Terminó el estrépito, mis valedores. Los retumbos que cimbraron las tierras mártires de Palestina e Iraq se extinguen poco a poco, y retorna la paz. En esto, es obvio, fue determinante el espíritu de la Navidad. Me acerco a la ventana y desde la eminencia de mi cuarto de labor contemplo el vecindario, y hasta parece la pura verdad, que sólo calle y banquetas exhiben los restos de la contienda bélica navideña: pomos vacíos, rotas botellas, orines, desechos humanos, vómitos y todos los restos de cohetes, cohetones y chinampinas que convirtieron este raigón de La Magdalena Contreras en los territorios mártires de Palestina e Iraq. ¿Por qué? Lógico y excusable: los buenos católicos celebraban el nacimiento de Jesús el Cristo, y lo celebraron como Dios manda. Leo, variaciones del mismo tema, la nota de Reforma del pasado martes, 26 de diciembre (Su reportero, Sergio Flores, corresponsal, lo publica sin pizca de ironía, de malicia):
Acapulco. Ocho lesionados dejó ayer el estallido de dos granadas de fragmentación arrojadas en un bar donde decenas de personas festejaban la Navidad. (La Navidad en este nuestro México, católico al 87 por ciento.)
Aquí, los mismo: los héroes que vivimos en Héroes de Padierna e intentábamos dormir aquella negra noche de mi mal (la del festejo religioso), a la viva fuerza que tuvimos que soportar en desvelos, insomnio y desparramadero de bilis (negra), las granadas de fragmentación que lanzaron unos buenos católicos a los que no podemos culpar: enloquecidos de alcohol y drogas, festejaban el arribo de Jesús Niño en la forma en que les han enseñado, o permitido que lo festejen Porque los reverendísimos políticos Onésimos y Riveras, entre tanto, ésos andan embebidos en sus propios asuntos de grilla politiquera. El Opus Dei, El Yunque, los legionarios de Cristo, Laus Deo…
En esto pensaba yo a las tres de la mañana, a medias del insomnio navideño: en la segunda naturaleza del mexicano. Ya de regreso en la Europa de 1843, las amigas preguntaban a la marquesa Calderón de la Barca, que residió en nuestro país y que vació sus experiencias al respecto en un libro que tituló La vida en México: «¿Qué estarán haciendo los mexicanos?» «Lanzando cohetes» -contestó la marquesa, y no se equivocaba: aquí, en Héroes de Padierna, como en todo el resto del país, el mexicano expresa a estallidos de pólvora todo el dolor que experimenta, su desesperanza, el sentido de abandono y el desdichado amor, y los duelos, el júbilo escaso, las expresiones de machismo, el sentimiento patriótico y el apego a la tradición, al igual que las «derrotas» electorales, dolorosas, y las derrotas futboleras, más dolorosas todavía. Todo. A bombazos de esas granadas de fragmentación que son los cohetones de la artesanía nacional. ¿Lo dije antes? Es México.
Diez, quince intentos por dormir diez, quince minutos. Ya me remuevo en el jergón, ya cuento borregas, ya invoco a Satán, pero nada. Allá afuera, el estrépito del sonsonete a 25 mil decibeles. «¡Traigo mi camisa negra!» Yo, goloso de sinfonías y cantatas, ya me los atasco de algodón, ya las aprieto (las quijadas), ya las aflojo (sólo las lágrimas). Nada. «¡Traigo mi camisa!» Una probada de sueño, no más. Ya me pongo boca-arriba, ya boca-abajo, ya me enrosco, me pliego, me desenrollo, adopto la posición fetal, me culimpino, copio todas las posturas del Kama Sutra, mi kama un terreno inhóspito. Dios…
Ustedes, en su barrio, en su colonia, ¿padecen también la plaga de los bombazos? ¿Alguno de ustedes, enfervorizado con el «Gloria a Dios en las alturas y paz a los…», se la pasó estremeciendo a bombazos los cristales del barrio? ¿No teme al furor del Increado, ese Dios al que en toda la santa noche no dejaron pegar los párpados? En fin, allá ustedes con su propia conciencia. Yo no he de rendir cuentas ajenas en el más allá…
Allá afuera, a chillidos, la altísima poesía: «¡Eres como mariposa -que vuela de rosa en rosa!» Ah, Televisa, con qué vas a pagar esa degeneración en el gusto de una paisanada a la que sañudamente retiras del libro, del ideal y el espíritu, para hundirlo en esa cretinización colectiva de teletones, big brothers y reality shows (así, en pocho, en gringo de segunda). Porque para los paisas tienes el embrujo de Circe, que con una copa transformaba en cerdos a los humanos, y aquí lo estremecedor: ya que Ulises-Odiseo salvó a sus marinos, transformados cerdos, uno de ellos, en viéndose a salvo del hechizo, pidió a la maga: «A mí, señito, ¿no habría modo? Digo, ¿no? O sea: que me regrese a la condición de puerco, la verdá. Es que ya probé esa vida y me cái que después de todo no se pasa tan mal..» Circe, por darle gusto, lo plantó frente al cinescopio y le sintonizó Laura en América, le sintonizó La oreja, le sintonizó Ventaneando, le sintonizó Televisa, le sintonizó Tv Azteca: «De aquí en adelante, tu deleite serán las heces». Y si: (Mañana)