Para Aída. (Tú, la de todos los días…)
Todo derecho crea obligaciones, como toda obligación crea derechos. La obligación del automovilista es acatar el nuevo reglamente de tránsito, o se le vienen encima los puntos malos. Bueno, sí, ¿pero sus derechos? ¿Y las obligaciones de las autoridades? ¿Y el pestilente negociazo de las grúas? ¿Y la kafkiana situación (cito a Kafka porque yo sí lo he leído) que enfrenta el automovilista al tratar de rescatar su vehículo, que cayó al corralón. A propósito, mis valedores…
La noche quedó atrás. El incidente quedó superado, y en casa todo volvió a la normalidad. Fatigas y riesgos, susto y espanto, bilis y pesadillas, todo van diluyéndolo vasos, tazas y pocilios de tila con cuasia, borraja, cuachalalá y gordolobo para que agarre sabor. Y la paz. Ya oigo al impaciente: «barájamela más despacio». Allá voy.
Todo comenzó el día aquel en que estacioné el BMW (el volks. cremita, más propiamente), y de la librería me traje la Ciropedia de Jenofonte, edición de la UNAM. Una hora más tarde con todo y la crónica de las hazañas del conquistador llegaba yo a casa A pie «¿Y el Mercedes Benz, quiero decir la cucaracheta?», me preguntó Aída. Y al conocer lo ocurrido, consejo de familia.
– Cuidado y vayas a buscar tu carcacha en algún corralón», dijo Ariel ¿Qué tal si la encuentras? El destino te brinda la ocasión de que finjas que te olvidas de ella Aprovéchala, pa.
– Ahora que si fue robo -Mayahuel-, te aconsejo que no acudas al Ministerio Público a poner tu denuncia No olvides que estás en México.
Argumenté que mi vehículo tiene cosas rescatables. Las llantas…
– Recubiertas y vueltas a vulcanizar -Ariel-. Una de las delanteras, de volks.; dos repelos de tsuru y uno más de tractor, de los chicampeanos.
Que la caja de herramientas, el gato, los faros…
– La de herramientas, llena de estopa y una cacho de espejo retrovisor. ¿El gato? Nocturno. Al amanecer, una orinada en el asiento para delimitar territorios, y a la azotea ¿Faros, pa? Tu volks nunca pudo curar su complejo de Edipo. ¿No caminaba a tientas, con las cuencas vacías, como el de Tebas cuando se enteró de que él y su mamacita.?
Total, que abandonara el volks a su mala suerte y me hiciera de un Mercedes Benz blanco, blindado, con chofer, como el del poverello Norberto Rivera, ese santo discípulo de Cristo, al que imita en su edificante pobreza.
Ni hablar. Lo que es yo, a agenciarme otro volks de segundo cachete, que suburbans y gran marquises se quedan para el beato golfista, empresario taurino y bon vivant Onésimo Cepeda, obispo de Ecatepec. Yo no hice voto de pobreza ni desde el pulpito la ando predicando en misa mayor (y entre paréntesis: no hice tampoco voto de castidad, para andarme refocilando con monaguillos y demás criaturas de catecismo. Yo no.)
Y fue así, mis valedores, como defraudé la voluntad familiar, y ya dispuesto a
recuperar mi cucaracheta, la interrogante: ¿por dónde empezar? ¿En que sentido, en qué dirección dar el primer paso? ¿Dónde pudiera andar la oveja perdida? ¿En el corralón? ¿En cuál de tantos, en cuál de todos? ¿Ya lo tendrán en el deshuesadero? ¿Qué pueden sacarle de utilidad a las refacciones de un carcachón como tampoco de su propietario, al que a esta edad ya borrarón de la lista como donador de órganos? Tal vez, Dios no lo permita, a estas horas el relingo cargue a la desdichada víctima rumbo a la casa de seguridad de los secuestradores. En fin. Al rescate de mi volks di el primer paso, un paso más en falso que el de la doncella que cae con el traficante de blancas en la internet Yo caí en Locatel, ¿se imaginan? Locatel, válgame.
Que ahí me iban a informar, juró Mayahuel. Y sí: cálida voz la de la incógnita que contestó mi llamada de auxilio: «Tiene usted que acudir al depósito de automóviles que le corresponde al área de arrastre, ubicado en la calle tal, entre las calles tal y tal, colonia tal. Locatel tal por cual. ¿A qué corralón se imaginan que me envió el muy criminal? La crónica:
Viernes, 11:34 am. Por fin, tras de hora y media de consultas a la guía roji, preguntas a vecinos, sobornos a los patrulleros y zigzagueos de hormiga espantada, llegué al corralón extraviado al pie de un cerrillo y entre terrenos baldíos. Y aquel lóbrego paisaje. Yo, la corazonada Uno de azul entreabrió la reja alambrada
– ¿Sí, mi estimado? ¿Que se le perdió qué? ¿Alguna de estas unidades la reconoce como suya? A ver, entrando pa adentro. Écheles uno, o sea un ojito. Entre pa adentro. Luego ái pal chesco, ¿verdá? Entre pa dentro…
Entré pa dentro. Al rato, en la celda de tortura sentí que… (Lo que sentí, el lunes..)