Y digo ahora, mis valedores: lo candido que era yo cuando apenas me iniciaba en el aprendizaje de la teoría política La de ocasiones que, sin atreverme a contradecirlo en voz alta, puse en esa clase de tela que es la de la duda las teorías de mi maestro en cuanto a la corrupción del Sistema de Poder. De la Superestructura, como la designa él, y que engloba las cúpulas castrense, clerical, de los partidos políticos y de esos organismos corporativos de control obrero que apodan «sindicatos», al igual que la industria del periodismo y los grandes capitales de aquí y el exterior, con los intelectuales orgánicos en calidad de parientes pobres, arrimados al Poder y mamando del FONCA y de CONACULTA, la Divina Providencia de tales menesterosos. Yo oía a mi maestro hablar de corrupción y entre mí lo juzgaba de exagerado. Lo que es la ignorancia Si seré cándido…
Lo ingenuo que era, lo tierno que estaba en aquel entonces. Porque recuerdo que hace algunos ayeres, en muchas de sus lecciones de teoría política rni maestro afirmaba que el sistema de gobierno de nuestro país funciona a base de un lubricante que hace trabajar de manera suave y sin peligrosas turbulencias el motor del sistema Ese lubricante, me dijo, se llama corrupción; una corrupción lucrativa e impune, «y esto lo puedes comprobar en la historia y la realidad objetiva». (Me reí por dentro.)
Corrupción. «Ese es el aceite con que el gobierno lubrica la maquinaria de la administración pública para que funcione de forma suave, sin sobresaltos ni rispideces que la vayan a desbielar». Yo lo escuchaba en silencio, pero dudando de lo que entonces supuse una exageración. Dudé, incluso cuando ilustró su tesis con diversos ejemplos. «Imagina, me dijo, y esto sólo es una suposición, que por tu aptitud y conocimientos el de Los Pinos te nombra director general de PEMEX o de la Lotería Nacional. Tú ya despachas en la oficina principal de la paraestatal cuando recibes una indicación de tu superior jerárquico: debes desviar cierta cantidad de dinero para una campaña política, pongamos por caso. «No, señor, no puedo llevar a cabo esa maniobra», le contestas. «Eso sería ilegal». ¿Que qué? «¿Ilegal, dice? ¿Y entonces qué hace usted en el puesto..?»
Tienes que renunciar. Por cuanto al hombre que te sustituya..
Tu sucesor será aquél que esté dispuesto a acatar la orden y realizar la maniobra de corrupción ordenada por el superior. A cambio de su docilidad, en el ejercicio de sus funciones tendrá licencia para robar hasta cierto límite, el del escándalo público, que hay que evitar. En el gobierno robar es una ley no escrita Roba pero con una condición: que si se tiene que llegar a tomar esa medida extrema el propio gobierno va a exhibirte de ladrón, y tú ya habrás de quedarte callado y apechugar, sin el recurso de defenderte acusando a tus colegas o superiores jerárquicos, de los que te constan sus latrocinios. Ni aun en la cárcel vas a poder revelar secretos «de estado…»
Y que para el caso ya existirá un expediente donde se documentan puntual, minuciosamente, las depredaciones de tu sustituto, que se activará cuando el gobierno lo considere oportuno. ‘Todos los funcionarios públicos tienen su expediente archivado. La pirámide del Poder mantiene su cohesión y su buen funcionamiento por medio de la corrupción pública»
Pues sí, pero no. Yo, candoroso de mí, no procesé cabalmente el dato, que quedó sepultado entre el borbollón de enseñanzas que en cada sesión recibía del maestro. Pero al paso del tiempo, mis valedores, y ahora mismo, mirando hacia atrás…
Ahí los López Portillo y congéneres, ahí el mediocre de las cejas alacranadas, ahí la corrupción descomunal de Salinas y compinches, y un Zedillo asesino de Ferrocarriles Nacionales de México. Y hoy, hoy, hoy, de repente, mis valedores…
¡La tufarada el estercolero, el nauseabundo excusado con el Tamarindillo de Fox atascado de miércoles, al igual que el de los hijos de toda su reverenda Marta, esa que en seis años justos -injustos- enriqueció hasta la náusea a toda su parentela con los dineros de todos nosotros, que debían beneficiarnos a todos! Es México. El de los Fox. (Cristo.)