Incontrovertible, mis valedores. Malas artes de por medio, pero esa es la realidad: en el proceso electoral del dos de julio pasado una estrategia se impuso y un candidato resultó ganador mientras que el otro fue el perdidoso. Sin vuelta de hoja. Sin más. Mucho me duele el resultado, para mí y para tantos insólito, pero ante los hechos consumados qué puede hacer un paisanaje que tiene a flor de piel la cultura de la multitud, pero no esa de la organización celular autogestionaria, la única valedera para crear el verdadero poder popular, y repito: mucho me duele el resultado del proceso electoral, y no tanto por el perdidoso, sino porque el que resultó ganador, con todo lo que de nefasto representa para el país. Lóbrego.
Todavía antes del dos de julio yo vivía en un nirvana particular, en un castillo de la pureza que resultó, a fin de cuentas, un castillo de arena, cuando no de naipes. Yo, en mis cuentas alegres, miraba a López Obrador instalado en el palacio de gobierno; no, por supuesto, en Los Pinos, ese escondrijo de clima insalubre y sórdida fama como albergue de corruptelas, disipación, derroches y francachelas, aquelarres politiqueros y pugnas familiares. No ahí, sino en el palacio de gobierno, que, tal como fluía la campaña de los candidatos, más factible parecía que al tabasqueño le pudiera hacer sombra el Dr. Simi que no uno chaparrito, peloncito, jetoncito, de lentes, la viva estampa de la mediocridad, y tanto que anuncia al gordo fondomonetarista para titular Hacienda como pudiera anunciar el fin del mundo, que poco de lo que venga de él interesa, y habla de lo que habla como si lo hablase en el corazón del Desierto de Altar. Y aquí oigo al que me la interpela:
-Bueno, ¿y tú por qué tanto interés en el condenado Peje llegara a Los Pinos? ¿Andabas detrás del hueso, querías ser el Sari Bermúdez bigotón del nuevo sexenio?
Yo puras habas de hueso, yo carne, que sé ganarme a lo honrado. No, sólo que a mí, ciudadano agraviado de forma reiterada y con saña desde 1946 a la fecha (echen cuentas de los presidentes ladrones que se han sucedido en el gobierno desde Miguel Alemán hasta hoy), esta vez se me prendió una ilusión aquí adentro, miren, que me tiraba a soñar, a veces hasta dormido; una especie de onanismo mental que me mantenía ilusionado con la llegada del tabasqueño al palacio de gobierno. ¿Y saben en qué consistía dicha ilusión? Que con la llegada del Peje llegara a su término la carrera de logreros y ventajistas que aprovechan los seis años de residencia en Los Pinos para saquear, depredar y robar los dineros que aportamos todos y que deberían ser para beneficio de todos. Que al iniciarse el sexenio del tabasqueño ocurriese no el cambio estructural del país, que esa tarea corresponde al paisanaje, pero sí por esta vez, cuando menos por esta, las instancias correspondientes llamasen a cuentas a Fox y su cálifa de validos, que a balidos cultivaron una mente dócil a fantasías, fantasmagorías y esos fementidos mundos de fábula y encantamiento que en las mentes débiles suelen forjar los humos de las drogas tranquilizantes. Que ahora sí, finalmente, harto como estoy de los latrocinios que viene cometiendo el titular del Ejecutivo en turno, de Miguel Alemán a Zedillo, con Fox se rompiera, por fin, esa cadena de impunidades atroces, y por esta vez, cuando menos por esta, se aplicara la ley, y la «pareja presidencial» no estuviese a estas horas haciendo cuentas alegres y mudando el producto de sus tapicerías al rancho San Cristóbal y a la farmacia veterinaria de Celaya, sino que todos, así Bribiesca como Sahagún, pasaran a ocupar su celda en La Palma. Y la paz.
Y fue así como el fluir de la campaña electoral me llevó a dar por sentado el triunfo de López Obrador, y tanto de palabra y obra me lo había venido agrediendo Fox a chicotazos de lengua, que lo di por hecho: ya instalado en el palacio de gobierno va a apelar a la ley para romper la abyecta cadena de impunidades, que bien lo dijo en su momento el ex-presidente Emilio Portes Gil: «En este país cada sexenio arroja comaladas de millonarios».
Que con López Obrador esa tradición se rompiera en Fox y honorable familia; política, naturalmente. Cándido de mí: fue por aquel entonces, y de esto hace no más de un año y un par de meses, cuando este iluso se dio a redactar una fabulilla que hoy, amarga la boca y un desparramadero de bilis (negra) que hagan de cuenta que una manada de uniformados de la federal preventiva la corretea por calles de la ciudad, ofrezco a todos ustedes para que en cabeza ajena escarmienten y no les dé por soñar que el enemigo histórico va a dejarse arrebatar la víctima de sus depredaciones. Fue en septiembre del año anterior, cuando desde aquí decía al derrotado López Obrador:
Estoy mirando, a colores y en relieve, el mapa de México, que en los próximos años habitaremos usted como gobernante y yo como gobernado. Si nos dejan. No nos dejaron. (Sigo mañana)
así es valedor, esa masa fiel creyente del fin de las corruptelas ocultas a través de fideicomisos, obras fantasmas, asignaciones directas millonarias de obra pública a cuatezones y familiares, fobaproas, sueldazos y prebendas sin fín, y una larga lista de abusos de poder, tendrían fin, o por lo menos se frenarían en gran parte, seguiremos imaginando ese mundo de oz y la realidad que no nos achicopale.
todos a la resistencia civil pacífica, que vapara largo.