Yo, el despreciable

Bueno, sí, pero esos aborrecidos de las masas populares, ¿cómo se las ingenian para resistir el repudio? Los Echeverría, Salinas, Bribiesca, Sahagún, Marta y su segundo marido, ¿qué caparazón de armadillo los amuralla, que han logrado sobrevivir a la vergüenza, las befas y las maldiciones, y a la chita callando y en la más abyecta impunidad devoran las buscas que lograron agenciarse en su paso depredador por los dineros de todos nosotros, que deberían haber servido para el beneficio de nosotros todos? Porque caramba: yo, con el repentino desprecio que provoqué en los no más de 30,35 mil habitantes de aquella población perdida entre el ramaje de un bosque oculto por árboles, me siento aniquilado. La crónica de la infamia:

Vacaciones de fin de año. Llegué al poblado un día de estos y recalé directamente en la casa de la cultura, donde, de acuerdo al programa de actividades, impartí mi conferencia. Discretos aplausos para enseguida, según la agenda, disfrutar del agasajo culinario y la velada literario-musical (durante una hora corrida, en sus rimas y piezas musicales me he anonadó el espíritu del XIX. Aquellos recitadores aspaventosos, semejantes valses que nacieron hace mundos de tiempos y nacieron ya vetustos. «En honor a nuestro distinguido visitante…» Yo aún no perpetraba la infamia…)

Otro día, a la primera llamada de la misa primera, entre la escoleta de burros y gallos, contracantos y síncopas, acercarme al ojo de agua y desde ahí contemplar cómo se enciendan las crestas de la serranía para de repente, estrépito silencioso (sé lo que digo), parir un sol tierno y juguetón, que a lo travieso descobija los bultos que embozaba la noche. Después, del puente a la alameda, pulsar el alma de unos provincianos que me saludaban a flor de sonrisa, más fragante que la flor de jalazúchil, ellos que aún rigen su existencia por el voleo de campanas y esquilones que convocan a jurar que al tercer día resucitó de entre los muertos. Sanas costumbres aromadas con efluvios decimonónicos. Hasta ahí, todo bien. Pues sí, pero más tarde, el caos.

A media mañana recorrí calles, jardines y plazoletas. Visité a un Nazareno que en su hornacina (barroco tardío, churriguera temprano) se moría de tedio. Y al paríán, a la artesanía regional. Calles, plazoletas y callejones rechinando de limpio. Qué bien, pero ájale, cómo fue que caminando sin rumbo de un rumbo a otro, me voy topando con aquel callejón. Era el punto del mediodía, un mediodía agredido por aquel sol en brama, que donde se topaba con lo que se topara, lo ponía a temblar y a la viva fuerza arrancaba un temblor de reverberancias. Y fue entonces. De repente…

De repente, la vista del callejón, algo como la mala conciencia del caserío, y entonces, friégale, la tufarada a carroña, a pudrición, a heces, a entraña infecta. Y cómo no, si en el tanto de una cuadra que iba a morir a la orilla del río, el nauseabundo muestrario de la carroña. La basura de la basura se amazacotaba con heces enfermas de enfermas entrañas que iban ahí a descargar su conciencia. Orillera de la tierra grifa de basura, la acequia de aguas negras, renegridas, casi tanto como las del imperialismo. Mi estómago, amagos de vómito. Nomás me quedé pensando, y ahí, en agraz, mi idea.

El por qué de la pestilencia me lo expliqué enseguida, no así su vecindad con la parroquia, el parían y el palacio municipal. La pudrición viene del rastro, de cuya barda trasera, en derrumbe, salen a diario vísceras, huesos, carcajes, cuya corrupción se reviene de hediondeces que compiten con la basura, los humanos desechos, el agua corrompida y la cargación de hortalizas y fruta podrida que llega desde el mercado, hociqueadas de perros ñengos y chanchos gordos, unos cuinos y otros talachones, que en santa paz se disputan las heces con cuervos, auras y zopilotes. Nauseabundo.

Cubiertas boca y nariz reculé hasta la plaza de armas, un par de cuadras apenas, y me encontré con los feriantes, y entre ellos las autoridades civiles y religiosas. Mal haya la idea que me llevó a formular el proyecto delante del grupo de lugareños. ‘Vengo del callejón. Un sitio mal aprovechado», les dije:

Que así estaba bien. Que ellos eran como eran, y así era su paz.

Al contrario. Mi idea es aprovechar suciedad y carroña, y solté mi propuesta. En silencio me oyeron. Después, el plebiscito, y nada, que no se ponía de acuerdo: unos, caparme, y otros que no, que nomás lincharme hasta que vomitara los hígados, para luego arrastrar mis despojos hasta el muladar, y olvidarse de que pasé por el pueblo. Yo, el imprudente: «Pero si sólo propongo que algún viejo santo de yeso, de los descontinuados por El Vaticano…» Que con el adecuado retoque, y en la mera esquina, a semejanza de lo que unos diputados de derecha proponen en Chile, clavar una tabla: «Calle Augusto Pinochet». Y su busto, presidiendo carroñas, pudriciones y vísceras. Ellos, entonces.. Logré salvarme. (¡UF!)

3 opiniones en “Yo, el despreciable”

  1. asi es valedor
    tu propuesta vale lo mismo paraa el finado pinochet como para cualquiera de los ilustres personajes contemporáneos que citas al inicio de tu fabulilla, es el sitio que les corresponde.

  2. Bueno, sí, pero esos aborrecidos de las masas populares, ¿cómo se las ingenian para resistir el repudio? Los Echeverría, Salinas, Bribiesca, Sahagún, Marta y su segundo marido, ¿qué caparazón de armadillo los amuralla, que han logrado sobrevivir a la vergüenza, las befas y las maldiciones, y a la chita callando y en la más abyecta impunidad devoran las buscas que lograron agenciarse en su paso depredador por los dineros de todos nosotros, que deberían haber servido para el beneficio de nosotros todos?
    Yo creo que recurren al autoengaño y se creen las mentiras que su aparato propagandístico generó, por ejemplo , cuando Pinochet perdió el referendum que lo sacó de la presidencia de Chile , un grupo de chilenos le espetó en su cara sus crímenes y él levantando una ceja dijo :¡Desagradecidos!. Realmente creyó que salvó a Chile , talvez lo mismo pasa con Echeverría , realmente cree que salvó a México en el 68 o Fox realmente cree que trajo la democracia y salvó a México de López Obrador.

  3. Maestro, la ironia suya es muy adecuada. Me llama la atención y me entristece como a punta de neoliberalismo nosotros, la gente, nos hemos ido insensibilizado y hemos perdido la capacidad de distinguir y por tanto de alarmarnos ante las acciones de los Pinochet, Sahagun, Fox, Calderon, Ulises Ruiz, Bush, etc.
    Me preocupa pensar ¿que tendría que pasar para que reaccionemos? de otra forma seguiremos aguantando cada vez cosas peores.
    Le deseo un feliz año 2007 con mucha salud y bienestar.

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