En el poniente, mis valedores, ¿observan su agonÃa? Ya sin fuerzas para defenderse, el sol se desangra en amarillos estertores que embarran techumbres y muros del caserÃo allá por los rumbos del Tepeyac. En la terminal de autobuses esos provincianos, mochila al hombro, descienden del guajolotero maltrechos, desvencijados después de horas de camino. Pajarean para todos lados: «¿habrán llegado los demás..?»
Obsérvenlos deambular por las salas de espera. Alguno bosteza, otro avienta el escupitajo, y este comienza a desparramar bocanadas de humo por boca y nariz. «Retirar el hambre». Y a ambular por la central camionera…
(En silencio viajaron, cerrados los ojos; pensando, nomás pensando; quizá alguna oracioncilla que salió a lo subrepticio, como cuando nos desborda la necesidad de llorar. Horas de carretera desde todos los puntos de la rosa hasta recalar en el DE Sexenio de Fox. Democracia. México.)
La tarde envejece mientras ellos arriban en tandadas de treinta, cincuenta fuereños que enfilan calle adelante rumbo al oriente de la ciudad; a cumplir la encomienda como representantes de miles y miles que allá se quedaron. «Apriétenlo, que tenemos poco tiempo». (El paso.) Campesinos de oscuro color y greña renegrida; viejos, y chamacos, y embarazadas. «Aprisa». De prisa caminan, al hombro el morral bastimento y un rollo de papel. «Aprisa, ya va a oscurecer».
Esto que les relato, mis valedores, ocurrió la tarde de un viernes. A buen paso estos grupos se agregan a estos, y entre todos van formando un abigarrado contingente de vestimenta y gorros diversos según la querencia de donde vienen. «Que nadie se deshalague». Variopinto el vestir como los dejos del habla, pero existe en todos un sello de identidad: son los pobres de la tierra. De la tierra de este paÃs. Son paisanos hervorosos de tufos, calores, sudores, expectación. (México. Democracia Sexenio de Fox.)
Y ocurrió que a aquello de entre dos luces el contingente avistó, a lo lejos, el edificio. Botas, tenis y huaraches aceleraron el paso, y allá van, directo a la explanada «Gracias al Santo Niño llegamos sin novedad».
¿Sin novedad? ¿Y eso? «¿Por qué esa cerca de fierro?» Los delanteros se frenan. Y fue entonces: de repente, el escuadrón de uniformados, paso redoblado, se deja venir, tolete al cuadril, escudo y arma larga al frente, contra los gorros de palma que caminaban hacia la explanada del edificio. De atrás de la careta si es que asà se llame; de entre la máscara de hierro o del material que sea, y de los mostachos, los dientes de oro, una lengua pastosa y un corrompido aliento, las palabras como bombas de racimo. Zozobra, expectación. «¡TÃznale, que no podemos pasar!»
No más allá de esas vallas. «Que si nos declaramos en rebeldÃa no responden chipote con sangre, y que ái se nos haga si nos la hacen de gas (lacrimógeno), y que si en algo apreciamos la vida tenemos que recular».
– ¿Recular? ¿A estas horas? ¿Con quién vamos a recular?
– Recular de retacharos por donde vinimos y arrendarnos pa nuestros bebederos. Que hoy se cebó, que no va a haber nada Nada de nada
– Cómo de que nada va a haber. Cómo que nada de nada..
Que nada de nada, dicen aquà los pinchis sardos.
– ¿Nada? ¿Y nosotros qué? ¿Nos vamos a quedar con las ganas? ¿Pa esto vinimos desde tan lejos? ¿Pos a qué le están jugando, tú?
– Que dizque allá adentro unos broncudos se alebrestaron, y que al mero mero se le frunció. Que nada de nada
– Pos qué zacatón de miércoles, que nos echa a perder nuestra buena intención. ¿Asà que este primero de septiembre no va a haber informe?
– No, paisas. Que se le frunció el cicirisco.
– ¿Tonces nos vamos a quedar con las ganas? ¿Coitus interruptus? Y nosotros, mineros y campesinos, artesanos y amas de casa, obreros de salario mÃnimo y desempleados, que desde tan lejos venÃamos nomás a aplaudÃrselo a Fox, su informe Caracho, ¿y ora cómo mostrárselo, nuestro agradecimiento?
– Y yo que pa venir a echarle un chiquitibún a Martita malbaraté un güey, si seré güey. ¡Vamos, México!
– No, ¿y luego nosotros? Desde San Cirindango nomás a echarle porras a Manolo y Fernando Bribiesca, y ora no poder aplaudÃrsela, pa su madre…
– Nosotros, los de Oaxaca, que venÃamos a aclamar a Ugalde, a Leonel Castillo y a su engendrÃn, uno chaparrito, peloncito, de lentes, hijo putativo de toda su polÃtica neoliberal. ¿Y ora resulta que nos quedamos con las ganas? ¿Cómo podemos corresponder a Fox por todo lo que hace por nosotros?
– Mercar unas cocas. A un ex-gerente cocacolero no le vendrÃa mal.
Democracia. Sexenio de Fox. (México.)
Recordando a mi paisa laco Zepeda:
Con paso lento y rienda suelta, va el potro alazán lucero. Pisando fuerte, sacando chispa en el camino empedrado. Luego, en la entrada del pueblo saca el pecho, aprieta el paso relinchando recordando la vieja caballeriza. Pero, ha… sorpresa se llevo el jumento al mirarse en el cristal de la peluquerÃa, nada menos que la silueta de animalito orejón pelo tiznado que siempre se creyó caballo y solo era un burro â??con perdón de esos animalitos… Ha! Vicente si nunca hubieras salido del rancho San Cristobal