Conque el clero, hoy como siempre, defensor de las causas más reaccionarias y perjudiciales para las masas sociales. Conque ahora también contubernio con el narcotráfico. Conque 90 millones del erario público para erigirles su basílica a los cristeros. Conque en el México laico, ese estado de derecho, vuelve a estallar el pregón sinarquista:
¡Viva también la Reacción! ¡La Reacción es la única parte del sector mexicano que tiene derecho a la vida! ¡Más nos vale un solo Juan Diego que todos los Juárez de la Historia…!
Uno podría suponer que en el México actual la revuelta cristera cuyo fanatismo enfrentó la Constitución de 1917 y produjo un almácigo de 70 mil cadáveres quedó muerta y sepultada, pero no, que se resiste a morir y alienta en sus siniestros rescoldos. ¡Viva Cristo Rey!», es el grito con que miles y miles apoyan al cardenal Sandoval Iñiguez. Entre porras, aplausos y lágrimas en apoyo, miles de tapatíos católicos acompañaron al prelado en su recorrido rumbo a la catedral: «¡Por Dios hasta el martirio! ¡Por la patria hasta el heroísmo! ¡Y por nuestro señor cardenal hasta el sacrificio! ¡Porque ningún jalisciense tiene la fuerza del cardenal Sandoval Iñiguez!» Escalofriante.
Escalofriante, sí, como cristero pregón que, a la par con los tapatíos, lanzaron los ultraderechistas de la ciudad capital: «Al grito de ¡Viva Cristo Rey! invitarán a la mega marcha a jóvenes de escuelas, universidades católicas y de las 8 vicarías de la Arquidiócesis de México para apoyar a un Príncipe de la Iglesia». Y mientras que en Jalisco 1,200 clérigos «dan el espaldarazo» a Sandoval, acá en esta ciudad lo afirma Norberto Rivera, Príncipe de la Iglesia: «¡Al cardenal Juan Sandoval ninguna colusión con el narcotráfico le encontrará la PGR, porque los obispos y yo lo apoyamos totalmente…!»
(Y este escalofrió.) Mis valedores: tengo en mi mesa libros diversos sobre el Estado, La Iglesia católica y el movimiento cristera de 1926-29, y concretamente en relación al impulso que a los movimientos medievales de la cristera y el sinarquismo dio Juan Pablo II cuando en mayo del 2000 beatificó a 24 de ellos. «Con esto, el Papa dice al mundo que el movimiento cristero fue legitimo y sigue vigente». Y ahora, para edificarle su basílica a esos cristeros, el gobernador de Jalisco, del erario público, obsequia 90 millones al alto clero, protector de narcos. Laus Deo. Por cuanto a los sinarquistas…
Apenas el Papa proclamaba la beatificación de los 24 belicosos, ocurrió que en plena plaza de armas de la ciudad de Querétaro, en las cercanías del Teatro de la República (donde en 1917 se promulgó la actual Constitución, qué simbolismo), los recién resucitados a punta de beatos se dieron a festejar la acción del obispo de Roma, y lo festejaron muy a su modo: con el ondear de viejas banderas todavía pringadas de sangre añeja, polvo de aquellos cristeros lodos, y el grito fanático de cristeros y sinarquistas:
– ¡Viva Cristo Rey! ¡A implantar un orden social-cristiano! ¡Vamos a imponer la contra-revolución! ¡Viva la Virgen de Guadalupe…!
Como en las épocas negras, rojas de sangre recién derramada Mis valedores: muerto y sepultado suponía yo al sinarquismo, que a leguas olía a cadáver, pero cadáveres vemos. De repente, en Querétaro, y al son de los cristeros mañosamente beatificados, ese Lázaro se levanta y echa a andar, y clama guiñando un ojo al de Roma para que más levantiscos les trepen al altar:
«¡El sinarquismo es el instrumento de lucha de las nuevas generaciones! ¡El Sinarquismo destruirá la Revolución y restaurará el orden cristiano! ¡Porque hay dos ideas contrapunteadas: ser patriota y ser revolucionario…!»
Lo dicho, mis valedores: El Vaticano y su mazorca de beatos resucitan a ese sinarquista que a su hora clamó: «¡Hitler, un genio militar y azote de Dios! Cuando cumpla su misión de destruir Rusia, Dios lo romperá en dos trozos. Pero Franco es otra cosa. La salvación de México está en reafirmar su espíritu católico, su tradición católica y como ésta la recibimos de España, nuestras ligas con España son las ligas con Franco, que restauró la hispanidad».
¡Y esos dan trazas de resucitar! Por cuanto al prejuicio, mis valedores: antes prefiere enterrar a sus hijos que a sus ideas. Y las palabras de una María Cruz Arciga, al entregar su hijo a la lucha por Cristo Rey:
«Prefiero llorarlo muerto antes que verlo convertido en un convenenciero y traidor. Yo me siento loca de cariño hacia ustedes. No tengo más que mis hijos, y con gusto los lego a la patria.» (Dios…)