No tiene madre…

Lejos de significar una tosca operación de manipulación política e ideológica, el popu­lismo constituye una estrategia dotada de sentido para afrontar determinadas coyun­turas históricas…

Tal asegura, mis valedores, el estudio­so del tema Ernesto Laclau. Pues sí, pero en México, piedra de escándalo para con­sumo de ignaros, la furibunda descalifica­ción: Hitler, Mussolini, Pinochet, Huerta el Chacal, el populista López Obrador. De ese tamaño son miedo e inquina contra uno al que se aplican a descalificar a lo sañudo, desde «dictador tropical» hasta demagogo, pasando por la opinión del articulista: «El Peje no tiene madre». Tal es, para el Siste­ma, López Obrador. Otro es en la venera­ción de las masas sociales…

En el discurso oficial el gobierno le apuesta a la democracia; el tabasqueño só­lo a la retórica y al populismo, pero en mí sigue viva la pregunta: a fin de cuentas, ¿qué es la democracia? ¿En qué consis­te el populismo? A la tan mentada demo­cracia, que en la retórica oficial vino a su­plantar al vocablo «revolución», me referí ayer, y ahora completo con el populismo en los conceptos de mi Mayahuel, licen­ciada y maestra en Filosofía Política, buena discípula de Bobbio, Villoro y tantos más. Le pregunto:

– ¿Esa democracia de que tanto se ha­bla en el discurso oficial…?

– Nuestra democracia. ¿Podemos se­guir fiándonos de un sistema de gobierno donde las desigualdades sociales son ca­da vez más agudas; donde la libertad sólo es liberad de decisión, mas no de realiza­ción de lo que se decide? ¿Qué sentido tie­ne esa «libertad», cuando no se tienen po­sibilidades tácticas de ejercerla?

– Por cuanto al populismo, tan satani­zado y tan vivo y actual…

– El populismo no es intrínsecamen­te negativo. La retórica de su discurso po­ne énfasis en un conjunto de demandas sociales que no satisface, y que ni siquiera escucha un sistema de poder insensible a las demandas de las masas sociales. El po­pulismo no es una ideología, precisamen­te, sino una estrategia política que puede presentarse en toda clase de ideologías: li­beralismo, socialismo, «democracia». Aquí mismo, en nuestros pueblos al sur del Bra­vo, cuántos movimientos populistas no fueron la respuesta lógica a sistemas elec­torales controlados por dictadores y oli­garquías. Fue así como han surgido los lí­deres de gran arrastre popular, de Perón a Hugo Chávez, y entre nosotros López Obra­dor, todos con sus características especia­les, con sus formas de ser. Son esos los que conmueven multitudes…

Pues sí, pero populismo, según sus analistas, no cabe en una sola definición. El populismo es el llamado de un líder a un pueblo contra los políticos y los inte­lectuales que lo traicionan. «Llamado al pueblo profundo contra los malos repre­sentantes: evocación de aquello que defi­ne y que une contra lo que divide y el olvido de lo esencial». El populismo, según afirma A. Dorna, es mencionado por todos en todas partes, sin que de forma categó­rica logren ponerse de acuerdo a la hora de definir ese fenómeno que bajo diversas formas se presenta en países de aquí y de allá, como Italia con Berlusconi, la Vene­zuela de Hugo Chávez, el México que en el 2 mil entronizó a Fox…

Así pues, mis valedores: ¿a qué se de­be el regreso de un populismo que la de­mocracia burguesa-liberal decía haber desterrado? A que los populistas carismá­ticos, leo en el análisis respectivo, repre­sentan la respuesta política a una situa­ción de crisis institucional originada en el descrédito del aparato de gobierno y las instituciones del Estado, los partidos poli-ticos y los procesos electorales, los pode­res de la Unión, el modelo económico, en fin. «El populismo (A. Pessin) es un he­cho colectivo, un saber social que no pue­de entenderse sin la dialéctica de lo cons­ciente y del inconsciente colectivo (…) «To­da manipulación del aparato simbólico global es de hecho decisiva en la renova­ción o la transformación de las relaciones sociales, lugar estratégico y táctico entre grupos rivales…»

Conclusión: lejos de ser un rasgo de inmadurez propio de sociedades atrasadas, el populismo es una dimensión constan­te de la acción política. En mayor o menor grado, el populismo está presente en todo discurso político. En el de Calderón, por ejemplo, cuando intenta justificar la «re­forma energética» con la promesa de aca­bar con la pobreza en el país. (¡!) Pues sí, pero mientras tanto, que siga la masacre contra el violento que «no tiene madre». Es México. (Qué país.)

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