Eso es, a ojos de ateos y creyentes, el cardenal Norberto Rivera, arzobispo primado de México, quien publica en su vocero oficial, Desde la fe:
Los acusadores de casos diversos de pederastía son apoyados por algunos medios informativos sin escrúpulos, que no pueden ocultar su odio a la Iglesia Católica…
Habló el maestro de la tertulia de anoche: «No, no, señor cardenal, un momento. Esa rampa verbal es obvia para el conocedor, y que se nombra «desubicación». Es usted, no la Iglesia Católica, quien ha colocado en el banquillo de acusados. No intente levantarse de tan incómodo asiento y colocar a la Iglesia en el banquillo que sólo a usted le corresponde».
Sí, ese Norberto Rivera, cardenal «provida», que hace tres años miraba la paja en el ojo de una Secretaría de Salud encabezada no por el reaccionario actual, sino por el benemérito doctor Julio Frenk. Recuerdo que en su sermón dominical Rivera chicoteó a punta de anatemas y excomuniones a productores, promotores y millares de mujeres que consumían, consumen y van a seguir consumiendo la pildora para un día después que, según el cardenal, «tiene la clara intención de matar a un ser humano y que el asesinato se consume». Piedra de escándalo el cardenal, cuya respuesta a la pildora anticonceptiva fue y ha sido motejada de, cuando menos, reaccionaria, medieval e inquisitorial. Contraatacó Norberto Rivera:
– ¡El profeta no debe callar aunque su palabra sea desagradable..!
La frase, leída por el maestro en la tertulia de la noche siguiente, escandalizó y levantó entre los vecinos de Cádiz, el edificio, pasiones e hinchazón de hígados: «¿Que qué? –La Maconda, neopanista y adoradora de Calderón-. Yo no hago ronda con réprobos». Y la viuda de Vélez huyó por esa puerta El joven juguero- «¿oyeron eso? El alto clero católico, ¿profeta? ¿Los Riveras, Godínez, y Onésimos al nivel de Isaías, Jeremías y Ezequiel? Que no frieguen Perdón por la palabrota, quise decir: que no zinguen».
Profetas y sacerdotes.. Ahí habló el maestro: «Patético estado el de la sociedad actual, huérfana de valores; tan carente de profetas cuanto sobrada de sacerdotes, homilías, ritos y ceremonias de cualquier religión, lo que no evita en las masas una falta absoluta de valores, principios y convicciones. México, contertulios, recibió el tanto de cinco veces, en éxtasis y en delirio, a Juan Pablo II. ¿Y? ¿Mejoró el tanto del filo de esta uña la moral personal de los mexicanos? La conducta social, ¿registró alguna mejoría? Concentraciones multitudinarias, horneadas de nuevos beatos y santos, celebraciones de rosarios y misas ante muchedumbres en éxtasis; ¿esos alardes de religiosidad se han reflejado en la moral pública, en valores de civilidad y caminos de . tolerancia, en amor al prójimo..?
– Don Tintoreto: «Bueno, ¿pero cuál es la diferencia entre el profeta y el sacerdote, sea miserito, de misa y olla, o sea cardenal?»
El maestro abrió el libro aquel cuyo autor resultó ser Erich Fromm, que ubica a profetas y sacerdotes. En silencio escuchamos al maestro glosar la tesis del psicólogo: En nuestro mundo nunca antes como hoy se había difundido el conocimiento de las grandes ideas generadas por el entendimiento del hombre, y de ejemplos apronta los nombres de los supremos: Cristo, Platón, Buda, Aristóteles, cuyas ideas transformaron su mundo y que en la actualidad son difundidas en sermones y cátedras, y conocidas por millones en todo el mundo. Qué bien
Qué mal, rectificó; qué mal, porque nunca como hoy tales ideas resultaron más infructuosas; porque las sociedades del mundo actual se manejan al puro egoísmo, y se predica la democracia mientras se empobrece a las mayorías, al tiempo que masacres como las de Irak y El Líbano podrían empalidecer ante la nota roja de este país: ¿Cómo explicar la discrepancia?
Fácil. Las ideas no influyen profundamente en el ente humano cuando sólo se las enseña en el púlpito o en la universidad como ideas, como teorías, como pensamientos. Así expuestas, las nuevas ideas suplen a las anteriores, los nuevos pensamientos a los predecesores, y a las viejas palabras, las nuevas y novedosas. Pero hasta ahí. Y es claro: cómo pudiera ser de otra forma, cuando es empresa casi imposible que un hombre sea movido, transformado, sólo por ideas; que a base de puras ideas llegue hasta la almendra de la verdad. Porque para que en ese humano, o en esa sociedad, se opere la pretendida transformación, es necesario que supere resistencias de inercia profundamente arraigadas; es preciso que venza el miedo al error «o el miedo a apartarse del rebaño». Ser un desplazado, pues. Y es esta una empresa difícil, porque sólo familiarizarse con otras ideas no es bastante, por más sólidas y correctas que sean (Sigo mañana.)