Memoria histórica

Cananea, mis valedores. Cananea ayer, como hoy Pasta de Conchos y Lázaro Cárdenas-Las Truchas. Otros tiempos, otras circunstancias, y para el asalariado una lección histórica: en su lucha permanente contra el explotador crear las estrategias adecuadas, o tendrá que seguir aportando su cuota de cadáveres. Cananea.

Primero de junio de 1806 – primero de junio del 2007. Muy distintos son los tiempos, muy distintas las circunstancias y el nombre de los aliados al interés extranjero que manejan la riqueza del país, pero desde la Cananea de Porfirio Díaz y gringos aliados hasta las minas de Coahuila y Michoacan en el tiempo de los Germán Larrea y gobernantes prestanombres de los capitales extranjeros, la sangre y el sudor derramados son los mismos, y proceden de los mismos asalariados. Sin más. Aquí, retazos de la epopeya que a plomo, fuego y sangre troquelaron en la historia de México los mineros de Cananea.

Documentos de la época lo asientan: fue la noche de aquel 31 de mayo de 1906 cuando los mayordomos de la mina «Oversigth», transcribo el nombre tal cual, congregaron a los obreros denominados carreros y rezagadores para notificarles que a partir del siguiente día la extracción del metal se haría bajo nuevas normas, y ello en virtud de la contratación que para

ese trabajo habían celebrado con The Cananea Consolidated Copper Co., contratación que les otorgaba amplias facultades para reducir el personal, seguir pagando los mismos salarios (3 pesos por 12 horas de trabajo) y exigir mayor rendimiento a los obreros que no fuesen despedidos. Con semejante contrato los mayordomos adquirían un ilimitado poder, y a los trabajadores se les regresaba a la era feudal…

Tan aviesa medida produce la más enardecida indignación entre los trabajadores. La chispa alcanza la sustancia inflamable. A la advocación de los Mártires de Chicago y en la mente los ideales magonistas, los mineros se lanzan a un movimiento impetuoso, violento, que sólo con plomo -extranjero- se iría a detener. Encrespados, enardecidos, los obreros comienzan a coordinar su rebeldía. Y llegó la mañana del día primero de junio, y estalla la huelga de Cananea. La consigna de los mineros:

¡Ocho horas de trabajo y cinco pesos de salario! ¡Viva México..!

De inmediato los agentes de la policía comunican la novedad a sus superiores, y el pánico se apodera de patrones extranjeros y funcionarios del gobierno local. A las ocho de la mañana representantes de la autoridad política,se entrevistan con los mineros, quienes les dan las razones que originan la huelga, sintetizadas en las 6 demandas que especifican, además de salario y horas de labor, el número de extranjeros que podrían ser contratados. A esa hora ya la muchedumbre que bloquea el edificio supera los dos mil huelguistas. Se reparten volantes que claman, en sus primeras líneas:

Obreros Mexicanos: un Gobierno electo por el pueblo, para que lo guie y satisfaga sus necesidades en lo que cabe: eso no tiene México. Por otra parte: un gobierno que se compone de ambiciosos que especulan criminalmente, fustigando al pueblo, electos por el peor de ellos, para que lo gobiernen, no para que se burlen y lo humillen, es la República.

Pueblo, levántate. Aprende lo que parece que olvidaste. Cada mexicano al que desprecian los extranjeros en el propio suelo mexicano vale tanto o más que ellos si se une a sus hermanos y hace valer sus derechos. La situación actual se debe al pésimo Gobierno que da las ventajas a (os aventureros, con menoscabo de los verdaderos dueños de esta desafortunada tierra, ¡mexicanos, despertad, unámonos. La patria y nuestra dignidad lo piden!

Este «pasquín» (razonable, a mi juicio; tan actual en los tiempos actuales) es rechazado y desautorizado por los mineros porque, aseguran, fue escrito e impreso como una maniobra de los altos jefes de la compañía con fines premeditados de acusar a los huelguistas de sedición. «Mal síntoma, alerta el cronista, pues ya apareció la mano perversa de la burguesía minera, que principia a proyectarse en sucias maniobras para desvirtuar el noble fin que persiguen los trabajadores al reclamar justicia». En fin

Ya para entonces una impresionante multitud de huelguistas se había situado frente al edificio de la comisaría, muchedumbre ansiosa de conocer al resultado de las conversaciones que encabezada, por el Comité de Huelga, Manuel M. Diéguez. Interminables horas de debate sólo iban a conducir a un mínimo acuerdo: los mineros deberán presentar por escrito sus peticiones. Ya decidiría la patronal, y esto de acuerdo a sus conveniencias. Los huelguistas habían acordado realizar una manifestación pública por toda la zona del mineral, y al arrancar su marcha de protesta arrancaron también las acciones que remataron en la masacre. Cananea. (Sigo mañana.)

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