparroso en calidad de hijo putativo de la noble y leal? A usted le dieron la llave de la ciudad, ¿pero sabía que enseguida cambiaron la chapa.?

Hoy, en Madrid, ¡el abrazo del rey! ¡El petróleo de México! ¡Los aplausos de Rodríguez y demás Zapateros! ¡La energía eléctrica! ¡El collar de Isabel como premio! ¡Y el pavorreal chaparrito viniéndose de placer, y cómo le quedó el ojo al ojete del Peje, y a Ebrard, y a los mexicanos! ¡Y a los que me pusieron el collar al pescuezo ahí les va México envuelto para regalo..!

Los españoles nos volvieron a transar. ¿O no, Sr. López Portillo, allá donde me lo tengan guardado a estas horas, y que sea per sécula seculoron, vocablos que a usted tanto le gustaban? (En fin.)

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