¿No escarmentamos? Apenas recién llegado a la máxima investidura del país y todavía sin que sus reales calienten el asiento del sillón, ¿ya caímos en el surrealismo de mandatarios anteriores? ¿Pues qué, nada nos dicen las lecciones que imparte la Historia? ¿No? Entonces, mucho cuidado y recuérdelo para bien suyo y el de la comunidad que gobierna: cuando no atendidas, las lecciones de la Historia con sangre entran, y en casos como el presente con daño y agravio para todo un país. Esto no hay que olvidarlo…
¿Que por qué la advertencia, pregunta usted? ¿Que a qué error suyo me refiero? Pues a cuál iba a ser, sino al de la entronización de su «primera dama», cursi mote copiado a los gringos, mente colonizada la nuestra Porque, señor Presidente, vamos a ven sacada de la honesta medianía cuando esposa del ciudadano común que fue usted no hace muchos ayeres, a la hoy «primera dama» la caracterizaban mesura, discreción y don de gentes. Pero ándele, que apenas se sintió encaramada al bataclán de «primera dama», la mujeruca se dio a liberar todos los frenos del decoro y la dignidad personal, y a reclamar para sí un protagonismo estridente, y a lucir y a figurar, a sobresalir y reclamar el fulgor de las candilejas e hinchar su vanidad de mediocre, y atragantarse de cámaras y micrófonos
de costra a costra y de frontera a frontera Malo, muy malo, señor Presidente…
Pues qué: ¿no ofrece la historia de mi país escarmiento más contundente de lo que es dejar suelta una mediocre, exhibicionista y ególatra «primera dama»? ¿No hubo bastante con una Marta Sahagún? Los mexicanos, a lo largo de seis penosísimos años, tuvimos que atragantarnos con la ajena vergüenza de presenciar en Los Pinos a un ex-gerente de la Coca-Cola, carácter de malvavisco, que más tarde arrastraría por los suelos una banda presidencial, él arrastrado por una su «primera dama» rapaz. Siniestro.
Semejante individuo, tan corto de carácter cuanto largo de estatura corporal, cayó cuan largo es en la trampa de esa mujeruca que en materia de estatura resultó lo contrario: una cosita de nada donde lo grande sólo se ubica en su codicia y vanidad, su avaricia y arribismo de zafia y vulgar nueva rica que en su terruño fue no la «casta pequeñez» que dice el poema de López Velarde, sino todo lo contrario, porque ella, con su falta de castidad y sobra de intimidades de cama y bidet que pregonó en algunos libracos amarillistas, fue sólo la pequeñez de una ama de casa que, hormiguita arriera, entre las trepidaciones de catre tiempo se daba para atender el negocio de la familia una botica veterinaria Y la paz. Pero caprichos de la fortuna..
La «primera dama» de Fox, inflada en su ego a lo artificial, como con lavativas de clembuterol, en razón directa a su insignificante monopolizó la industria del periodismo para el encandilamiento, desde el cinescopio, de unas masas sociales dúctiles y manejables, y preparó una espectacular marometa que que le arrojara de posas en el sillón de Los Pinos; que tales desafueros alcanza la desmesura de los piojos resucitados. Esa Marta anocheció cenicienta de botica veterinaria para amanecer aurora boreal y reina de pacotilla y utilería, que haga de cuente personaje arrancado de la soberbia galería de esperpentos de Muertes de perro, Tirano Banderas o El señor presidente. Pero si todo hubiese topado en exhibición de arribismo y cursilería tropical, pero no, para desdicha del paisanaje No, que la reinita de opereta cayó en lujos, derroches y enriquecimiento de ella y su mafia global. ¿Y a costillas de quiénes cree usted que la «primera dama» y su parentela se atascaron de bienes suntuarios, bienes raíces y demás bienes a la medida de su codicia y rapacidad? ¿Quiénes cree que fuimos a pagar la depredación de los tales (por cuales)? (¿No estaré abusando de su paciencia, señor presidente..?)
Leo en diversos matutinos que apenas llegando usted a la primera magistratura tíznale, que ahí se alzó, ávida de su cachito de fama efímera, su «primera dama»; que de repente nos salió con carisma, presencia y hasta belleza física y moral y que, como toda pobre de espíritu que sube su escaloncito de poder, anda en agencias de metamorfosearse en una Eva Perón de masquiña, de pacotilla Y sí, ya sale en las primeras planas, ya se le echan encima los reflectores, ya le aprontan un micrófono y ya se maquillan para la aparición ante el cinescopio. Y todo eso al paisanaje le viene constando un hovo de la cara, señor. Cuidado, mucho cuidado. Miro las fotos…
Ambos, ella y usted, en lo alto de la tribuna; ambos, brazo en alto, saludando a unas masas alharaquietas; ambos codeándose con dignatarios del primer mundo y sintiéndose triunfadores, carismáticos. ¿Usted, un remedo de estadista? ¿Ella, una reina de oropel, de sololoy, de esperpento tropical y barroco? Mucho cuidado con Rosario Murillo, su «primera dama», señor presidente de Nicaragua, Daniel Ortega. (En fin.)
uff, valedor, me hiciste temblar pensando en que te referías a nuestro corral.