Al menos tal es el sentido del mensaje que los vecinos de Cádiz, en la Mixcoac-Insurgentes, enviaron un día como hoy, pero de hace un par de años, a un cierto ciudadano del que sólo conocen el nombre y un breve retazo de su biografía personal, por el que se enteran de los oficios que ha desempeñado en su vida, y válgame, resultó que aquí tiene un colega: La Jana Chantal, travestí. Pero antes de caer en el malentendido, el mensaje:
C. Israel Reyes Montiel: no cabrearse antes de tiempo; durante el día, la Jana Chantal es el Tano, vulcanizador de repelos de llantas que Texas nos arroja en plena cara y con los que cachetea porque eso y más merecemos al soportar en Los Pinos entreguistas y vendepatrias. Es durante la noche cuando, medias cuadriculadas y mini-mini de licra, en la esquina de Insurgentes y Extremadura completa el gasto del día
– Al contrario, bigotón (me dice al leer por sobre mi hombro lo que voy redactando); es de vulcanizador como completo mi gasto; y el suyo, si me acepta su bono de la tercera edad.
¿Ve, señor Reyes, cómo usted y la Jana Chantal ambos huleros de ocupación, resultaron colegas? Por eso ella (él) ha simpatizado con usted, como también, eche cuentas, la tía Conchis, conserje del edificio; el joven juguero, su changarro no lejos del eje vial Félix Cuevas; el Síquirí, uno de dientes de oro nativo de Chinches Bravas, Ver., vagamente delincuente y más vagamente un hombre de bien; don Tintoreto, lavado en seco y a todo vapor, se ensanchan y angostan corbatas; la Lichona, frutal sota moza, vecina mía que cruza frente a mi mundo con esas y esos y los aquéllos forrados en blancos mallones tres tallas debajo de lo que piden, exigen, demandan sus redondeces. Mirándola, rezo entre dientes la oración del Anima Sola: «Las goza quien las merece, que yo con verlas descanso». (Yo, más que su marido el Cosilión, ya creo merecerla, porque ya logré ponerle en mi pecho su más grande altar…)
A los asiduos a la tertulia, don Israel, los tiene usted de simpatizantes, por más que el maestro tiene sus dudas mientras no lo miren en acción: «El oficio lo pudiese malear». ¿Enemigos? Dos: la Maconda. neopanista y adoradora de Diego el barbón. En la cabecera de su cama la vera efigie de los dos tocayos: Juanga I y Juan Pablo II. Su otro enemigo es mi primo el Jerásimo, hijo (putativo, qué vergüenza) de Las Güilotas, Zac., y licenciado (más vergüenza todavía) del (de lo que queda del) Revolucionario Ins. Yo, como los demás, mis simpatías, y un íntimo deseo de todos nosotros: que se decida, señor; que deje de lado escrúpulos e indecisiones y no espere, como lo afirma usted, para aceptar el puesto de presidente municipal de San José Estancia Grande, Oax., que heredó de su difunta esposa Guadalupe Ávila Salinas, a la que asesinó un felón, y priista, y presidente del municipio. Ella, después de muerta, ganó la elección; a usted, candidato sustituto, le pertenece. Sus objeciones: «Es que yo sólo soy un trabajador manual. Yo, a los 12 años de edad, ya era llantero, vulcanizador».
Lo dicho: colega de la Jana Chantal, aunque no precisamente en las artes de la mini-mini y el dorado talón, oficio tan placentero para mi vecin(o)(a), allá ella(él). Otra de sus objeciones: «Es que nunca me ha gustado estar al frente de la política, y sólo tengo de estudios primaria y secundaria».
¿Y? ¿Qué conque? Pocos estudios, pero yo lo he escuchado de viva voz, y ya quisieran expresarse con tanta claridad el propio José Luis Borgues o la Gran Rabina Tagore. No le gusta estar al frente de la política. ¿Y? A otros les encanta, y ya ve el resultado: una atroz desilusión para todos los paisas. Dudo, dudamos muchos, que usted lo hiciera peor. Agrega: «De mi Lupita aprendí la honestidad, la transparencia; y para el trabajo, pues ahí sí soy muy bueno».
Espléndido, y lo positivo de su desgracia personal: no carga usted (no cargarían sus gobernados) con ese lastre de «primera dama» que me lo ponga en evidencia cada día lo exhiba de mandilón y lo fuerce a tornarse rijoso, pleitista, chiflero, picapleitos, matasiete de puñalada trapera y elemento de discordia y desunión de los gobernados y los enfrente bando contra bando. ¿Usted, de su Lupita, aprendió no perversidades, sino virtudes? A ponerlas (en práctica) para beneficio de la comunidad. ¿Que no sabe gobernar? Esos, que se las dan de estadistas, ¿gobiernan? ¿Esos huleros?
A desechar escrúpulos, don Israel. A gobernar San José Estancia Grande. ¿Por qué el deseo de los contertulios? La esperanza mi señor: que en uno de los coletazos del monstruo que apodan política llegue usted a Los Pinos. ¿No llegaron otros huleros sin su honestidad de obrero soldador y albañil, según su currículo? Nosotros, reacios a asumir, qué diéramos por delegar en un honesto albañil. Láncese ya a la política, don Israel. El de la tertulia, todo para usted. (El voto.)