¿Por qué, si buscaba mi cordón umbilical, no recalé en mi terruño? Si intentaba tornar a mi raíz, con sus serranías entrañables, sus sonidos y olores, sabores y aromas, tufos y esencias, ¿por qué no visité mi Jalapa Mineral? ¿Por qué, aturdido de mí, fui a recalar a Las Güilotas, Zac, con la familia de mi primo el Jerásimo, licenciado del (de lo quedó del) Revolucionario Ins.? (Hoy este susto, esta zozobra, esta corazonada.) Y es que anteanoche, yo desempacando del camión guajolotero, a la querencia de un techo recalé en la finca del Piojo Resucitado, por mal nombre mi tío José Encarnación, cuando en eso, mama mía, o más bien mama de ellos…
Ellos. El salón de la casa un ascua viva reventando de música, risotadas y manoseos burdeleros frente a la vigilante mirada de la tripona del turbante fiusha y vestido de charmés, lentejuelas y bordados de oro: mi tía Tencha grande (zafia y vulgar nueva rica y, por lo mismo, amante del relumbrón), madrecita de la Tencha chica y de mi primo el Jerásimo; una madrecita que, ya crecida en edad, volumen y peso, se tornó madrota de la docena de mini-minis del negocio familiar, que repegaban su negocio familiar a la jariosa hinchazón de unos payos drogados, erotizados, alcoholizados. Yo, desde la puerta: «¡Tía, tiíta!» En la escandalera la interpelada no me oyó (¿no quiso oírme?) Y alcoholes que van, y briagos que vienen, y parejas que soban lubricadas entrepiernas en un aire que se asfixia con humazos y tufos a petate quemado. «¡Tío Chon!». Nada. El Piojo Resucitado, ultimando la entrega de sus sembradíos (droga) a los entejanados del cartel de Las Güilotas. «¡Tiíto!» Con mis dos petacas (el equipaje) penetré en el salón. «Tiíta». Y válgame…
Ahí, entre la rueda de jariosos, mi prima Tencha chica, que en el DF ficha en El Burro de Oro bajo nombre artístico de La Princesa Tamal: en las vedijas un trocito de trucita minusculita que mal le disimulaba el mayusculote, y aquellos meneos, quiebres, calambres y contorsiones que engarrotan nervios y cartílagos de unos payos babeantes. «¡Cosota!» Me dirigí al maestro de ceremonias: «Jerásimo» Nada Y fue entonces…
«Venga, ámonos de aquí». En un susurro. «Calladito». Acepté con desconfianza Sotero me estima Pero a media pierna le advertí el bulto aquel, tieso. Y salir con el ordeñador a lo oscuro…
«Por neocomunistoide lo desconocieron frente a los invitaos especiales. Lo voy a llevar al mesón». Salimos al campo. Yo, azozobrado, por hacerle plática «Vaya fiestón. Todo un negociazo para mis tíos».
– No ahoy, los gastos por cuenta de la casa Celebración. Fiesta privada todo de barbas. Tragazón, trago, droga, güilas, ¿Se fijó en la clientela?
– No entiendo. Mis tíos, tan voraces para el dinero, ¿y gratis?
Salimos al yerbazal. Aromas, rumores: belén, anisillo, agua que fluye, animalillos nocturnos, el ala al volar. Arriba estrellas, a lo lejos, fogatas.
– Ahí taban el dueño del banco, el de Radio Las Güilotas, el de la Crónica de las Güilotas, el padre Pioquinto, los trinchones del cartel de Las Güilotas. No, y el alcalde saliente. Entre todos ellos impusieron a la pura ley de sus güilotas al mostrenco, ¿no lo vio? Uno chaparrito, peloncito, de lentes.
– Sigo sin entender. Pero mis tíos, ¿por qué tan espléndidos..?
– ¿Por qué? Porque les hace así el cicirisco, mire; por eso soltaron los oros y compraron alcalde, y propaganda en el radio, en La Crónica, en el púlpito. Vaya hasta a los móndrigos de las casillas, ¿no los vido bien pedros?
Yo, sin entender. «Porque es usté güey. De haber llegao nuestro candidato, uno de muchas güilotas y honrado hasta las criadillas, ¿a dónde hubieran ido a dar(las) los del Piojo Resucitado, familia corrompida hasta las güilotas? ¡De las puras güilotas al penal de La Palma! ¡Todos! ¿Entendió?»
¡Entendí! «A poco por eso le abulta el cuadril».
– A poco no. En el pueblo todos andamos habilitaos. Hay hartos «cuernos de chivo». Esta fusca es todavía señorita, pero trái sus plomos cabales pa l’hora de los mameyes. ¿Devista aquellas fogatas?
– Las de mi niñez. Los rancheros, cuidando sus montones de mazorcas.
– ¿Mazorcas? Lumbradas pa que nos juntemos todos y truene el cuete, porque después del trinque de las «juerzas vivas», todos los del pueblo tráimos con qué responderles, y con el sano propósito de sollamar el nidal de ese animalero de miércoles. ¡Que de las «juerzas vivas» que nos trincaron con transa tan puerca en la güilotera no quede títere con cabeza ¡Y al calabozo hasta que se le pudra y usté me la va a perdonar, la corrompida familia del Piojo Resucitado! Oiga qué trái, no se me pandié. El vahído. Me afiancé en el pirul. «Oiga yo a usté lo tanteo bastantemente zacatón. ¿Por qué no se arienda pa la capital? Todavía alcanza el camión de las 12». Lo alcancé. (Y esta corazonada..)
ese mexico bronco están logrando su despertar con la podredumbre que existe en nuestras instituciones.
¿por qué no visité mi Jalapa Mineral
¿Qué no es Jalpa? Error de dedo , supngo…