Calderón, un presidente «sitiado» Para evitar la multitud de simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador, que se instalaron en la sala principal y gritaban ofensas a todo aquel que salÃa del edificio, los panistas dejaron el inmueble por la puerta trasera del estacionamiento. (La Jornada y Reforma del pasado miércoles).
Lo que ocurre con los panistas y su presidente electo (uno chaparrito, peloncito, de lentes) me llevó a recordar el episodio aquel que cuenta Rubén Romero en El pueblo inocente o alguna otra de sus novelas, que cité en la tertulia de anoche. «¿Identifica alguno de ustedes el pasaje del coronel federal frente a los aprendices de revolucionarios?» Los contertulios pistojearon.
Este pasaje de la novela me atacó a mansalva la noche del pasado miércoles, que fue de desvelo, y a lo obsesivo me rebulló en la mente para terminar perpetrando fulminante insomnio. Encendà la luz y por llamar al sueño me puse a leer el «Mensaje a la Nación del presidente«. Resultó peor. Al insomnio se empalmó la rabia Arrojé al cesto el «Mensaje a la Nación del presidente«. Ahora, una noche más tarde, el maestro:
– Nuestro anfitrión se refiere al incidente que en primera persona relata el novelista, y que según lo evoca mi memoria va más o menos asÃ: «Era yo un joven despierto, audaz, novelero. Aquel dÃa entró mi padre al corral y con semblante preocupado me comunicó la novedad: se rumoraba que en la capital del paÃs habÃa estallado la revolución de Madero, y que por estos rumbos se habÃan ubicado espÃas federales. ‘Yo â??poca delicadeza la del novelistaâ?? me levanté (estaba acuclillado) y amarré el cordón de los calzones».
Y que a la posibilidad de la aventura le latió fuerte el corazón, y su lógica respuesta de joven que, aburrido en el poblacho, ventea nuevos vientos para cambiar de rumbo su vida ‘Yo, revolucionario de chisguete, me junté con varias docenas de jóvenes de mi carnada y armados con unas viejas escopetas enfilamos al puente donde tendrÃan que pasar los federales. «Allà vamos a afortinarnos», dije, dirigiendo la operación».
«¿Y esos? ¿A dónde se dirigen en bola?», preguntaban los curiosos.
«Al puente, a afortinarnos» â??respondió uno de los gañanes.
Y ocurrió, contertulios, que sin saber cómo fue, los bisoños detuvieron a algún militar desbalagado, un coronel que, ajeno a cualquier revolución maderista, pacÃficamente se dirigÃa a la población. Lo toman preso y lo encierran en alguna troje, con centinela de vista «Prepárese, que va usted a ser pasado por las armas». El desdén del uniformado los extrañó; los saco de balance. «Ah, jovencitos, conque me van a fusilar…»
Y asà pasó un dÃa, y pasaron varios más, y entre los novatos el conciliábulo: ¿qué hacer con el coronel? «Fui y en la cárcel improvisada me entrevisté con él. La revolución ha decidido conmutarle la sentencia de fusilamiento. Tendrá usted prisión perpetua».
«¿Que qué? ¡Nada de eso, no estamos jugando! ¡Ustedes me fusilan!» Y les volvió la espalda Se azozobraron. La actitud desdeñosa del militar los desconcertaba De la capital ninguna noticia de ninguna revolución, y el prisionero se tornaba una carga Nuevo conciliábulo, y…
«Coronel, hemos decidido entregarlo a la superioridad».
«Nada de entregarme. A mà me fusilan o pobres de ustedes».
Los revolucionarios de utilerÃa se reunieron, discutieron, deliberaron. Su propósito: salir del paso lo menos desairados posible. Hasta que aquella tarde: «La revolución ha decidido dejarlo en libertad, coronel. Puede usted irse».
«¿Qué? ¿Irme? ¿Asà nada más? No jovencitos. Ustedes me fusilan o verán para qué nacieron. ¡Les exijo que procedan conforme al código militar en tiempos de guerra!»
«Váyase capitán».
«¡Yo fui sentenciado a muerte! ¡No voy a huir!»
«No es ninguna huida Lo perdonamos».
«¡De qué carajos me van a perdonar! ¡Soy su prisionero de guerra, fui condenado a muerte, y exijo que se cumpla la sentencia!»
Embarazosa situación: «Váyase, coronel, por vida suya Todo fue un mal entendido. No nos comprometa tenga piedad, váyase..»
La puerta abierta de par en par, le imploraban: «Por piedad…»
Tal fue, en esencia, el relato que en versión libre recreó el maestro la noche de ayer. En lo que estoy cierto de que falló fue en los nombres. No creo que el novelista los haya nombrado: al coronel, AMLO, y a los bisoños y aturdidos, Fox y un chaparrito, peloncito, de etc. El maestro, ¿se equivocó?
Nueva York. AMLO tiene poder en la calle, el Congreso y los sindicatos. Desactivarlo, prueba de fuego para el gobierno…
(Fecal)
Calderón ha dicho que aplicará el programa social que propuso López Obrador (sà , ese que llevarÃa al paÃs a la quiebra), por lo que se podrá decir que López obrador gobernará desde la oposición.
Ahora sà Don Felipe del Sagrado Corazon de Jesús… a cumplir sus promesas. TodavÃa lo oigo en su sobreactuado papel de candidato: «Ano (o mano, o algo asÃ) firme contra la delincuencia». El aborrecible peje esta violentando el estado de derecho ¿que espera? No que no le iba a temblar la (el) m…ano. Conste: el que se rÃe al último, se aguanta, o algo asÃ.