Señora tentación

El comercio carnal, mis valedores, y que me la perdonen todos los santos y beatos de la alzada de Serrano Rivera y Norberto Limón. Que me la persignen, porque tantito más, por un pelo (por un macollo de pelos), hubiese yo caído redondo en la carnosa tentación. Y es que la carne es débil, pero de una fuerza tal que resulta casi irresistible, glorioso contrasentido. La carne de la tentadora y la del tentado. Resistí.

Sucedió la noche del pasado martes, primero de mayo. Por calles del barrio caminaba para bajar el comelitón que me proporciona el modelo neoliberal: bueyes, patos, camellos y un burro de este tamaño, miren. Galletas de animalitos, que me pasé por el gaznate chiquiándome un negro bien caliente (un café, garbanzo de a libra). Guardé el diario que iba leyendo y a lo despreocupado seguí por la calleja, cuando de súbito:»Pst, pst..»

Yo, distraído, percibía el silencio de la noche, su desierta soledad, el farolillo mortecino y aquel desgarrado adiós de esa locomotora que desgaja y separa amores, destinos, vidas. Alma mía de mi ausente, y ojos que te vieron ir. A ver, a oír: ¿silbato de locomotora? ¿Pues qué, no las malbarató Zedillo a sus patrones gringos? Ah, silbato de carrito camotero. ¿Pues qué? ¿No los malbarató el segundo marido de marta? ¿Todavía no los malbarata un chaparrito, getoncito, etc.? Seguí caminando, y aquel discreto eructillo…

«Pst, pst». ¡Ave María! ¿Asalto, secuestro, detención, levantón? El espanto me chicoteó el coccis, zacatón que soy. Lo apreté, el paso. Lo apreté, el gañote. Lo apreté. Un apretadero. La saliva, puro burro a medio digerir, se amargó de bilis. «Pst, pst». Santo Niñito de Atocha. Algo más quise apretar, pero ya sólo me restaban los párpados. Yo, aquella taquicardia. «Pst, pst..» Pero por un momento: ¿un asaltante, un secuestrador, un sardo, un torturador de la Judicial iban a hacerme: «pst, pst»? No, que ellos, directamente al Madrazo, pregúntenle a Elba Esther, aunque a fin de cuentas el Madrazo fue para él, pregúntenle a la Gordillo. De ganchete observé: una cucarachera, a su mínima velocidad, se me había emparejado (rosa, tafiletes fiusha). ¿Del AFI, de la Federal de Seguridad? ¿Un comando de élite de mi general Galván? ¿En un volks color rosa? No, que ésos ya me hubiesen ventoseado la primera ráfaga de AK-47, método copiado a los Zetas. Santo Niñito de Atocha…

– Pst, pst Sí, tú, a ti te hablo, papito.

¡Una mujer. Uno a uno comencé a aflojarlos. Así, de reojo, una simple, rápida ojeada: prieta ella, peluca azafranada con rayos guindas; postizas de este tamaño (pestañas); rímel que hagan de cuenta contingencia ambiental por la cargazón de tizne y partículas suspendidas; ojeras de sombreador en las ojeras de edad, desveladas y depravación; uñas lilas en manos y pies; ligas para el ligue; faja para el faje; mini-mini atacada y atacados chonchines color mamey. Simple ojeada. «Papi…»

Va a querer su domingo, pensé. Aceleré el paso. «Ven trépate, yo no voy a lastimarte, como él». ¿Ã?l? ¿A qué «él» se refiere? Yo, bicho raro, soy heterosexual. Seguí caminando. Ella insinuante: ‘Yo soy tu aliada, no de los grandes capitales, como él. Conmigo tus derechos laborales y conquistas, intocables». ¿Conquistas yo, habitante de la soledad? ‘Yo lo que te prometo te cumplo, no como él. No te echo caballería con los sardos. Yo el único cuerpo de élite que te ofrezco es este, míralo. Todos tuyo. ¿Vienes?» Caminé más aprisa. ‘Yo, en mi oficio, soy una profesional. Yo no fui impuesta ni soy una improvisada, ni ando regándola. Yo, mis ovarios en su lugar, no tengo que refugiarme en los tompiates del general Galván Tragué saliva. «Ven, yo no te voy a dejar insatisfecho, desilusionado». Resollé hondo, acopié valor. ‘Yo no te voy a embombillar el IVA, como intenta el gordo Carstens, y veme, yo de panza tengo 15 arrobas menos que él. Déjateme venir, no te aprietes…»

Sin mirarla, y por desvanecer el equívoco: «Señorita, necesitamos aclarar paradas». «Esas son mi especialidad, trépate». «Primero: no soy tu papá. Segundo: no la conozco. Tercero: no apruebo su tuteo. Cuarto… «Ese sí lo pagas tú». «Cuarto, digo: yo nunca he tenido trato con ningún «él'».

– ¿Que no? ¿No fuiste a dárselas al de Los pínos, la papeleta y la felicitación por su triunfo’? ¿Y ahora no te la anda queriendo embombillar?

– ¡Señorita!

– La privatización del ISSSTE. Anda, decídete, que vengo desde el zócalo y no me he presignado. Vienes o voy, digo. ¿Te trepas?»

Me trepé, flaca es la carne Toqueteé la carne gorda, y ¡tíznale! «No le saques». «¡Me salió usted machín!» Y que pego el brinco y caigo en lo duro, y al sobarme vi como el de color rosa se perdía a lo lejos. Saqué el diario, y a la luz del farol entendí el combativo lenguaje del compa travesti: ‘Junto con el EZLN, trabajadoras sexuales celebran el 1° de mayo». (Ah…)

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