Ramillete espiritual

Admirable la discreción de la industria del periodismo, mis valedores: calla púdicamente y por igual tanto las realizaciones de gobierno de Marcelo Ebrard como las omisiones gubernamentales de Calderón. Admirable.

No se emite crítica alguna al de Los Pinos, pero al de La Casa Blanca qué tal. De genocida, con muy justa razón, no lo bajamos; de terrorista de estado, ex-alcohólico misticoide y empobrecedor de pueblos. Las medidas de gobierno mexicano, por contras, son las adecuadas en asuntos de economía familiar, que de otra forma lo criticaríamos, como lo son también las que se refieren a la alta política El de nuestro país, impecable en sus medidas de política exterior, financieras o de comercio internacional. Y que el periodismo de mi país abolle y descarapele cada día, con toda justicia y justeza las medidas presidenciales del gringo. Y si no, ahí están las criticas habladas o escritas contra el verdugo de Iraq y demás pueblos víctimas. Y cómo lo delinean los trazos de los caricaturistas. Bien merecido, a mi juicio.

El estadista mexicano, qué diferencia hasta hoy, no ha dado a los periodistas, si exceptuamos los de La Jornada, ocasión de censura, de critica de cuestionamiento…

Es por eso que yo, apenas despertar cada mañana arrodíllome, pongo los brazos en cruz y la mirada en el cielo (en el techo), y doy gracias a lo alto: «Gracias te sean dadas, Señor. En lo vituperable de Bush y en los aciertos del estadista blanquiazul reconozco que escogiste este país como tu pueblo elegido, como la tierra de promisión». Y mi espíritu se llena de gozo…

Es entonces cuando dejo la cama y comienzo mi día con el examen de las noticias en los periódicos (conmigo la tele, como el licor, topó en tepetate). Más tarde, el ánimo fruncido por las noticias que acabo de leer en los diarios, tomo la canasta del mandado y acudo al tianguis de aquí a la vuelta, y válgame: ahí, como en todas partes, la iracundia de los vecinos contra quienes así le empobrecen su calidad de vida Entonces hago lo que hice ayer.

Ayer fui con el padre Pioquinto, mi confesor espiritual (síndrome de Ebrard: me ha excomulgado seis veces), y de rodillas y sus pies le vacié mis dudas: «No alcanzo a comprenderlo, su reverencia Si los gringos tienen por presidente a todo un delincuente internacional, y nosotros, según lo advierto por el silencio de mis colegas, uno limpio y puro, tan químicamente puro que no alcanza a suscitar la más leve crítica entre los que vivimos del periodismo -malvivimos unos, viven en Jalula los más-. ¡Padre mío, contéstame..!

-�itale, pero no escupas, y además, nada me has preguntado.

– Contéstame, padre Pioquinto. ¿Por qué a los gringos, teniendo un hampón en La Casa Blanca, les va tan bien? ¿Y por qué a nosotros, teniendo en Los Pinos un presidente que, según lo tratan los periodistas, es un rayo de sol, nos va tan de la pura fregada con perdón?

Lo vi dudar, tragar saliva meditar.

¡¡Contésteme, padre! ¿Por qué a los güeros pura bonanza y a los prietos de la pura lo que le dije antes? ¿Por qué, reverendo, por qué..?

Ahí habló mi consejero espiritual: «Ah, pues casi por nada porque los caminos del Señor son inescrutables para un simple mortal, y si lo dudas léete a Job en La Biblia. Porque el Señor Dios de los Ejércitos, en su infinita bondad, con carestía y escasez quiere probar a los mexicanos, para ver si vosotros sufrís con cristiana resignación tales agobios, y cuando muráis premiaros con la vida eterna ¿te imaginas..?»

«Además, como compensación al alza del gas y tortillas, el Todopoderoso, en su infinita sabiduría os colocó en el gobierno a todo un estadista cuyas medidas de gobierno hasta hoy no han merecido crítica alguna por parte de tus colegas del periodismo, ¿o sí? Y cómo, si se trata de un varón de virtudes y temor de Dios, que como buen católico está por la vida y contra el aborto criminal de los perredistas, esos abortos que se van a morir con el cicirisco perforado por una úlcera gástrica mal cuidada ya lo verás. ¿No te parece una suerte que Dios te haya impuesto allá arriba a un ferviente católico, apostólico, romano? No me vayas a salir conque preferías otro Hugo Chávez o a ‘un peligro para México‘. Levántate y anda Anda y no peques más. ¿Sabes que por andar dudando de la justicia divina te puede caer encima una excomunión fulminante? Nomás anda y pregúntale al réprobo Ebrard lo que pesa una excomunión como la que anda cargando sobre sus lomos…»

El padre Pioquinto me la persignó; me dio su bendición. «Sólo que no te me vas a ir vivo del corral. En tu casa de penitencia agarras lápiz y papel, y 300 veces: ¡No al aborto criminal! ¡Sí a la vida! ¡Ebrard, a la-verno..!

¿Papel? Tomé un rollo. Y la mano, ya entumida (¡Reprobó!)

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