Ciudad de Chihuahua, 30 de julio de 1811. Aquí y en esta fecha fue fusilado Da Miguel Hidalgo y Costilla, al que previamente había excomulgado Manuel Abad y Queipo, obispo de Michoacán. Y las vueltas que da la Historia, mis valedores: fue el Tribunal de la Inquisición, ese que en nuestro tiempo y con el nombre de Consejo de la Fe presidía hasta hace algún tiempo Joseph Ratzinger, hoy Benedicto XVI, el que formuló contra Hidalgo 53 cargos, para terminar azotándolo con la excomunión fulminante. La defensa del Libertador:
«Todas mis acciones estuvieron fundadas en el derecho que todo ciudadano tiene cuando cree que la patria está en riesgo de perderse».
La voz de la Iglesia Católica Arzobispo Lizama, octubre de 1810:
«Hijos míos, no os dejéis engañar: el cura Hidalgo, procesado por hereje; no busca vuestra fortuna sino la suya; como ya os tenemos dicho en la exhortación del 24 de septiembre: Ahora os lisonja con el atractivo halagüeño de que os dará la tierra: no la dará y os quitará la fe; os impondrá tributos y servicios personales, porque de otro modo no puede subsistir en la elevación a que aspira y derramará vuestra sangré y la de vuestros hijos».
En la Nueva España de entonces existían 29 centros culturales. Templos católicos había once mil ciento dieciocho. Así, quien levantó un pueblo en armas, lo pagó con su vida luego de que sobre su cabeza cayó todo el peso de la excomunión. Aquí, revelador, un trozo del documento que, fechado el 24 de septiembre de 1810, firma Abad y Queipo, más tarde sospechoso, él también, ante el Tribunal de la Inquisición:
«La Nueva España (…) se ve hoy amenazada con la discordia y anarquía, y con todas las desgracias que la siguen. El cura de dolores don Miguel Hidalgo (…) levantó el estandarte de la rebelión y encendió la tea de la discordia y anarquía, y seduciendo una porción de labradores inocentes les hizo tomar las armas; y cayendo con ellos sobre el pueblo de Dolores el 16 del corriente al amanecer, sorprendió y arrestó los vecinos europeos, saqueó y robó sus bienes. Como la religión condena la rebelión, el asesinato, la opresión de los inocentes; y la madre de Dios no puede proteger los crímenes; es evidente que el cura de Dolores, pintando en su estandarte de sedición la imagen de nuestra Señora, y poniendo en su referida inscripción, cometió dos sacrilegios gravísimos, insultando a la religión y a nuestra señora.
El cura Hidalgo (…) insulta igualmente a nuestro soberano, despreciando y atacando el gobierno que le representa, oprimiendo sus vasallos inocentes, perturbando el orden público, y violando el juramento de fidelidad al soberano y al gobierno, resultando perjuro igualmente que los referidos capitanes (…) El mal haría rápidos progresos si la vigilancia y energía del gobierno, y la lealtad ilustrada de los pueblos no lo detuviesen.
Yo (…) vuestro obispo (…) debo salir al encuentro a este enemigo, en defensa del rebaño que me es confiado (…) Así pues, me debéis creer.
En este concepto y usando la autoridad que ejerzo como (…) obispo declaro que el referido don Miguel Hidalgo, cura de Dolores y sus secuaces los tres citados capitanes, son perturbadores del orden público, seductores del pueblo, sacrílegos, perjuros y que han incurrido en la excomunión mayor del Canon (…) Los declaro excomulgados vitandos prohibiendo, como prohíbo, el que ninguno les dé socorro, auxilio y favor, bajo pena de excomunión mayor ipso facto incurrenda. Item. Declaro que el dicho cura Hidalgo y sus secuaces son unos seductores del pueblo y calumniadores de los europeos. Los europeos no tienen ni pueden tener otros intereses que los mismos que tenéis, vosotros los naturales del país, es a saber, auxiliar la madre patria en cuanto se pueda.
La unidad de todos los habitantes de este reino está en mano de nuestro digno jefe el Exmo. señor Virrey actual que, lleno de conocimientos militares y políticos (…) hará de nuestros recursos y voluntades el uso más conveniente para la defensa exterior de todo el reino. Dado en Valladolid, a veinticuatro días del mes de septiembre de mil ochocientos diez».
México. Tiempo después, ante la invasión de EU en 1847, el clero: «Luego de que el Gral. Scott se posesionó de la plaza de Veracruz, le propuso don Pablo Vázquez, obispo de Puebla:
Si me garantiza que serán respetados los bienes eclesiásticos, yo le ofrezco que en Puebla no se dispara un solo tiro».
Habiendo tomado la Cd. de México, en un día de campo que se dio en su honor, los munícipes clericales brindaros a la salud del ejército americano (sic) y por la anexión de México a los Estados Unidos…
En los campos de batalla miles de patriotas mexicanos cubrían con sus cadáveres el suelo patrio. México. (Este país.)
Como dijo Napoleón a su ejercito: Apunten hacia Roma y alguien le respondió, la bala no llegara a su destino, tampoco su excomunión… Yo también les digo a mis paisanos boicot a las misas de los cotonudos traidoes hijos de Su ¡Vale… mi valedor!