Muertes paralelas

Esta vez el suicidio, mis valedores, ese asesinato que algunos perpetran con el humano que tienen más cerca, y al que más deberían amar, para estar en condiciones de amar al prójimo como a sí mismos, y así no morir del todo. El suicidio fue exaltado como remedio a todos los males por el suicida inducido Séneca, que se cortó las venas por encargo de Nerón, remedio que tiempo después iba a poner en esa clase de tela que el la de la duda uno que de todo dudaba: Hamlet. Del suicidio y en juego de paradojas lo afirma Camús:

No hay más que un problema filosófico verdaderamente seño: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía (…) Hay una relación entre lo absurdo y el suicidio, que es una solución de lo absurdo, problema que puede parecer a la vez sencillo e insoluble…

Cuatro suicidios famosos traigo ante ustedes por la relevancia de los protagonistas, y porque su asesinato lo perpetraron en pareja. El primero de ellos es el de Stefan Zweig, autor de novelas, teatro y biografía que, judío de ascendencia y crítico del nazismo, se vio precisado a salir de Alemania y refugiarse en Brasil. Ante el sombrío futuro de Europa y de la amenaza mundial del nazismo escribe en 1942, luminoso testamento:

Creo que es mejor finalizar en un buen momento y de pie una vida en la cual la labor intelectual significó el gozo más puro y la libertad personal el bien más preciado sobre la Tierra…

Después de ello, abrasado de pesimismo, se abraza de su Charlotte Elisabeth. Ambos se quitan la vida.

Otro caso: el húngaro Arthur Koestler, político y ensayista, periodista y científico. Badajeando entre la esperanza y el desencanto, fue a su hora sionista, antisionista, comunista y anticomunista, y nos legó, con muchas más, Los sonámbulos, obra monumental y magnífica donde me hizo escuchar la sinfonía de los astros, que percibió, el primero, Pitágoras La obra de Koestler constituye «la conciencia crítica que ilumina un mundo de progreso e inimaginables horrores», esos que en 1983 lo llevaron, con todo y Cynthia, su esposa, a beber sendas copas de cognac sazonadas con barbitúricos…

Antes, mucho antes, la historia consigna el suicidio de Marco Antonio, frivolón y mal estratega que, al repudiar a su esposa Octavia para hacer pareja con Cleopatra la célebre y al propio tiempo tratar de tomar para sí todo un imperio, es aniquilado por Octavio, cuñado sañudo. Tal fracaso obligó a suicidarse al romano, y a la egipcia a tomar el mismo camino.

Sombrío, impresionante, el suicidio que se perpetra en los entresijos de cierto bunker bajo un Berlín en ruinas, en llamas, en muerte, en desolación. Siniestros personajes concurren a la ceremonia de la necrofilia y se encargan del veneno y las armas que van a segar la existencia de un genocida que se prepara a morir mientras afuera resuenan clamores de destrucción y desmembramiento. Goebbels sostiene en sus manos veneno y armas, mientras quienes han de morir, el amante y la concubina, contraen matrimonio antes de dejar,juntos, la vida. El, por supuesto, Adolph Hitler; la que fue su amante y es flamante esposa: Eva Braun. Lúcidamente demencial, el Führer se despide se despide de sus dos secretarias y pone en sus manos el legado póstumo:

– Me disgusta no poder hacer a ustedes otros obsequio de despedida.

Y les entrega sendos frascos de veneno. Y la pistola, el frasquito de líquido amarillo, el suicidio. Hitler y Eva han ingerido su ración de muerte. Afuera Europa se derrumba en pedazos…

Derrumbamientos. A esto quería yo llegar: Stephan Zweig por escéptico y Koestler por desencantado; por ambición, deslealtad y lujuria el romano, y el genocida de Auschwitz por megalómano. ¿Cuántas buenas razones no podría abonarle su conciencia para una sobredosis de Prozac a ese que, inculto y cerril a diferencia de Zweig, tan ajeno a los negocios espirituales de Koestler cuanto voraz con los negocios terrenales, jarioso como el romano pero sin una brizna de su grandeza o del prestigio sombrío del genocida, ha dejado «memoria amarga de mi», que dijera el Tenorio? ítem más: sin una chispa de la entereza de las suicidas, ¿cuántas arrobas más de ridículo, de abyección y descrédito se precisarían para que ella se decidiera a compartir la presunta sobredosis de Prozac? Ella, familiar de corruptos y madre de hijos señalados de ladrones por la opinión general; ella que con el marido segundo y segundón ha descendido la ruta del esperpento, el ludibrio y el ridículo total; ¿si ella con él, que sin valores morales para resistir el peso de un efímero poder son vértice y vórtice del odio y el desprecio de todo un país, victimaran la trágica farsa con disparos de Prozac? Pero después de todo, mis valedores: ¿su muerte desmancharía la banda presidencial? (¿Sí..?)

2 opiniones en “Muertes paralelas”

  1. el sexenio agoniza, para bien de muchos, aunque la dosis de cicuta que día a día nos endilgan los medios para hacernos ver los inexistentes logros del foxismo, no nos matará; sin embargo, nos hacen pesadilla este lento acontecer, aún no avisoro la luz del final de este largo tunel, y sabemos que al final no habrá luz deslumbrante sino que nos rodearán tinieblas.

  2. ¡Ah! Valedor

    Si los deseos fueran realidad ya quisiera unos milloncitos en la bolsa, pero esos solo estan reservados para los hijos de cierta celayence, que en dos o tres años (los que le dara el pelele de impunidad) se divorciara y convertira en ojo de hormiga. Creo que hay mujeres (o era arañas) que se comen al macho (de botas) para alimentar la hueva que fertilizo el ahora comestible.



    por eso creo que la doña no se suicidaria ya que eso le impediria ser beatificada, ya que desde ahorita se le pueden registrar algunos «milagritos» y si no ……al tiempo

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