Jura la Biblia que nada hay nuevo debajo del sol, y el lugar común: la Historia, cansada de crear, se repite. Ayer fue Nicaragua, México es hoy, mañana será otra vez Nicaragua, y vuelta a empezar. El matutino de ayer:
A dos semanas de iniciada la contienda rumbo a las presidenciales del 5 de noviembre, ningún candidato opositor a Daniel Ortega habla de sus planes de Gobierno. La idea fija de los opositores es emitir mensajes alarmistas contra Ortega y el FSLN…
Managua, ayer. Miro la foto en el matutino de aquel entonces: la plaza principal, enfiestada, hervorosa de dianas, entorchados y trajes de gala, tal como aún la recuerdo en la noticia que dieron a conocer todos los cinescopios. Aquella mañana de pólvora, sol y voleo de campanas, se cambiaba la presidencia del país. El corazón de Managua, un ascua viva…
Fue en los 80s. Al triunfo de la revolución sandinista sus comandantes conocían el nivel máximo de popularidad entre sus coterráneos y gobernaban el país; eran los esforzados hermanos Humberto y Daniel Ortega, el monje y poeta Ernesto Cardenal, el novelista y luchador civil Sergio Ramírez, y los todavía por aquel entonces íntegros e ínclitos Tomás Borge y el Comandante Cero. Fueron ellos, los sandinistas, quienes en nombre de la democracia y como por no dejar, al término del gobierno de Daniel Ortega llevaron a cabo el proceso de las urnas. Unas elecciones de mero trámite. El Frente Sandinista de Liberación Nacional seguirá gobernando, se aseguraba. Lógico…
¿Lógico? Miro la foto y recuerdo la escena, y aquí lo increíble: la Nicaragua que fue de Estrada, Umanzor y Augusto César Sandino, vencedores de los gringos invasores; la Nicaragua de León y el barrio heroico de Monimbó, que terminaron con la dictadura de la abyecta dinastía de los Somoza, repudiaba al sandinismo y aplaudía a sus nuevas autoridades, quién lo creyera…
Evoco el suceso de aquel entonces que vi en el cinescopio: bastón en la diestra y paso cojitranco, una modesta ama de casa, la señora doña Violeta Barrios, viuda de Chamorro, por media plaza se desplazaba rumbo al estrado donde la estaba aguardando la banda presidencial. De no creerse, mis valedores: los «nicas» habían dado la espalda a los sandinistas y el voto a la viuda de un periodista asesinado por la dictadura somocista. De no creer lo que sucedía esa mañana en Managua…
Recuerdo el reportaje: cansino el andar y en el bastón la diestra, la señora ama de casa partía plaza entre los aplausos de los asistentes a la ceremonia. Yo, los lentes clavados en el cinescopio (tenía menos edad, por eso todavía necesitaba lentes), pregunté a mi amantísima:
– ¿Lo entiendes tú? ¿Puedes entender cómo esa viuda señora que trastabillea rumbo a la primera magistratura de Nicaragua desplazó a los luchadores de la revolución libertaria de Nicaragua? ¿Lo entiendes tú, Nallieli? Porque lo que es yo no, de plano…
– No lo alcanzas a entender porque algunos detalles te pasan inadvertidos. Los bastones en los que se apoyó la señora, pongamos por caso.
– Uno le miro en la diestra, en el que aligera la pierna enfermita.
– No es un solo bastón, son muchos. Mira ahí. ¿Qué ves, amor..?
Los vi, los miré, los observé, y claro, válgame, con razón: entre discretos aplausos a la nueva presidenta de Nicaragua distinguí los bastones que la apoyaron en su camino rumbo al poder. De este lado en el palco de honor, sonriendo apenas, los representantes de Washington; de este otro, ellos sonriendo beatíficamente (lógico), el Cardenal Ovando y la alta jerarquía católica; más allá, los rostros circunspectos de los dirigentes de organismos empresariales (sí, norteamericanos). Más acá, los capitostes de radio, TV y prensa escrita: más allá, ojo avizor, los entorchados de uniforme militar. «¿Comprendes ahora, mi amor?» Comprendí entonces, y mis valedores…
Di gracias al cielo porque México no es Nicaragua, y hasta mi país no alcanza la mano rapaz e invasora de Washington, ni unos monopolios empresariales que, ahijados de la Casa Blanca, impongan Acuerdos de Chapultepec con modelos económicos dañinos para el fregadaje, ni consorcios de radio, TV y prensa escrita que lleguen a enajenar aturdidos hasta el grado de que éstos terminen dándolas al enemigo histórico (las de votar), ni la divina maldición de una jerarquía católica que desde el púlpito y al engaño de la religión manipule a las masas para propiciar el continuismo de una ultraderecha reaccionaria, yunquera y opusdeísta de cristeros tardíos. Fue entonces: de pie, brazo e índice en alto, lancé el vaticinio:
– En México, por fortuna, si llega a surgir un carismático líder de masas, ¡ese nunca podrá ser derrotado por ningún chaparrito, peloncito, de lentes..!
Eso dije. Acertado que es uno. (En fin.)
así es valedor
pero ni por eso aprendimos. El cuarto poder modernizado (convertido actualmente en el poder total) nos llega por radio, tv, telefono fijo y movil, internet, señalándonos el camino y desde luego nuestra alma es tocada por las homilias dominicales que nos ayudan a ahuyentar a satán de nuestra vida.