Pueblerina

Desperté en mi tierra Sobresaltado. En la boca un amargo sabor. Allá afuera, aquel escándalo…

Muchos ayeres hacía que no visitaba mi pueblo, aquel Jalpa Mineral que desde acá y a la distancia del tiempo y la geografía, entremiraba en mis sueños y mis nostalgias, y ansiaba hundirme en el goce del retorno después de media vida de ausencia, y recorrerla en cada flor, cada cerro, cada peñasco, e irlos nombrando por su nombre antañón, con los que hablaba con ellos en mi niñez. Y sí: huyendo de la estridencia verbal del ejercicio politiquero acabo de reconocer mi tierra, hontanar y manojo de mis floridas raíces, pero no estoy seguro de que mi tierra a mí me haya reconocido. La recorrí buscando alojamiento ya en este hotel, ya en esa casa de huéspedes, y todas atascadas de indocumentados que regresan a las fiestas de diciembre. «Y esos pagan en dólares». Cuando les mendigaba un mal catre donde pasar la noche: «Aquí no es mesón, siga adelante». Y que no vaya a ser algún tunante.

Por fin. En el mesón de doña Pía Rojas hallé un camastro desocupado y allí, al filo de la media noche se derrumbó mi cansancio, en el que cierto mal sueño se derrumbó. Y aquel malestar. De repente, todavía oscura la mañana, dolor de cabeza, mal sabor de boca, mal olor, pestilencia Me alcé del camastro, salí al corredor y desde el piso alto contemplé el corral. Y que me cachetea la tufarada de su vida animal y la carne podrida Haya cosa..

Nada de esto me imaginaba cuando un día antes me hice al camino, esa carretera sinuosa que el vehículo recorría trastumbando roquedales. De repente, ya casi al llegar, mi sobrino Lalo, que manejaba la camioneta:

– Oiga, apa, ¿y si por las dudas mejor le rodeamos por La Villita?

Que ahí al viajero lo reciben a tiros, y señalaba la finca a la que nos acercábamos, estallantes al sol sus chillantes colores. «La casa de tus parientes, los mentados Jiricuas«, Vasto adefesio, pura ostentación y un gesto pésimo su arquitectura. ¿Esta, la finca de mis tíos José Encarnación y Tencha grande? Sí, los papas de mi primo el Jerásimo, licenciado del Revolucionario Ins., y de mi prima Tencha chica, que ficha en El burro de oro bajo nombre artístico de La Princesa Tamal. ¿Este, que era terregal de tierra abrojuda, puro huiscolote y víboras de cascabel? ¿Terrateniente mi tío, vil achichincle del presidente en turno, al que zanqueaba por media calle cargándole el cartón de cervezas, con mi tía Tencha conchabándole muchachonas? «Hoy son los meros mandones políticos. ¿No acaban de imponer en la presidencia a su mozo de estribo, uno chaparrito, jetoncito, peloncito, del PAN..?»

Y todo porque mi tío controla la droga de la región, y porque la finca es el mejor burdel del rumbo, regenteado por mi tía Tencha. «Allí, entre copa y copa, servidas por las mejores putonas de la región, narcos, sardos y policías arreglan el tráfico de la droga». Sentí el calambre en el bajo vientre. «Cero política, dije A la grilla politiquera de la capital vengo huyéndole». De ahí en adelante nada de política, garantizó Raudel. Y allá vamos.

Ya parpadeaba la tarde En un giro de la carretera me di el encontronazo con el Jalpa Mineral de mi niñez. Miré su paisaje roqueño, aspiré sus aromas de miel en penca y caña de azúcar recién tatemada, percibí el humano rumor de sus lugareños y a lo anticipado saboreé en mi lengua el picor de sus guisos. «Diérame remontar el río», dice el poeta zacatecano; ser niño otra vez y andar el camino que va del templo a la escuela Remontar el tiempo. Mis valedores:

Ahí estaba en el amanecer del domingo, contemplando el escándalo del corral. Los arrieros habían bajado de las rancherías con su recua de burros y muías cargados, que reclamaban su ración de pastura mientras la jauría de perros bravos enseñaba los dientes, y qué orgasmos de ladridos, de mordiscos y de cascos y pezuñas que alzan oleadas de polvo y tornan cacariza la costa de tierra Insoportable, el hedor. Raudel, llegado en ese momento: «Métete para adentro, retírate del jedor. ¿Ves la borrega despanzurrada?»

Cuestión de aguas corrompidas. «Gracias a perros y cuervos, al rato ni rastro de la carroña Vamos a la fonda a almorzar. ¿Qué te parece?»

Asqueado a la tufarada seguí observando la carne podrida y a la perrada disputándose estas tripas o aquel calcañar. En el filo de los muros cuervos, auras y zopilotes vestidos de negra sotana y capa pluvial se atrevían, saltitos cortos, a la rebatinga de la carne podrida Y esa feria de patadas entre mula y mula y esa escoleta de rebuznos en contrapunto con ladridos, relinchos y el craac, crrrac, de los zopilotes. Metáfora viva de la política Yo, aquella náusea

– A almorzar, primo. ¿Te apetece la carne en mole negro?

¿Carne, mole negro? El vómito. Hui de mi tierra Sin almorzar. Y qué hacer, sino volver a este corral citadino donde mulas y perros y zopilotes, ladridos, patadas, mordiscos, se disputan el hueso y la carne podrida Mi país. (Ah, mi país…)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *