Temblorina, diarreítas…

«Tiene que presentarse en persona Firma y sello». Me la persigné antes de entrar a la jaula de la fiera, y aquella corazonada Hoy que he vuelto a la vida, el mensaje a mi victimaría Señora Cholita, ventanilla de «Rezagos», Sección «Archivos». División «Acuerdos Generales». Burocracia Nacional:

Por la presente, en original y seis copias, me permito comunicarle que yo ya la perdoné, y la perdoné de corazón, por más que corazón lastimado. Espero, asimismo, que la perdonen sus demás víctimas, esas infelices que a estas horas hacen cola frente a la «Ventanilla de Acuerdos«, el azoro en los ojos y una remota esperanza allá, en el fondo del corazón Porque desde que Dios amanece día con día pierde el país miles y miles de horas-hombres, arrimados a la ventanilla de «Reembolsos Acumulativos», rubro que disimula lo que es en realidad: una trampa feroz por aquello de un cobro de más o un pago de menos, o porque al original con seis copias certificadas le faltó el sello del licenciado, y «fíjese que el lic. está orita en acuerdo y no lo puedo ora sí que distraer». ¿Acuerdo? ¡Con la seño Yenifercita sobre el escritorio, con las dos abiertas, las actas de «Rezagos» y «Devoluciones..!»

Cuenta usted con mi perdón, seño Paquita. Por cuanto a mi vesiculita, ya muy mejorada, que se me frunce sólo cuando alguien, a lo inconsciente, mienta frente a mí la palabra «burocracia» en cualquiera de sus expedientes: jubilación, credencialización, rezagos. ¿Ve? Ya me empezó a punzar. Seño Chelita Yo soy aquel que, como el resto de la fila frente a «Recepción de documentos» (¿o fue Resello y Acreditación?»), fui víctima inerme de su altanería, nula educación e imposibilidad de razonar con los sesos, que usted, para el razonamiento, utiliza los «esos». ¿Los traía inflamados, tal vez? ¿Algún preocupante quistecillo? Yo, Lolita, una vez que me vejó a sus anchas -anchas, sí, pero muy planas-, tomé mi original y seis copias y, disimulando el temblor de unas manos inundadas de sudor, salí de «Saldos Insolutos» y me vine a refugiar en mi depto. Dos pocilios de infusión (tila, cuasia, borraja, cuachalalá y gordolobo), y después lloré mi ratita, y llorando me quedé dormido. Hoy, digerido el derrame de bilis, yo le otorgo mi perdón, Goyita.

Yo la perdono, porque aún con la bilis desparramada me he puesto a reflexionar: a), que quizá antes de llegar a su escondrijo de la «ventanilla Única de Fiscalización» se pasó usted hora y media tronándoselas de nervios por ese pesero que la llevase hasta la estación ‘Indios Verdes» del metro, y del pesero ni sus luces, cuando usted tenía que checar tarjeta, y ya lleva cuatro retardos en lo que va de este mes. b). Que usted, mamacita soltera, a la hora de vejarnos estaba pensando en el condenado oficial mayor de «Envíos y Reembolsos» que salió por piernas la noche aquella en que usted le dijo: «Chucho, ¿qué crees? Ya encargamos», para que el muy ruincejo le respondiera «¿Encargamos?», c).- Que quizá esta mañana fue usted al tianguis sólo para examinar las nuevas etiquetas pegadas en el retazo con hueso y los kilos de frijol, y con lo tragón que le salió el Chucho chico, d).- Que antes de vejarme usted había sido vejada por el lic. de «Acuerdos», con el que no ha habido acuerdos, y el muy tropical anda con la sana intención de lloverle sobre mojado, cuando ya tan mojado se lo dejó el Chucho aquel. «Ándale, Rosy, que el que no asegunda no es labrador», e).- Que la Petrita (Léididí, en la oficina) la acaba de jalonear en el baño, acusándola de «¡Ratera, las cuentas no checan ni en la tanda ni en la colecta pal cumpleaños del lic!» f).-Que la renta, quizá, la mamacita achacosa, la regla, que se le desarregló y se le fue sin despedirse. O esa bolita en el izquierdo que se tentaleaba usted a través de la tela Yo la entiendo y la perdono, Carmelita. Es más, por si de algo le sirve: ¿qué día de estos dispone que me pare enfrente de su ventanilla de «Pasivos sin Homologar» para que me repita la dosis, y así se desquite conmigo?

Ah, si de todo trato humano, tan inhumano, apartasen a señitos como usted, seño Lichita, y a todos los Chuchos y lics, que, agazapados en su madriguera de la «Burocracia Nacional», acechan a sus víctimas para luego, a lo sádico, masacrarlas. Como a mí, como a miles, millones. México.

Que usted los siga maltratando bien, seño Conchita. Yo, cuando salí de sus garras, ¿qué cree? Mi volks, que por estacionarlo frente a la burocracia nacional, la de marras a la de malas se lo cargó al corralón. Ya le contaré el rescate de la cucaracheta de entre las fauces de la burocracia Dios, te lo imploro: que mi hígado, mi vesícula, mis intercostales… (Amen.)

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