Los monstruos que en los terrenos anchurosos y fértiles de la literatura universal ha concebido la corriente gótica mis valedores: El hombre lobo, Frankenstein, Drácula y tantas aberraciones más que por vía de ejemplo y por que nos miremos, conozcamos y reconozcamos en ese espejo distorsionado que es el del arte, ha logrado imaginar el fabulador para luego aprontarnos semejantes engendros de una madre Natura cuyas leyes se atrevieron a desafiar. Macabro.
Una de estas criaturas de la noche es la que describe R.L Stevenson en El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. ¿Conocen ustedes la novela? ¿Vieron la película? Sí, la de aquel sabio humanista que logra sintetizar cierta pócima con la que, al ingerirla, se metamorfosea en el abominable Mr. Hyde, que al arropo de las sombras, de la niebla y de los callejones umbríos, se arroja a perpetrar crímenes abominables, hasta que a los clarores del alba regresa al hogar, cambia su indumentaria y torna a aparecer como el sabio humanista dedicado a hacer el bien. ¿Su simbología.?
Obvia para quien sabe desentrañar los símbolos: en todos nosotros conviven en pugna permanente dos hemisferios: el del luminoso doctor Jekyll y el del tenebroso Mr. Hyde; en nosotros está el estimular los naturales instintos hacia el bien o hacia su contraparte. Porque, mis valedores, según el moderno conocimiento del hombre, ningún humano nació bueno, ni malos algunos más. Es dentro de casa individuo, único e irrepetible, donde se incuban los instintos, los deseos, las pasiones y los sentimientos, materia prima para la bondad o el reverso, aún más de nosotros, poseedores del libre albedrío, depende que predominen estas o estas otras tendencias. El doctor Jekyll. Mr. Hyde.
Personaje del XVII, sabio estudioso de los campos del bien y del mal que integran y dividen la naturaleza, la investigación del doctor lo condujo a la percepción de sus dos personalidades en lucha «Digo dos porque el estado actual de mis conocimientos no va más allá». ¿Cuál habría de prevalecer? Y el horror: la pócima anulaba la personalidad humanista consagrado a aliviar la miseria y el sufrimiento de los demás, y desataba aquel monstruo aberrante, Mr. Hyde. (Tiempo después, a la certeza espantable de que iba siendo dominado por el «yo» criminal, el sabio apelaría a la autodestrucción. Trágico.)
Y allá va Mr. Hyde, calle adelante bajo las nieblas nocturnas, a saciar unos desatados instintos de sangre y destrucción. Horas más tarde ahí, en su consultorio, un exhausto, agónico Dr. Jekyll, va a comprobar, aterrado, que el monstruo surge a voluntad y que no hay pócima que lo detenga Aquí, con un parche que lo afea, (parche de mi invención), va un retazo de la carta en la que, después de muerto, confiesa a su amigo mister Utterson la doble personalidad y la doble vida que finalmente lo llevó a la muerte por propia mano:
«Cuando hube ingerido la pócima fui presa de los más terribles tormentos: un crujir de huesos, una náusea mortal y un horror de espíritu que no podría ser superado ni en la misma hora del nacimiento o la muerte. Esta agonía pronto comenzó a pasar y, como quien sale de una grave enfermedad, me fui recobrando. Los placeres que busqué, así disfrazado, fueron indignos; en manos de Hyde pronto comenzaron a derivar hacia lo monstruoso; cuando regresaba de mis excursiones me hundía en el asombro ante mi propia depravación. Yo, en mi personalidad de Mr. Hyde, era maligno y depravado; con bestial avidez libaba el placer de cualquier grado de tortura que infería a mi víctima Después volvía a mis buenas cualidades como el Dr. Jekyll...
Yo, aterrorizado, comprobaba la forma en que el horroroso Mr. Hyde se iba imponiendo al humanista Dr Jekyll. Espantado, en unas horas de lucidez hice el balance de la ya disminuida presencia del Dr. Jekyll frente al perverso Hyde. Ya no se trataba de simples ataques a los desvelados que tornaban a casa Ya no era sólo asesinar a bastonazos a Sir Danvers Carew, que tuvo la mala suerte de toparse conmigo, yo, como Mr. Hyde; ya no era sólo asaltar y violar doncellas, desgarrarlas con sádico placer. No.
Todo hubiera sido como eso, pero no. Esta madrugada, al volver de mis criminales correrías, logré calma bastante para reflexionar: ya no sólo asaltos; ya nomás derramar sangre de niños y ancianos y violar mujeres a las que luego asesinaba; no es por tales crímenes que he decidido arrancarme la vida Con las últimas reservas de vergüenza y dignidad que restan al Dr. Jekyll preparo el veneno que destruirá, con el humanista, al monstruoso Mr. Hyde. ¡Porque ahora descubro yo (¡sí, yo!), en mi nefanda personalidad, auxilié con toda eficacia a un cierto Mr. Hyde Fox, ex-gerente de la Coca-Cola (¡horror!) y 2o. marido de Marta (¡doble horror!), y al Hyde Azuela de la Suprema Cort(a), y a los arrastrados Hyde Ugaldes del IFE y del TRIFE, a dañar a millones embombillándoles en Los Pinos a uno chaparrito, peloncito, etc. (¡Agh!)