Entonces fue. La puerta de su depto. se encontraba abierta, de modo que advertí el riesgo que corría aquel par de inocentes y corrí en su auxilio: «¡Niños, que es un peligro mortal!» Y fue así como salvé a La Beba y al Chupirul (6 y 8 años de su edad, hijos de la Lichona y el Cosilión), que estaban de las de acá, sentados con La Oreja a 10 pulgadas de sus nalguitas. Y la reacción: al retirarlos de la tele, el mordidón de La Beba y el rodillazo de El Chupirul: «¡No friegue, que nos perdemos al nuevo padrotón de la Niurka!»
– Y al que esta semana estrenó el Fabiruchis, o que se lo estrenó a él.
Me atraganté. Las consecuencias de La Oreja, sí. Supe que era deber moral extirpar al par de criaturas del televisor, ese peligro mortal de necesidad, una necesidad más imperiosa que la diarrea Pero la única fórmula exitosa para arrancar de su vicio al adicto es ofrecerle algo a cambio, y lo que yo a la mano traía era un librillo de tiras cómicas que dibuja y escribe Palomo. «Lean esto, les dije Es El Cuarto Reich. Les va a gustar».
Lo observaron, me observaron Yo, previendo el exabrupto: «Ahora se los explico. ¿Me permiten sentarme junto a ustedes?»
«¿Lo dejamos, tú? ¿No nos la irá a hacer de pedófilo estilo curita?»
De forma clara y sencilla comencé la explicación, y a propósito, mis valedores: ¿alguno de ustedes conoce El Cuarto Reich? Aleccionador, capta vidas y muertes que ocurren en cierto país de fábula que yo, a lo arbitrario, sitúo en algún rincón centroamericano en los tiempos en que se malvivía bajo la bota castrense de los Ríos Mont y compinches dictadorzuelos como ese que flagela a El Cuarto Reich, donde sus habitantes son muchos y muy pobres, si exceptuamos a los ricos que, siendo muy ricos, son muy poquitos. Ahí los pobres sobreviven apenas, a penas, una arrastrada existencia de penurias, achaques, opresión y represiones. Pero país de caricatura como es, también es de caricatura su dictadorcillo, uno chaparrito, trompudito, peloncito (compruébenlo en los dibujos), caricatura vil de los viles Videla, Stroessner y Pinochet Y el resultado: pobreza, indigencia y mazmorras que administran unos gorilones entrenados en Fort Knox y la Academia de las Amérícas, en EU, para torturar y matar. Porque el chaparrín, crudelísimo con los débiles, es debilísimo con los fuertes, ante los que vive culimpinado.
– Miren aquí su catadura repugnante, vean a los infelices aherrojados en cárceles clandestinas por el delito de protestar. Observen esa ciudad patrullada día y noche por la tanqueta, el rondín, el retén, el helicóptero. No, y los episodios, humor negro y renegrido horror, como este, miren, del facultativo al enfermo: «Sufre usted de avitaminosis, cambie de régimen». «¿Sí? Qué fácil. Mire». Y el anémico señala, más allá de la ventana, a granaderos y doberman que a media calle masacran a unos que intentan cambiar de régimen. Y los gorilones que interpelan al que acaban de torturar: «Tus documentos son falsos. No te pareces al de la foto». Y cómo, si el rostro de la víctima es una plasta de carne rota, sangrante, tumefacta. Horror.
Les mostré los dibujos, les leí los textos, les hice notar las penurias de un pobrerío que, víctima del Neoliberalismo que le impone Washington, sobrevive arrejolado en la favela, el muladar, la ciudad perdida. Carestía de la vida, sueldos de hambre, desempleo feroz, pobreza, miseria, desesperanza Al país sostenido a punta de indocumentados, venta de paraestatales y préstamos millonarios del agio internacional, lo gobierna un espurio al que impusieron gringos y capitales transnacionales, el alto clero católico, los «medios» y una clase empresarial ventajista y voraz. «Y la peor maldición para los ciudadanos: quienes gobiernan y tienen asolado el país son asaltantes, secuestradores y narcotraficantes, con un Estado impotente para defender a la población, desgracia que aprovecha Washington para imponerle un Plan Colombia Dos que le da la puntilla a la poca soberanía que restaba al país.
Entonces fue. Tras un rato de silencio, El Chupirul: «Habrá que hacer algo por esa gente». Sonreí ante la inocencia, el candor, la ignorancia de teoría política Yo, en plan de chunga- «Bueno, sí, ¿pero qué proponen ustedes?»
– Para librarlos del Neoliberalismo mandarles a uno chaparrito, pelón, orejón, vocecita de pito de calabaza, con todo y su bodrio, La década perdida.
Ájale. Se me torció la sonrisa ‘Para abatir a asaltantes, secuestradores y narcos, dijo La Beba, les mandamos a un genio auténtico de la estrategia contra el crimen. Uno chaparrito, jetoncito. Que por allá se queden con él».
– ¡Niños! Me espanté. «¿Ven? Todo por sentarse a ver tele». (Sh…)