Nos puede ocurrir. Una de estas noches estamos asÃ, miren (yo no), como porristas de la Perra Brava, arranados frente al cinescopio y, ojos y boca abiertos de par en par, bebiéndonos el clásico pasecito a la red con el que el duopolio de la televisión nos hace sentimos héroes por delegación. «¡Y goool, compadrito! ¡Ya metimos otro gol! ¡Vamos uno a cero, y salucita porque este triunfo ya lo tenemos en la bolsa.!»
A ver, a ven ¿nosotros metimos, nosotros ganamos? ¿Inflando el vientre a punta de cervezas (yo no) mientras el fÃsico, por falta de ejercicio fÃsico, se nos torna fofo, guango, ovachón, envejecido? ¿Goleamos nosotros, aplastados a dos nalgas frente al Gran Canal del Desagüe, donde se desagua la Televisa? ¿Nosotros, sedentarios que, culpa del cigarrito y el pomo, no tenemos condición fÃsica para correr un kilómetro? ¿Nosotros..?
Pero ándenle, que de repente el delantero rival se pica rumbo a nuestra área chica, y lo tenemos ya a unos metros de nuestra puerta, y nos va a soltar el bombazo, y nosotros, de los puros nervios, nos las estamos tronando (las manos). De repente, friégale, que explota el televisor, que el cinescopio se tizna (de tizne), y el ánimo se nos tizna (de tizna), y el ambiente, hasta ahora corrompido por el tabaco, el licor y una digestión laboriosa, acaba de corromperse con la pestilencia del cable quemado.
– ¡Cácaro! ¡Gordis llámate al técnico, pero ya!
Y sÃ, que por esa puerta va a entrar uno de bata blanca, logotipo y razón social en inglés, el cual (no el logotipo, el técnico), ante nuestra zozobra abrirá la tele, y después de jurgunearle esta marinola y apretarle esta chafaldrana, va a acabar extendiéndonos una nota del orden de pesos tantos mil trescientos veintiuno, dejemos el veintiuno en treinta con el redondeo. Es entonces cuando, infelices, echando mano a los ahorros, el suspirar y la blanda queja:
– Caracso, me siento como violado con la sospecha de que el técnico me pasó a transar. Si yo supiera de electrónica..
Otro dÃa nos vamos a enterar por el este (por el Esto, perdón. ¡Leemos el Esto! (yo no) de que perdimos (3-1)…
Y pudiese ocurrir que otro dÃa va uno tranquilamente en el volks. rumbo al «weekend«, como los buenos mexicanos denominamos al dÃa de campo. En el asiento delantero la Chapis, y los escuincles atrás, con la de a litro, los tacos, la guitarra, el Nerón y la suegra, en ese orden. Esto es vida, ¿no, gorda? A ver, búscate en el radio la quebradita..
¡La quebradita! De repente mofles, que el mofle se echa tres (explosiones) (falsas), y que al volks. se le para (el motor), y que ahà murió (la cucaracheta). Y ándenle, que a la vista de la grúa, el mecánico, el desarmadero de tolvas, bielas, cojinetes, chumaceras y cigüeñales, con el escalofrÃo recorriéndonos el espinazo ante los miles del cuentón que con la ayuda de una sumadora electrónica está formulando el máistro mecánico, y frente a la lóbrega sospecha de que semejante desmadre se hubiese podido remediar forrando el fusible con un cachito de papel de estaño, del de la caja de cigarros, uno suspira, y entre suspiro y suspiro:
– Chintrola, si yo supiera de mecánica..
Y eso mismo va a suceder con la limadora, la lavadora, el refrigerador, el estereofónÃco). «Ah, si yo supiera de aparatos electrónicos…»
A mi problema querÃa yo llegar. Desayunando en el comedor (desayuno neoliberal, café negro con galletas de animalitos) y en pleno deleite estético con la cantata de Bach, de repente el dromedario se me atoró en el gañote: la cantata habÃa sido aplastada a lo abrupto, y el radiecito comenzó a ventosear la vibrante voz, timbre sonoro, de ese lÃder natural y estadista de fuste, carisma puro (sobre todo cuando arrisca su ceja izquierda) que desde Los Pinos y en plena cara me estampó su parrafada:
¡Con la aprobación de la nueva Ley del ISSSTE se demuestra que los acuerdos polÃticos son posibles: demuestra que la democracia en México funciona; demuestra que los polÃticos se pueden poner de acuerdo para lograr los cambios que México necesita.!
Cerca ya la jubilación luego de media vida tras de un escritorio, en el gañote los cuartos traseros de un burro de buen tamaño, me quedé mirando el aparatejo, le lancé una excomunión tamaño Norberto por no haberse tronado antes de permitir que el carismático lo usara para agredirme con la parrafada Rechinando los premolares dejé ir el anatema y el suspiro de resignación:
-Ah, si yo supiera de reformas al ISSSTE…
AhÃ, mi única «Poca confianza ¿No viste la encuesta de ayer en Reforma? El 62% de los interrogados está de acuerdo con la nueva imposición del Banco Mundial. Y esos sà saben. ConfÃa en ésos, mi amor. (Bueâ?¦)