Un cristianismo de salario mínimo

Vuestras leyes están en oposición a la naturaleza, y con ellas robáis a las masas el derecho a la vida, a la libertad y al bienestar…

-Louis Lingg, uno de los Mártires de Chicago-

El obrero, el pontífice y los empresarios. En vísperas de la visita final de Juan Pablo II a nuestro país, el obispo Onésimo Cepeda reveló a los reporteros:

– Lo acabo de ver en El Vaticano, y la verdad, pues lo vi muy malito, pero sacará fuerzas de flaqueza y vendrá a nuestro país a canonizar a Juan Diego. Creo que hay Papa para rato. Por lo menos para lo que nosotros necesitamos, que es un mes y medio…

Y una vez confirmada la visita del Pontífice de Roma, la Arquidiócesis de México, por medio de su vocero, lo dejó muy claro:

– Para los gastos que ocasione la visita de Juan Pablo II nos hemos apoyado en las escuelas y agrupaciones de los Legionarios de Cristo. Ya hemos invitado al padre Maciel. El Papa no nos cobrará por la celebración de la misa, ni los cardenales que lo acompañan. La misa de canonización de Juan Diego costará a la Iglesia lo que salga el recibo de la luz. Los camiones y todo eso corre a cargo de las empresas. Ellas patrocinan todo eso.

Lucas, evangelista: ¡Ay de vosotros, los fariseos, que pagáis el diezmo de la menta, de la ruda y de toda hortaliza, y dejáis a un lado la justicia y el amor a Dios! Esto es lo que habíais de practicar, aunque sin omitir aquello…

Y hablando de los tales, la noticia generada por la visita papal: «Se convocó a los empresarios a participar con donativos en la realización del viaje pontificio». Guillermo Ortiz, vocero del comité organizador de la citada visita papal:

– No sé por qué algunos miembros de la iniciativa privada no consideran costeable invertir en la gira del Pontífice. Hago un llamado a que los empresarios participen en este acontecimiento que es de la Iglesia mexicana, pero que tiene su repercusión para la vida de México y para la imagen de México ante todo el mundo.

Hoy, día primero de mayo, van aquí las declaraciones que en mayo de 1990, de hinojos ante Juan Pablo II, expresaron empresarios mexicanos. Un tal A. Fernández de Castro, hombre de empresa:

– Su Santidad: los empresarios deseamos el bienestar social de todos los que dependen de nosotros. Creo que tos empresarios somos un medio del que Dios se vale para la administración de la riqueza temporal…

Habló después un Eduardo García Suárez, presidente saliente de la Confederación de Cámaras de Comercio, CONCANACO:

– Yo soy partidario, Su Santidad, de un capitalismo popular que, como la imagen de María, se intuye y se preanuncia…

G. V Madero, empresario: «El Papa nos deja un paquetón. Claro, Su Santidad habla de lo que debería ser, no de lo que es en la realidad. Gracias a Dios, la visita papal redituó una ocupación hotelera del 100 por ciento…»

Patricio Martínez, dirigente de comerciantes:

– Su Santidad el Papa vino a reafirmar lo que nosotros ya sabíamos como doctrina social, tal como lo expresó el propio Juan Pablo II en torno al capitalismo, al lucro exacerbado, al amor del dinero y a la mala retribución al trabajo e injusta distribución de la riqueza. De alguna manera, nosotros ya la practicábamos, porque nosotros no defendemos el individualismo egoísta que algunos practican porque siempre hay abejas negras (sic). No, Su Santidad no dijo que el dinero sea malo, lo que pasa es que, por supuesto, no lo podemos amar al mismo nivel que todos los empresarios amamos a Dios…

Se trata, mis valedores, de la ralea de hombres de empresa que en nombre de la producción y productividad industrial y las utilidades monetarias un primero de mayo de 1886 llevaron al patíbulo a quienes ahora se conocen como Los mártires de Chicago, ellos que lo afirmaron por boca de uno de los asesinados del gran capital, Albert R. Parson:

«¡Sobre el veredicto de ustedes quedará el veredicto del pueblo, para demostrar las injusticias sociales de todos ustedes, que son los que nos llevan al cadalso. Pero quedará el veredicto popular para decir que la lucha social no ha terminado por tan poca cosa como es nuestra muerte..!»

Ellos, víctimas del explotador, viven -deberían vivir- en la memoria.

(Mártires.)

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