La perversa alianza Gordillo-Romero Deschamps significa la recomposición de la delincuencia sindical; intenta dar vida al sindicalismo corrupto, corporativo y antidemocrático para ponerlo a las órdenes de cualquier partido político y, como hoy ocurre con la alianza de la Gordillo) con Calderón, cobrar por esos favores…
Y que el trío de conjurados se completa con Juan S. Millán, ese al que a su hora Fidel Velázquez, por aquel entonces en todo su poder, salvó de la cárcel e impuso como gobernador. Muerto el dirigente obrero, Millán afirmaba que en vida lo nombró sucesor único. Su intento de dirigir los restos de lo que fuera la poderosa CTM de Fidel iba a fracasar, y ni Millán ni Romero Deschamps lograrían encabezar el organismo corporativo de control obrero. El sucesor fue Leonardo Rodríguez Alcaine, líder de electricistas. Ya en la oficina principal de Vallarta 8, la «Güera Rodríguez» se iba a estrenar con un par de sus frases célebres:
«Hay una diferencia entre yo y los obreros: que al miar yo sí sé hacer espuma». «Sí, yo soy rico y mis representados son pobres. ¿Y? ¿Ya porque ellos están jodidos debo estar jodido yo también?»
Mis valedores: yo, por aquel entonces, me divertía (me estremecía, quise decir) a la vista de un Fidel ya en olor de crematorio mientras que en plan de hiena o de zopilote un rapaz Rodríguez Alcaine le seguía los renqueos mordisqueándole los zancajos, con una jauría de predadores (Aldana, Millán, Gamboa) que rondaban tras de su presa; Eran los tiempos, qué tiempos aquellos, en que Fidel, ya cubierto de años, arrugas, achaques y reelecciones, se aferraba difícilmente a la dirigencia de la CTM. Fue por aquel entonces, recuerdo, cuando el lechero de Villa Nicolás Romero se falseó una pierna y yacía a medio desierto, si creemos la versión de la fabulilla, mientras que a su lado le gruñían y ladraban gozques, podencos y mastines de gran alzada; toda la jauría acosándolo, pelándole la dentadura
– Y me la van a seguir pelando, tartajeaba Fidel ya a punto de entregar sillón y existencia Lóbrego, siniestro, macabrón…
Mediodía en el corazón del Valle de la Muerte. Un crudelísimo sollama el arenal donde yace, herido de muerte Fidel, El Llanero Solitario.
– ¡Herido de muerte madres! -rezonga el tal entre dientes y sólo por darse valor-. Una leve bronquitis, una vieja rotura del peroné y esta molestia entre vejiga y próstata, que me dificulta hacer espuma Pero más allá, nada qué lamentar, si no es lamentársela a esos rapaces, coyotes todos de la misma loma cetemista Chuequeando, pero todavía marco el paso al movimiento obrero…
Sangre, sudor y lágrimas le embijan cuera y arrugas, empapándole las antiparras oscuras -el antifaz, más propiamente-. Allá, arriba a medio cielo, ese sol estallante sobre la poca humedad que rezuman los cactos. Es mediodía en el Valle de la Muerte…
– No, pero a mí el que me trae asoleado es este animalero de miércoles, si es que no haya perdido la noción del tiempo. ¡Saqúense a la berenjena, jijos de la Sahagún«. (Ájale, esa mentada sí que calienta..)
Sendas 38 special, cañón extra-largo, apuntan a la rueda de buitres que, disputándose el botín, planean sobre el de la bronquitis, y luego enfocan ese par de coyotes matreros, que a la vista de El Llanero Solitario se relamen unos belfos ávidos de hemoglobina cetemista El disparo del de los lentes oscuros (antifaz, qué necedad), retumba contra el lobo aquel de ojos inyectados y hocico merendador -senador, más propiamente-, que intenta darle el llegón por la retaguardia; maniobra difícil, porque el de la zanca rota mantiene las posas en el arenal y los lomos recargados en ese crestón de la roca viva El Valle de la Muerte…
– ¡Jijos de su repelona! Tahúres que esconden en la manga el as, ya andan encuerando las espadas por quedarse con los oros y gastárselos en copas, pero conmigo puros bastos, y de este tamaño, miren. ‘
¡Aguas, don Fidel! (Llanero Solitario, quise decir) ¡Acá, en dirección a la zanca sentida, el culebrón! Fauces abiertas, colmillos envenenados. ¡Pélela, don Llanero, su fusca! Y sí. Un nuevo disparo estremece el desierto, y el animalero recula «Si no me agacho me pasa lo que a La Quina con el orejotas, y enchiquerado me paso La Década Perdida». (Mañana, el final.)