Aquí nos tocó vivir…

La inseguridad pública que padecemos en esta noble y vial, mis valedores. Fue ayer a media mañana cuando mi vecino el Cosilión puso a prueba nuestra amistad. Ahí, al regresar de la carnicería donde adquirí mis 100 gramos de pellejos para mi perro (perro no tengo, pero sí crisis económica), oí la propuesta de mi vecino, que decía al Síquiri, hijo natural de Chinches Bravas, Veracruz:

– Pero hombre, si sólo se trata de ir aquí nomás a unas cuadras. De veras que yo nunca lo creí tan semillón. Yo a usted lo reputo…

– ¿Reputo? Macho más que usté y a las pruebas. Venga y sopese mi reputación, bien enroscada en su nidal. Macho soy, pero no suicida, y ora que si es usté tan entrón, ¿por qué no se va solo?

– Cálmese, yo lo reputo de hombre valiente, quise decir; de corazón bandolero, y usted me sale con que lo tiene de jericalla, de este tamañito…

Fue entonces: llegaba yo y se quedó viéndome. Sentí que mis pellejos se me arrugaban. Los cien gramos. Pero en fin, y a fin de cuentas, ¿cómo negarle al amigo un favor, así en ello nos vaya la vida? «Aguarde un momento».

Entré al lugar excusado, me encerré y entre la taza y la nica caí de rodillas y abriendo los brazos el cruz, el rostro a la lámpara del techo: «¡Señor, tú que supiste proteger a Daniel en el foso de los leones! ¡Cristo Jesús, tú que en el huerto de los olivos sudaste sangre y temor! Yo ahora voy a salir a la calle. ¡En la ciudad capital, Jesús! Protégeme, te lo dejo de tarea». Me la persigné. Volví a la estancia y tomé mi chaleco de pelos:

– La suerte está echada. Vamos al encuentro de nuestro destino.

Al bajar las escaleras rumbo a la calle, y como resultado de la lectura matinal de los periódicos, que es decir del gigantesco mural de la nota roja, mi mente venía que hagan de cuenta noticiero de López Dóriga: secuestros y violaciones, asaltos y ajustes de cuentas, cadáveres insepultos, cabezas sin cadáver. Me apoyé en el muro y entreabrí la puerta. Pensé en Dios, en la santa muerte, en ti, mi Nallieli, protectora de infelices…

La calle en el D.F., y lo que es el terror: al pisar la banqueta, el Cosilión y yo nos tomamos de la mano, pero el qué dirán: nos las soltamos, y a caminar. Yo, aquella corazonada. Y mis valedores: a enfrentar los peligros de la vía pública ¡caminando! Casi diez cuadras hasta el taller mecánico donde íbamos a recoger el Jetta del Cosilión, que el máistro sólo mes y medio le había fallado (lo había follado) en la entrega del vehículo. A pie, sí, que mi cucaracheta no circuló ayer. Y allá vamos. Obre Dios…

La calle: río de viandantes que vienen y van, con la prisa frenética de quien no tiene a dónde ni sabe cómo ir. Media cuadra y nada había sucedido todavía. Yo, esta mano en la bolsa. Protegerme, sí. No, cuál revólver: un rosario: Bendito. Milagroso. Que era el de uso personal de Juan Pablo II, besando la cruz me lo juró el vendedor cuando me lo vendió en 100 varos. De súbito: ¡tráca-ta-tráca! No lenguaje de claxon de microbús, sino ráfagas de metralleta. Me engarroté. Entre el corredero de transeúntes alcancé a distinguir que las puertas del banco aquel, orgullosamente gachupín, vomitaban una bocanada de uniformados en estampida, y detrás de ellos, fusca al frente, tres asaltabancos comandados por su guía moral, uno de la Federal Preventiva ¡Tráca-ta-tráca! A la vuelta de la esquina se alejó la trifulca El Cosilión:

Lo que es el pánico, bigotón. Quezque aventarse al mero charco de la media calle. A ver, deme la mano para ayudarlo a levantarse. ¿Ve? Ya empezó a estornudar.

Conmigo salió del charco el perraco aquel y se me entreveró a las zancas. Ahí, todavía en el aire los ecos de la balacera, el puesto de diarios clamaba desde sus titulares: «¡Media docena de cabezas! ¡Se buscan los respectivos cadáveres!» Y qué fotos aquellas: a todo color; a toda sangre. Yo, empapada la ropa y la boca seca:

– ¿Y si mejor nos regresamos? Hasta podríamos llevarnos a este pobre perraco, mire. Trae el mal, y el susto de la balacera lo acabó de enfermar.

Pálido, tembloroso, afiebrados los ojos y el rabo entre las piernas, su baba sanguinolienta se me embarraba en la entrepierna Caminamos el trío, pero entonces aquellos con aspecto de bonaerenses (no ches de Buenos Aires, sino unos ches de la Buenos Aires), que desmantelaban un Gran Marquís, al forzarle la cajuela que hagan de cuenta doncellita en microbús:

– Chale, trai premio: carnes frías… Tres cadáveres encajuelados. Uno, de mujer. Los ches se abalanzaron sobre las ropas de los difuntos, y tras del urgido bolseo:

Ya qué pancho, digo. Los de la Judicial se nos adelantaron…

Vi que engancharon… (Eso, la próxima)

Carnicería…

– ¡Ganchazo al hígado, recto al mentón! ¡Qué pelea, señores, qué pelea!

Muy cierto, mis valedores: qué pelea Yo, que detesto la violencia y todo lo que apeste a confrontación (box, luchadores, corridas de toros, palenques y similares), permanecía en mi butaca de primera fila, tensa la boca y amargos los nervios, o al revés. Contra el caracol del ombligo (de la oreja izquierda, más bien) me reventaba la crónica del gritón del micrófono:

– ¡El peleador está recibiendo brutal castigo con ese cruzado de izquierda, y el derechazo, y el recto al mentón, el codazo, el cabezazo en el desflorado, me refiero al párpado! ¡Qué golpazo abajo del cinturón, que hasta acá se oyó y hasta a mí me dolió! ¡El peleador se enconcha, se desmadeja, está noqueado sobre piernas de hilacho! ¡Lo vemos tambalearse, va a caer, suena la campana! ¡Las asistencias se lo llevan a rastras hasta su esquina! ¡Qué pelea, señores aficionados! ¡Qué carnicería.!

¿Carnicería? masacre, genocidio de un solo hombre (si seré sub-way). Finalizó un episodio más, con el peleador en muy malas condiciones y recibiendo el auxilio de las asistencias. Observé al pugilista despatarrado en su esquina tembloroso al castigo que recibió; lo miré jalando aire, bagre fuera del charco, y sí: qué desastre de físico, qué ruina de peleador, qué castigado a los mandarriazos del modelo neoliberal. Y lo que falta a partir del episodio que ahora se inicia y se avizora tantito peor que el anterior. Dos tarascadas de un aire viciado en el ambiente (humo de tabaco, suspiros de la digestión), y a seguir aguantando a un contrincante tan rudo como entero todavía A quién se le pudo ocurrir enfrentar a un peso mosca con un peso pesado, peso dólar. Ya va a sonar la campana; zafarrancho de combate, por más que combate es un decir. El Kid Popolo, el del calzón tricolor, guangoche, sobre zancas de hilacho se dispone a acudir al centro del cuadrilátero. Me da una lástima..

Pero algo es algo, después de todo, porque no está desprotegido el Kid. Qué va a estar desprotegido, si en su esquina tiene a un manejador de lujo, que hasta parece la pura verdad y que prepara a su víctima – a su pugilista, pues – para que siga en plan de costal durante un episodio más de tan bárbara contienda, uno que se avizora mucho más rudo que todos los anteriores. Y ya le apronta el pomo de amoniaco para volverlo en sí -el pobre ya anda volviendo en no-, y ya le escupe buches de agua helada en la cara, y ya le unta en las heridas boquetes de vaselina y ya le da masaje en la nuca mientras con un buen discurso en la oreja derecha -el manejador es de ultra-derecha yunquera y fanática, legionaria de Cristo, cristera tardía- le da las indicaciones de la táctica a seguir. En susurro:

– Me cái que yo soy el que me voy a suzurrar, don Fox. Y cómo tiznaos no, si me van a seguir embombillando un neoliberalismo que a mí me convierte en el cuarto ricachón del orbe, mientras Carlos Slim anda en la quinta chilla y con la panza vacía ¿Se imagina don Fox?

– Tú tranquilo, mi buen. Tú procura cauntearlo, mantenerlo a distancia Jabéalo, fíntalo, cánsalo. Hasta orita le estás parando sus mejores golpes.

– Pos sí, pero se los estoy parando con el hocico. Oiga, don Fox: ¿cree usté que perderé por nocaut.?

– Tú calmado, Kid. Por la decisión de los jueces no te preocupes. Ya me apalabré con los siete del TPIFE, ¿cómo la ves?

De la tiznada iba a decir el Kid, pero como ver, ya nada veía que no fueran estrellitas, más pacotonas que las del gran canal de las susodichas. El pómulo izquierdo se le advierte inflamado, y la ceja con una rotura como desde aquí hasta acá, miren, desde Echeverría hasta Fox. La otra no: aquí la ceja no fue dañada porque ceja ya no hay, que de cuajo se la arrancó el neoliberalismo; de ceja le quedó el puro rastro y una pelusa tinta en hemoglobina, y un cacho de cuero cabelludo, y un tomate chispándose, con la niña más desflorada que si hubiese viajado en microbús, y la retina desprendida y el pómulo hecho vamos a decir papilla que se confunde con la papilla que le fluye de la nariz. Y qué manera de aventar mole por lo que le quedó de labios; mole con rajuelas de lengua raigones de premolares, cachos de glotis y de epiglotis. Ah, Kid Popolo...

Ahí la llevas, mi buen; si logras noquear a tu rival nos dan el empate.

Mis valedores: ahí fue. Con lo que le queda de vista, Kid Popolo se quedó viendo al manejador, y con lo que le queda de cuerdas vocales le dice en un hilo de voz:

– ¿Y qué, don Fox? ¿Vamos a seguir con esta misma táctica de pelea los seis rounds que vienen a partir de diciembre? ¿Va a ser contra el peleador de su establo, uno chaparrito, peloncito, de lentes..?

Yo, adolorido al unísono del peleador, tragué saliva, y se me atoró aquí, miren. No, si les digo. (El Kid…)

¿Un hulero a Los Pinos..?

Al menos tal es el sentido del mensaje que los vecinos de Cádiz, en la Mixcoac-Insurgentes, enviaron un día como hoy, pero de hace un par de años, a un cierto ciudadano del que sólo conocen el nombre y un breve retazo de su biografía personal, por el que se enteran de los oficios que ha desempeñado en su vida, y válgame, resultó que aquí tiene un colega: La Jana Chantal, travestí. Pero antes de caer en el malentendido, el mensaje:

C. Israel Reyes Montiel: no cabrearse antes de tiempo; durante el día, la Jana Chantal es el Tano, vulcanizador de repelos de llantas que Texas nos arroja en plena cara y con los que cachetea porque eso y más merecemos al soportar en Los Pinos entreguistas y vendepatrias. Es durante la noche cuando, medias cuadriculadas y mini-mini de licra, en la esquina de Insurgentes y Extremadura completa el gasto del día

– Al contrario, bigotón (me dice al leer por sobre mi hombro lo que voy redactando); es de vulcanizador como completo mi gasto; y el suyo, si me acepta su bono de la tercera edad.

¿Ve, señor Reyes, cómo usted y la Jana Chantal ambos huleros de ocupación, resultaron colegas? Por eso ella (él) ha simpatizado con usted, como también, eche cuentas, la tía Conchis, conserje del edificio; el joven juguero, su changarro no lejos del eje vial Félix Cuevas; el Síquirí, uno de dientes de oro nativo de Chinches Bravas, Ver., vagamente delincuente y más vagamente un hombre de bien; don Tintoreto, lavado en seco y a todo vapor, se ensanchan y angostan corbatas; la Lichona, frutal sota moza, vecina mía que cruza frente a mi mundo con esas y esos y los aquéllos forrados en blancos mallones tres tallas debajo de lo que piden, exigen, demandan sus redondeces. Mirándola, rezo entre dientes la oración del Anima Sola: «Las goza quien las merece, que yo con verlas descanso». (Yo, más que su marido el Cosilión, ya creo merecerla, porque ya logré ponerle en mi pecho su más grande altar…)

A los asiduos a la tertulia, don Israel, los tiene usted de simpatizantes, por más que el maestro tiene sus dudas mientras no lo miren en acción: «El oficio lo pudiese malear». ¿Enemigos? Dos: la Maconda. neopanista y adoradora de Diego el barbón. En la cabecera de su cama la vera efigie de los dos tocayos: Juanga I y Juan Pablo II. Su otro enemigo es mi primo el Jerásimo, hijo (putativo, qué vergüenza) de Las Güilotas, Zac., y licenciado (más vergüenza todavía) del (de lo que queda del) Revolucionario Ins. Yo, como los demás, mis simpatías, y un íntimo deseo de todos nosotros: que se decida, señor; que deje de lado escrúpulos e indecisiones y no espere, como lo afirma usted, para aceptar el puesto de presidente municipal de San José Estancia Grande, Oax., que heredó de su difunta esposa Guadalupe Ávila Salinas, a la que asesinó un felón, y priista, y presidente del municipio. Ella, después de muerta, ganó la elección; a usted, candidato sustituto, le pertenece. Sus objeciones: «Es que yo sólo soy un trabajador manual. Yo, a los 12 años de edad, ya era llantero, vulcanizador».

Lo dicho: colega de la Jana Chantal, aunque no precisamente en las artes de la mini-mini y el dorado talón, oficio tan placentero para mi vecin(o)(a), allá ella(él). Otra de sus objeciones: «Es que nunca me ha gustado estar al frente de la política, y sólo tengo de estudios primaria y secundaria».

¿Y? ¿Qué conque? Pocos estudios, pero yo lo he escuchado de viva voz, y ya quisieran expresarse con tanta claridad el propio José Luis Borgues o la Gran Rabina Tagore. No le gusta estar al frente de la política. ¿Y? A otros les encanta, y ya ve el resultado: una atroz desilusión para todos los paisas. Dudo, dudamos muchos, que usted lo hiciera peor. Agrega: «De mi Lupita aprendí la honestidad, la transparencia; y para el trabajo, pues ahí sí soy muy bueno».

Espléndido, y lo positivo de su desgracia personal: no carga usted (no cargarían sus gobernados) con ese lastre de «primera dama» que me lo ponga en evidencia cada día lo exhiba de mandilón y lo fuerce a tornarse rijoso, pleitista, chiflero, picapleitos, matasiete de puñalada trapera y elemento de discordia y desunión de los gobernados y los enfrente bando contra bando. ¿Usted, de su Lupita, aprendió no perversidades, sino virtudes? A ponerlas (en práctica) para beneficio de la comunidad. ¿Que no sabe gobernar? Esos, que se las dan de estadistas, ¿gobiernan? ¿Esos huleros?

A desechar escrúpulos, don Israel. A gobernar San José Estancia Grande. ¿Por qué el deseo de los contertulios? La esperanza mi señor: que en uno de los coletazos del monstruo que apodan política llegue usted a Los Pinos. ¿No llegaron otros huleros sin su honestidad de obrero soldador y albañil, según su currículo? Nosotros, reacios a asumir, qué diéramos por delegar en un honesto albañil. Láncese ya a la política, don Israel. El de la tertulia, todo para usted. (El voto.)

Dos tipos de cuidado

Estoy mirando la foto del matutino, mis valedores, y qué clase de foto. A todo color. Primera plana. La veo, la observo, la miro hasta bizquear, hasta que se me humedecen los ojos y la boca se me reseca Dejo de verla, y qué extraño: los ojos siguen llorando y la boca comienza a saberme a bilis desparramada Me sorprendo haciendo pucheros. La fecha del diario: jueves, 21 del presente mes. Llorosos los ojos bajo a mi biblioteca y me traigo este gordo ejemplar de la Historia de México, de Pérez Verdía Me pongo a hojearlo. Y qué rostros en estos dibujos en blanco y negro…

El de Cuauhtémoc, en primer lugar enhiesto él, gesto adusto, rasgos enérgicos, rostro cortado a la medida del mármol. Son los trazos no del «águila que cae», como mal se interpreta, sino del «águila que desciende». Como debe ser…

Páginas adelante, piocha y bigotazos retadores en un gesto fruncido, la crueldad manifiesta en las facciones de Pedro de Alvarado: casco, yelmo, cimera, reluciente armadura y espadón conquistador. A sangre y fuego; a lágrimas y crueldad, y exterminio. Lo miro en mi imaginación mientras se dispone a dar pelea a mis abuelos indígenas, los cazcanes del Cerro del Mixtón. El genocida del Templo Mayor trepa a caballo, desnuda la espada y avienta de sus labios la frase que lo retrata:

«¡Esto ha de ser así…!»

Y así fue, por más que en la empresa empeñó la vida y la vino a perder. El rubio Tonatihú, dibujo en blanco y negro, mucho negro y muy pocos blancos…

Otro momento de la historia nacional: con la vera efigie de Carlos V, la sucesión de barbones de ropilla, gorguera, calzas y esa especie de boina aplastada en la testa, al viento el airón: los virreyes que van de Antonio de Mendoza a Ruiz de Apodaca y D. Juan O´Donojú, pasando por tanto virrey arzobispo, dañeros de más o menos, pero que se encenagaron la décima parte de lo que el hoy Cardenal Arzobispo de México y protector de paidófilos Norberto Rivera.

Hidalgo, Allende, Abasolo, Aldama, Morelos, la matrona Ortiz de Domínguez. Un luminoso negro y blanco que en el tiempo mexicano se nos iba a tornar tricolor…

Acá, fachendoso él, quien después de proclamar la independencia del país iba a tornar el país un carnaval y él disfrazarse de emperador: patilludo, fachendoso, peripuesto, garbo y altanería Agustín I de México, y tras él, páginas de por medio (por salud mental no cito al cojo que a torpezas cercenó medio país), los esforzados del tamaño, de los tamaños, de Guerrero, Victoria, Gómez Farías y Nicolás Bravo. Claro, está también, blanco y negro, la negra galería de felones, de los traidores (Bustamente, Miramón y el crudelísimo Márquez. Y aquí, contrastados, el indígena adusto, de poco hablar y mucha labor patriótica, que osa echársele a las barbas (rubias, blondas, perfumadas) del segundo emperador, el que temprano madrugó para trepar al Cerro de las Campanas

Y aquí, volviendo a la foto de primera plana, digo a todos ustedes: del conquistador, los virreyes, los emperadores y quienes los aplastaron para que del cascarón surgiera este país, ¿hemos avanzado? ¿Cuánto hemos avanzado? Estoy mirando la foto, y mama mia (mama de él): ¿este patético monigote, físico en decadencia y arrobas de más, mal forradas en un traje guangoche, gobernó mi país y ocupó el sillón de los Juárez y Tata Cárdenas? ¿Este burócrata ayuno de toda presencia, de carisma y personalidad; este patético Miguel de la Madrid se sentó en un sillón que alguna vez, por gracejo y sin calentarlo y sólo para la foto, dignificó Francisco Villa? Desde 1982, cuando el mediocre irremediable abrió la puerta al modelo económico depredador de los paisas, ¿cuánto ha avanzado nuestro país? Ah, México.

Mediocre, insignificante el De la Madrid. Lo observo en la foto sonriendo a otro que tal, tanto o más mediocre que él. Veo al par: uno, vendepatrias que abrió la puerta al modelo neoliberal, y otro que se dispone a continuarlo, y que ya anda en agencias de ofrecer a Washington lo que resta de «nuestro» petróleo y «nuestra» industria eléctrica Leo:

«De la Madrid ofrece consejos (no es mía la sintaxis) al presidente electo, y le muestra total voluntad para estar atento y para poder, en su momento, dar opiniones o consejos al presidente electo». Yo, viendo lo que veo e imaginando lo por venir, pregunto a los presentes: ¿de veras hemos avanzado tras la galería de héroes, traidores, dictadores y patriotas antecedieron a los vendepatrias..?

Yo, por lo pronto, sigo con los ojos húmedos y la boca reseca..México. (Nuestro país)

Piedra de escándalo…

Eran como a las 8 de la noche. El padre me dijo que me quedara y tuve relaciones sexuales con él. Primero me llevó a su recámara, me quitó el pantalón y él empezó a quitarse toda su ropa hasta que se quedó todo desnudo y yo sólo con mi camisa, y me obligó a que mi pene se lo metiera a él en la cola. El se ponía enfrente de mi y se agachaba y yo parado atrás de él y después asi era como yo le metía mi pene y él se movía para adelante y para atrás.

Los curas católicos, hoy piedra de escándalo tantos de ellos, comenzando con Joseph Ratzinger, en El Vaticano, que ha crispado al Islam con palabras ofensivas, y Norberto Rivera aquí, en nuestro país, a quien se acusa de protector de pederastas como el sacerdote Carlos Nicolás Aguilar Rivera, cuyas aberraciones sexuales describe el pequeño Joaquín ante las autoridades. El cura católico, lo que él jura ser y lo que de él pregonan sus hechos.

A mí, de seminarista, me troquelaron la fe en el sacerdote, ese elegido de Dios, como espejo y flor de virtudes, inaccesible al deshonor. Luego iría yo conociendo las acciones públicas de los Riveras, Onésimos y padrecitos Maciel. Y qué a la medida de la reflexión el retrato hablado que de sí mismo mostraba a sus creyentes el sacerdote del XIX. Esperpento y picaresca de mitra y misal, aquí, con su ortografía original, el documento que, con el título de El sacerdote católico, publicó la Biblioteca religiosa en 1872:

«El sacerdote en fuerza de la dignidad de la que se halla revestido, no sólo supera á todas las dignidades y excelencias de la tierra, sino también á las del cielo, y supera por tanto á los Angeles, Arcángeles, á los Tronos y Dominaciones, á las Potestades, Principados y Virtudes, á los Serafines y Querubines, y aun supera, en cierto modo, á la dignidad de la Madre de Dios, porque la dignidad del sacerdote es la de Cristo…

El sacerdote es superior en dignidad á todos los coros angélicos de la celestial Jerusalén, porque ellos aunque tengan mas poder y sabiduría, curen á los enfermos, posean todas las lenguas, hagan asombrosos milagros, vean á Dios cara á cara, y estén unidos á El con todo el fuego de la caridad; sin embargo, jamás podrán alimentarse con su Sagrada Comunión, ni celebrar el santo sacrificio de la Misa, ni reconciliar la criatura con Dios, mediante el perdón de sus pecados. La Dignidad de Madre de Dios, ¿qué es? Es la suma de todas las dignidades y la reunión de todos los títulos. La Madre de Dios. ¡Oh sacerdote! Reflexiona, reflexiona, sí, sobre tu dignidad! Porque tú también eres Madre de Dios! Con la diferencia, empero, que ese Verbo que tomó carne en el vientre purísimo de María, la toma de nuevo en tus propias manos. ¡Oh sacerdote, reflexiona y reflexiona bien, porque tu dignidad supera en algún modo la augusta y suprema Dignidad de la Madre de Dios, ya que María concibió a Dios una sola vez y en ti se verifica tan gran misterio tantas veces cuantas dices la santa misa!! Y la supera, además, porque María, con todo su gran poder, no puede perdonar ni un solo pecado, y tú puedes perdonarlos en número infinito. ¡Oh sacerdote! Admírate de tu poder… La dignidad del sacerdote es la misma de Jesús. Entre el sacerdocio de Jesucristo y Jesucristo mismo, hay tal semejanza en el ministerio, que el sacerdote sólo hace lo que Jesucristo, y Jesucristo lo que ya hace el sacerdote.

A la vista de esto, ya no digamos que el sacerdote es imagen de Dios; afirmemos mas bien que es, en la práctica, el mismo Jesucristo; afirmemos, sí, que es á Jesucristo lo que los rayos son al sol; afirmemos que es tan igual á Jesús, que si éste bajara en la Iglesia, en do confiesa el sacerdote, y ambos dieran la absolución al penitente, tan perdonados serían los pecados del uno como del otro. Afirmemos, en la práctica, que es el mismo Jesucristo; Jesucristo recién nacido, en su vida oculta, predicando el reino de Dios (…) Afirmemos que no sólo es el Padre de Jesús, sino que al mismo tiempo es su madre!!! ya que al sacerdote se le dice por San Lucas: El Espíritu Santo descenderá sobre ti. La virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, y el santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios.

Afirmemos que el sacerdote es la parte mas luminosa de Jesucristo, como si dijéramos su divino ojo; y es el Dios en la tierra, el Dios visible, el Cristo de los fieles; y es… pero, ¿por ventura dejará de sernos lícito repetirlo? El sacerdote es Dios y por esto dice: este es mi cuerpo; y aun es en cierto modo superior a Dios!!! Ya que se cumple en el, según toda la extensión de la palabra, el que el mismo Dios le esté sujeto, poniéndose de hecho a su órdenes de un modo semejante á San Pedro, haciendo tales milagros, que no se lee que los hubiera hecho tan prodigiosos, Cristo Señor Nuestro!!!»

Mis valedores: ¿es ese el retrato hablado de los curas paidófilos y sus Norberto-Riveras encubridores? ¿Esos, padre y madre de Dios, en cierto modo superiores a El? (Dios)

 

Un Ratzinger provocador

¿Y qué, no bastaba con un incendiario? El genocida de Washington, ¿precisaba de cómplices en El Vaticano? ¿Qué intentan semejantes pirómanos? ¿Incendiar todos los mundos del universo oriental, que es extender la hornaza a todos los puntos de la rosa? Mis valedores…

Me referí ayer a la mecha que en una de las tantas bombas de tiempo encendió, mala fe o imprudencia, ese Joseph Ratzinger que inició su vida pública en las juventudes hitlerianas, cayó después, ya cura católico, en el oficio de un inquisidor tan riguroso con Mahoma como complaciente y benévolo con los paidófilos padres Maciel, para más tarde rematar, por obra y gracia del Espíritu Santo (Lo jura el dogma, no yo), en sumo pontífice y en «su santidad». El polémico personaje acaba de hacer suyas, y arrojarlas a la cara de cincuenta y tantas naciones del Oriente islámico, ciertas aviesas expresiones de algún antiguo emperador bizantino acerca de que Mahoma impuso su religión a filo de espada, y trajo con ella lo malo y lo inhumano: Y qué a la medida de la síntesis del periodista judío:

Todos tenemos la suficiente religión para odiamos, pero no la necesaria para amamos los unos a los otros?

Y el autor anónimo: «La aparición del Islam fue una llamada a la reforma que la Iglesia, saturada de éxitos desde los tiempos de Constantino el Grande, no supo captar».

Pero no sólo personajes judíos: al Islam se refiere el sacerdote católico Emilio G. Aguilar, luego de una aclaración pertinente: «Yo no quiero hacer aquí una apología del Islam ni tampoco denigrar al cristianismo». Y a continuación el arabista e islamólogo español:

El punto germinal, raíz y razón del Islam, está en esta experiencia de Dios de ese hombre nacido en La Meca en el 570, y sobre el que todos eran unánimes al afirmar que era un hombre piadoso, honesto y caritativo, a cuyo buen juicio recurría frecuentemente la comunidad. Se le conocía por el sobrenombre de «el piadoso, el equitativo, el amigo del necesitado y defensor del oprimido. ¡El hombre de acuerdo con Dios..!»

El profeta y el Islam nos recuerdan dos cosas: Allí donde nuestra postura no es coherente con lo que proyectamos sobre Dios, no es coherente con Dios, no puede venir de Dios. La experiencia del ministerio de Dios nunca es agresiva Yo se lo digo a los musulmanes: donde hay agresión no está Dios. Toda palabra que digamos que viene de Dios, si es agresiva, no puede venir de El. Dios sería incoherente y Dios es infinitamente coherente. Es más justo poner en duda una Escritura que hacer incoherente a Dios. Y este es un criterio que hay que aplicar, y nosotros deberíamos arrancar más de una página del Antiguo Testamento también, porque eso del pueblo elegido…

¿Podemos comenzar a hacer matices y distinciones? Dios es amor y el amor no distingue y lo que no se parece en nada al Dios amor y al Dios que ama a todos los pueblos y a todos los seres humanos no viene de Dios, ¡y nunca se mata más impunemente que cuando se mata en nombre de Dios…!

Pero el fundamentalismo que atribuimos al Islam es una palabra que no conocen ni el árabe ni los musulmanes. Se la hemos aplicado hasta el punto de que cuando se habla de fundamentalismo todo el mundo piensa en el Islam. Estos días se ha podido ver el fundamentalismo judío: 250.000 personas que gritan por las calles de Jerusalén que quieren volver a la Biblia ¡Y nunca se puede ser fundamentalista en nombre de Dios..!

Todo el Islam es una postura un talante nuevo, es decir, un rendirse sin condiciones ni dudas a Dios; rendición agradecida puesto que todo venía de Dios, rendición que es la esencia de lo que él ha experimentado, y que al mismo tiempo es la consecuencia del pacto que, según el Islam, hizo Dios con la creatura antes de que existiese.

Como todos los grandes y auténticos movimientos de la humanidad, los movimientos religiosos de la historia el Islam tiene su origen en la experiencia ardiente del místico de Dios, en el encuentro indecible con el Dios uno y único, experiencia personal, profunda, total, transformante y decisiva de un hombre llamado Mahoma

Finalizo esta vez, mis valedores, con los conceptos de Ibn Arabi, siglo XIII, que, frente a la tea incendiaria de Ratzinger, me parecen espléndidos.

Hubo un tiempo en que yo rechazaba a mi prójimo si su religión no era como la mía. Ahora, mi corazón se ha tomado el receptáculo de todas las formas religiosas; es claustro de monjes cristianos, templo de ídolos y Kaabah de peregrinos, tablas de la ley y pliegos del Corán, porque profeso la religión del amor y voy a donde quiera que vaya su cabalgadura, pues el amor es mi credo y mi fe. Sublime, ¿no? (¡Ratzinger!)

¿Tú también, Ratzinger..?

¿Y ahora qué? ¿De qué se trata esta vez, cuál es el propósito? ¿Incendiar, arrasar, provocar renovados derramamientos de sangre inocente? ¿Que el medio mundo de Occidente incendie el medio mundo oriental? ¿Y después? Como si no bastara la vesania de Bush, ahora irrumpe de incendiario y cómplice del genocida mayor ese personaje egresado de las juventudes hitlerianas y aliado incondicional del imperio, el inquisidor investido de sumo pontífice, renegrido humor de ese TRIFE celestial que es el Espíritu Santo. Porque Joseph Ratzinger, a lo alevoso, acaba de provocar al mundo islámico con la requisitoria que contra algún teólogo musulmán arrojó en 1391 cierto emperador bizantino:

Muéstrame lo que Mahoma ha traído de nuevo, y solo hallaras lo malo e inhumano: expandir con la espada la fe que él predicaba.

Y ardió Roma, o casi, porque se ha tenido que reforzar las medidas de seguridad en torno al católico provocador. Ahora, tras del ingrato suceso, digan ustedes si tuvo o no tuvo razón el corresponsal judío de la segunda guerra mundial:

Todos tenemos la suficiente religión para odiarnos, pero no la necesaria para
amarnos los unos a los otros…

Y el sacerdote y misionero católico Emilio G. Aguilar, arabista e islamólogo, en documento que aún no acierto a entender cómo llegó a mi mesa de trabajo:

«La dificultad de Occidente para entender el Islam viene del hecho de negarle a Mahoma esta experiencia, motor de toda su vida y de su obra; negamos su encargo profético, y entonces tenemos que buscar otros motivos que serán generalmente negativos: ambición de poder, liderazgo político, obra del diablo o de un esquizofrénico perdido. De ahí el desprecio y las calumnias que hemos amontonado. Y también indicar el camino que tenemos que desandar, el que señalaba el cardenal Tarancón en el segundo Congreso Islamo-cristiano de Córdoba:

¿Cómo se puede apreciar al Islam y a los musulmanes sin apreciar a su profeta y a los valores que han promovido la vida de éstos..?’

Y la exhortación del prelado católico: Del Islam se ha hablado mucho y mal. Vamos a comenzar nosotros a hablar un poco y bien.

Y de inmediato sus reflexiones: «La experiencia de Dios hace que tengamos un alma ecuménica, un alma hospitalaria con todas las creencias. Cuando ponemos vallas, límites y fronteras, desde luego no estamos haciendo lo que Dios quiere; es el signo más seguro de que no hemos hecho la verdadera experiencia de Dios». (Esto, mis valedores, ¿lo sabrá Ratzinger? ¿Procederá en consecuencia..?)

Y que a Mahoma le siguió un puñado de fieles, y que este movimiento de hombres puesto en marcha por su predicación, que recuerda la sumisión total a Dios y la solidaridad y justicia con los más pobres, se presenta ante la sociedad clasista y materialista de La Meca y Arabia, como revolucionario.

Yo no quiero hacer aquí una apología el Islam, dice el sacerdote católico, ni tampoco denigrar el cristianismo. Creo que estamos poniendo las cosas en su sitio, y al hablar bien del Islam no hago más que cumplir algo que dice el Evangelio: «Tratad a los demás como queréis que os traten a vosotros». A mí me duele mucho cuando hablan mal del cristianismo falsamente; que hablen de nuestros fallos, que yo soy el primero en decirlos, pero por qué olvidar cuando nos referimos a otras religiones, sobre todo al Islam, ese consejo tan evangélico y tan verdadero: «Trata a los demás, mira a los demás, encaríñate con los demás, como quieras que los demás te traten, te juzguen, se encariñen contigo». Eso es lo cristiano, y frente a ese Islam no tenemos que asustarnos, tenemos que tener una mirada como la tiene Dios, Dice, de Santiago Apóstol, Tony de Mello:

El corazón cristiano esta casi sin estrenar frente al Islam. ¿A quién se le ocurriría tomar a un apóstol de Cristo, que no predicó más que el amor, y que fue capaz de amar hasta al enemigo, subirlo a caballo, ponerle una espada en las manos y enviarlo como si fuera un deporte religioso, a cortar cabezas de moros? ¡Y tenemos nuestras iglesias y catedrales llenas de Santiago matamoros..!

«El Islam no admite intermediarios, jerarquías, gente que se dedique a hurgar la conciencia de los demás, porque Dios es el absoluto, y el hombre el que libremente se somete a él. De un manotazo termina con todo lo que es clero, jerarquías, instituciones y demás. Después caerán también en la tentación y aparecerán los Ayatollah, los Ulemas…» (Seguiré con el tema.)

Reculón.

¿Logrero yo? ¿Arribista, oportunista, convenenciero? Como me juzguen los malpensados, sin cuidado me tiene. Yo soy como soy, y nadie me quita de la sesera que dentro del equipo del candidato perdedor mucho hubiera podido hacer por mi patria. De eso yo estoy seguro, y me basta, y que los maliciosos murmuren. Sí, nunca lo he negado, yo me entrevisté con él y le ofrecí mis servicios, pero no fui yo quien pegó el reculón, sino el propio candidato, quién lo creyera, tan íntegro que parecía a ojos de sus votantes. Pero caras vemos, reculones no sabemos, jura el Kama Sutra…

Cuando aún se pensaba que el candidato perdidoso sería el indicado para encaramarse en Los Pinos yo de inmediato fui y me apersoné con él, y me le ofrecí para lo que a su criterio y buena voluntad quisiera ofrecerme. Esfuerzo, conocimientos y experiencia los ponía a su disposición para alguna de las tantas áreas en que juzgase que me podría desempeñar; se abren tantísimas posibilidades para el candidato que se tercia al pecho la banda presidencial…

De todas formas yo, que conozco mis alcances, al candidato me le propuse para el área de la cultura. ¿Que para ese puesto no doy el «perfil»? Si el José Luis Borgues de la cultura delegó esa responsabilidad en una locutora como Sari Bermúdez, casi tan zafia, inculta, temeraria y antipática como, la Gran Rabina Tagore, ¿por qué yo no hubiese podido incursionar en esa área pantanosa y resbaladiza donde la locutora metida a promotora cultural se ha pegado tantos nalgazos, dicho esto en estricto sentido metafórico..?

Sí, por supuesto, estoy consciente de que en el campo de la cultura hubiese tenido que tratar con toda suerte de bicharajos intelectuales, tanto los independientes, que se conforman con una beca de por vida, como los intelectuales orgánicos, ellos siempre inorgánicos, especímenes cuyo apetito no se sacia con la beca vitalicia y demás prerrogativas propias de su sexo, sino que le reclaman, por añadidura, su periódica ración de estrellitas en la frente y de protagonismo en las primeras planas. Desde que Octavio Paz, con su muerte, dejó el campo libre a semejantes intelectuales de medio pelo…

En fin, que yo a pie firme hubiese afrontado el clamor de los tales, que en y si sostenido se viven entonando a coro el sonsonete aquel:

Bécame- bécame mucho- como si fuera esta beca la última vez…

Pues sí, pero lástima: mis propósitos no pasaron de buenas intenciones, y eso es lo que me entristece, que el plan se haya quedado en un buen intento y yo me haya quedado con todas mis ganas de servir al país. Y qué hacer. El candidato perdió, perdí yo, perdió la patria. Un perdidero…

De todas formas y aunque de manera extemporánea, yo me agrego al oportuno, estratégico reculón del perdedor, y a las suyas añado las mías para ir a dárselas, mis felicitaciones, al triunfador (iba a decir: uno chaparrito, peloncito, jetoncito, de lentes, pero eso sería golpear mi futuro económico), y desde aquí uno mi voz a las del perdedor, al que de plano le negaron el reconocimiento a sus votos, o ahora no iríamos a darlas al de Acción Nacional, sino a esperar que fuese él quien a lo efusivo viniera a dárnoslas. En fin; una vez que ha pegado semejante reculón, desde aquí digo al perdedor:

¿Me permite acompañarlo? De lo perdido lo que aparezca, reza el lugar común, y acompañados, entre ambos nos daríamos valor y a valer. Porque ustedes, mis valedores, me la van a perdonar, pero hay que ser prácticos y realistas, y del incendio salvar lo que se pueda, y en el naufragio aferrarnos al tablón (uno chaparrito, jetoncito, etc.) Porque el dicharajo es categórico: lo último que se pierde no es el honor sino la esperanza, y para mí, como para el candidato perdedor, aún pudiese parársenos y enderezarse (parase el águila y enderezarse el navio), y que el señor presidente electo (uno chaparrito, etc.) accediera a recibirnos, escuchar mi proyecto cultural y darme acceso al presupuesto. Entonces sí, al son de la buena vida a echar carnes, como la Bermúdez. Me veo allá arriba y esta especie de orgasmo mental.

Porque de que se cuenten los votos ya cuál esperanza. Que se reconozca al candidato, menos todavía. Hoy, de esta hecha, no queda más que arrimarse al triunfador y bracear para no ahogarse. Mis valedores:

Si alguno de ustedes, por cuestión de una discreta diarreíta o un zafón de cóccix, tiene alguna suerte de diálogo con el candidato perdedor, dígale que ahora que anda en campaña para congraciarse con el electo (uno chaparr… etc.) no me olvide Que para mí él, como presidente del país, hubiese resultado magnífico. Y cómo no, si el doctor Simi sería un presidente similar. Similar a Fox, imagínense. Similar, pero más barato, y que de «primera dama» nos habría enjaretado una joven, bella, sensual y menos inculta, zafia y derrochadora. Sin hijos. ¿Se imaginan? (En fin.)

¡Libérame de la muerte viva..!

¡Libérame de la vida en la muerte, libérame de la vida y de la muerte..!

México, 19 de septiembre de 1985, de triste recordación. Y cómo pudiese ser de otro modo, si fue un día como hoy, pero de hace ya 21 años, cuando esta nuestra casa común amaneció a ser lo que desde entonces ha sido: la herida que no cesa, y el llanto y el duelo colectivo por la tragedia descomunal. Digo sismos del 85 y se me viene a la mente la ciudad mártir a la que un sacudimiento telúrico arrancó desde sus cimientos: Agadir…

Agadir, que hace cosa de medio siglo fue remecida por un sismo semejante al de nuestra ciudad. Esta, la de nosotros, sobrevivió entera, más entera que antes, que ese es su signo: la sobrevivencia Así lo pregona, orgullosa, la leyenda meshica «Mientras el mundo permanezca no acabarán la fama y la gloria de México-Tenochtitlan…»

La ciudad marroquí fue destruida pero la nuestra se irguió, suturó sus mataduras y siguió su destino, que es el de permanecer altiva, inmutable, eterna Si hoy, como cada año, evoco la tragedia de Agadir, es porque un poeta salvó la vida en el drama sísmico que arrancó del mapa la ciudad: Artur Lundkvist Semanas después, ya vuelto a Suecia, su país, sobre la experiencia traumática del derrumbe de toda aquella ciudad creó un extenso poema vivido, lírico y visceral, «para cumplir un deber para conmigo y con los demás, tanto para con los supervivientes como con los muertos de Agadir».

Y así tituló su poema Agadir. Hoy, a 21 años del Jueves Negro en nuestra ciudad, con fragmentos del poema, me propongo recordar, honrar, testimoniar mi homenaje a todos aquéllos que en forma total y definitiva sucumbieron bajo las furias del sismo que acalambró los entresijos nuestro DE Por cuanto a Agadir, la desventurada, aquí algunos fragmentos del poema de Lundkvist, que invito a pronunciar; en silencio, posiblemente:

«El cielo estaba azul, un azul demasiado duro, un cielo de éter y acero, -el sol era un horno abierto y el día una piedra blanca laminada por lenguas violeta, -las nubes llegaron demasiado de repente, como humo de carbón, bajas y pegadas al mar, -asfixiaban y no daban lluvia..
El suelo se sacudió, profundos estremecimientos recorrieron la tierra – los perros contestaron de todas partes con aullidos prolongados, y un lamento sordo surgió de las gentes. – Sí, ahora todo dependía del capricho de la tierra, de su indiferencia o de su ira..

Me oí gritar en sueños (nunca podré saber lo que grité, – nunca podré saber si me dije algo que no sé – en el mismo momento en que fui arrojado de la cama o instintivamente me tiré de ella) y me acurruqué en el rincón mientras el terremoto crecía irresistiblemente – y las sacudidas se hacían más fuertes, más violentas, parecían venir de todas partes al mismo tiempo, – una revolución que surgía de las entrañas de la tierra, un irrefrenable baile que interrumpía – un trueno de las profundidades, abrumadoramente pesado, -un estallido de paredes, un agrietamiento, un desmoronamiento…

¿Cuánto tiempo duró? – ¿diez segundos? – ¿más? ¿menos? – o nada de tiempo, un tiempo que cesó – o perdió su extensión determinada – quizá un oscuro globo de tiempo comprimido – y el mundo volvió a existir, silencioso e inmóvil, – la conciencia se volvió a unir al cuerpo, yo volví a sentirme vivo (¿o era solamente una representación en el momento de la muerte?)

Y la desolación: por todas partes huellas de la mano de la muerte, la descarga de la rabia – muros de piedra lanzados al lado opuesto de la calle como con una burlona carcajada todavía audible, – bugamvilias en flor que se inclinaban como incendios triunfantes sobre las casas derruidas…

– ¡Libérame de la muerte viva! – Más insoportable que la locura es esta tumba en las tinieblas, – las piedras me cubren y me rodean, piedras derrumbadas, -no hay aire suficiente ni para que respire una rosa; – ¡asfixíame de una vez, como un lazo, como unas manos estranguladoras! – ¡Ahógame, aplástame con un bloque de piedra! – Todo menos esta espera en la nada, esta tortura en el ara del sacrificio, -¡arranca ya el corazón de la víctima clava ya el cuchillo de piedra! – Es preferible una lucha a muerte que este cautiverio!

Agadir, nunca más, – Agadir, para siempre en nosotros, ciudad blanca de vida y de la muerte, vida y muerte unidas en un solo cuerpo, – Agadir, hundido ya en el pasado, espejismo eterno ante nosotros,

– Agadir, preparación, advertencia – de lo que quizá nos espera la gran aniquilación,

– el mundo en ruinas, la tierra desolada sólo el humo de la muerte desvaneciéndose en el espacio, – nunca más, – para siempre – Agadir».

Ellos, o más propiamente: ustedes, los caídos del Jueves Negro, son todos presencia en la memoria colectiva Ustedes. Todos. (A su memoria)

¡Agarra la onda, güey..!

Esta vez, mis valedores, va aquí un atento recado a un tal Jorge Kahwachi, o como se escriba, opaco boxeador y mucho más borroso diputado que fue del Partido Verde Ecologista Señor:

¿Aún existe el programa aquel de Televisa que apodaban «Big Brother» o algo por el estilo, en el que hace un par de años participaron usted y algunos más de su misma calaña? Porque un remordimiento me corroe el ánima, y me urge pedir perdón a usted y congéneres, ya que en su momento me permití ironizar sobre el galano lenguaje con el que se expresaban, y con el que usted reveló ciertos escrúpulos para cohabitar ante las cámaras de Televisa con una señora vedette o algo muy parecido, aunque manifestó su disposición a atragantarse de licor. De la forma de expresarse, en el «Big Brother«, señor Kahwachi, así ironicé por aquel entonces:

¿Que qué? ¿Cuál es tu pedro con nuestro diputadazo? ¡Vivimos en el México de democracia, ¿no entiendes, güey? Me cái esos son prejuicios del tiempo de los blumers de mi agüelita. Ahoy ya no debemos escandalizarnos por cualquier pedro. Ora ya una chava moderna, bien reventada, como la Niurka en la casa de Big Brother promete bañarse en pelota integral delante de todos. ¿Y? ¿No somos adultos, güey? ¿No hemos visto unas nalgas a la intemperie en el baño? ¿No se las hemos visto a la prima, y hasta tortiado y dediado? ¿Qué acaso el respetable, o sea los televidentes, no tenemos derecho al taco de ojo de todas esas cosotas de la Niurkota? Mira, güey: me cái aunque se apriete, vamos a ver al diputadazo y la diputotota poniéndole al cuchi cuchi.

Que no parchar, dice el Caguachi, que guardar las formas. No las de la Niurka, las de mi embestidura (chale, quezque embestidura), y que me voy a aguantar del agasajo sexual, pero eso sí: que empedarme, a güevo, porque soy humano. ?rale, sincerote. Sin cerote, ¿no, güey? Pero pa mí que la Niurka sí se le trepa, y échame acá tu tesorito, y me vale chocho que seas legislador, y a ponerle cuernos a su güey como antes se los puso al Osorio, qué bárbara. ¿Le oístes sus confesiones ora sí que íntimas? Que el Juan se la pasaba en la tele, «y yo», dice Niurka que le decía: «Mira, güey, si tú me fallas, mi dedo no sabe fallar». ¡Orale con la cubanita tan cachorra! Uta, si en vez del güey del Osorio hubiera estado yo allí me cái que la dejo como trompo chillador, o sea

Y oye esto, ojete: la cubanita es tan profesional que no nomás bañarse encuerada hasta hacerse de la pipí y la popó en las meras meras de las cámaras, ya sea la de la tele o sea la de diputados. «Es que me sentó mal la cena de nuestra casa, la de Big Brother, la de todos los mexicanos«. Orale Y al salir del guater, sale, a aventarse en la cama ya no digamos de un diputadazo; hasta de un borrego, o sea el «Borrego» Nava; tan cachorra que hasta con un burro, el «Burro» Van Ranquin o con cualquier güey que se le pare, o sea enfrente. Pero el Caguachi: «Por respeto a mi partido, o sea el Verde, respeto tu partido, o sea el negro». ¡Ándale, güey..!

Y a propo: ¿pasas a creer? El ruco Víctor González Torres, viejo y todo aplaudido, declara ser bien cañón pa’ las morras, y que pone su anuncio: «Viejo rabo verde solicita chava ecologista». Orale, ¿te cái? Bueno el chistorete, ¿no? Pero caracso, digo: ríete güey, me cái que tú de sentido del humor ni madres. Pero a ver; ¿por qué vienes encarbonado? Cálmala ¿no? Ya no me la hagas de pedófilo, digo. Ni aguantas nada ni agarras la pinchi onda güey. ¿No quieres participar en democracia? Tú vas mal, cuál es tu pedro.

¡No me replique hulero! ¿Los del Big Brother son como nuestra familia y las broncas de los Big Brothers son nuestras broncas. Rollos, estrés, sexo. No manche, cálmese, supere ya sus complejos, porque a ver: ¿usté ha participado en la encuesta pa opinar cuál de los Be Be VIP 3 debe ser nominado pa salir esta semana? ¿Ha ejercido su libertad de expresión? Ah, ¿tonces por qué chillas, mi hijo, por qué ya no quieres seguir a pata de aquí a la casa? ¿Nomás por esa ampolla en la chancla güey? Bueno, sí, me gasté lo del micro en el telefonazo, pero fue pa que saquen al «Burro», que lo abomino. Tú, ya estudiante formal de prepi, ¿ya contra la libertad de expresión de tu padre? ¡Ande carbón, levántese y siga caminando. ¿Pos este.?

Tal dije entonces, señor Kahwachi, yo todo escaldado ante el borbollón de vulgaridades que vomitaban por la cloaca bucal usted y compinches big brothers. Hoy rectifico: diputado y big brothers han resultado académico de la lengua frente a la lengua del coordinador de legisladores priistas Emilio Gamboa Patrón, el de los «papacito, cabrón, precioso, putita una mamada pizarrín, a güevo» y demás flatulencia que por los hocicos ha ventoseado en torneo fecal con sus pedófilos cómplices, los Succar, Nacif y compinches. Junto a semejante lengua de semejante Gamboa senador, la de usted, mis respetos, señor Kahwachi. (Puah.)

El cura Hidalgo, un hereje…

Ciudad de Chihuahua, 30 de julio de 1811. Aquí y en esta fecha fue fusilado Da Miguel Hidalgo y Costilla, al que previamente había excomulgado Manuel Abad y Queipo, obispo de Michoacán. Y las vueltas que da la Historia, mis valedores: fue el Tribunal de la Inquisición, ese que en nuestro tiempo y con el nombre de Consejo de la Fe presidía hasta hace algún tiempo Joseph Ratzinger, hoy Benedicto XVI, el que formuló contra Hidalgo 53 cargos, para terminar azotándolo con la excomunión fulminante. La defensa del Libertador:

«Todas mis acciones estuvieron fundadas en el derecho que todo ciudadano tiene cuando cree que la patria está en riesgo de perderse».

La voz de la Iglesia Católica Arzobispo Lizama, octubre de 1810:

«Hijos míos, no os dejéis engañar: el cura Hidalgo, procesado por hereje; no busca vuestra fortuna sino la suya; como ya os tenemos dicho en la exhortación del 24 de septiembre: Ahora os lisonja con el atractivo halagüeño de que os dará la tierra: no la dará y os quitará la fe; os impondrá tributos y servicios personales, porque de otro modo no puede subsistir en la elevación a que aspira y derramará vuestra sangré y la de vuestros hijos».

En la Nueva España de entonces existían 29 centros culturales. Templos católicos había once mil ciento dieciocho. Así, quien levantó un pueblo en armas, lo pagó con su vida luego de que sobre su cabeza cayó todo el peso de la excomunión. Aquí, revelador, un trozo del documento que, fechado el 24 de septiembre de 1810, firma Abad y Queipo, más tarde sospechoso, él también, ante el Tribunal de la Inquisición:

«La Nueva España (…) se ve hoy amenazada con la discordia y anarquía, y con todas las desgracias que la siguen. El cura de dolores don Miguel Hidalgo (…) levantó el estandarte de la rebelión y encendió la tea de la discordia y anarquía, y seduciendo una porción de labradores inocentes les hizo tomar las armas; y cayendo con ellos sobre el pueblo de Dolores el 16 del corriente al amanecer, sorprendió y arrestó los vecinos europeos, saqueó y robó sus bienes. Como la religión condena la rebelión, el asesinato, la opresión de los inocentes; y la madre de Dios no puede proteger los crímenes; es evidente que el cura de Dolores, pintando en su estandarte de sedición la imagen de nuestra Señora, y poniendo en su referida inscripción, cometió dos sacrilegios gravísimos, insultando a la religión y a nuestra señora.

El cura Hidalgo (…) insulta igualmente a nuestro soberano, despreciando y atacando el gobierno que le representa, oprimiendo sus vasallos inocentes, perturbando el orden público, y violando el juramento de fidelidad al soberano y al gobierno, resultando perjuro igualmente que los referidos capitanes (…) El mal haría rápidos progresos si la vigilancia y energía del gobierno, y la lealtad ilustrada de los pueblos no lo detuviesen.

Yo (…) vuestro obispo (…) debo salir al encuentro a este enemigo, en defensa del rebaño que me es confiado (…) Así pues, me debéis creer.

En este concepto y usando la autoridad que ejerzo como (…) obispo declaro que el referido don Miguel Hidalgo, cura de Dolores y sus secuaces los tres citados capitanes, son perturbadores del orden público, seductores del pueblo, sacrílegos, perjuros y que han incurrido en la excomunión mayor del Canon (…) Los declaro excomulgados vitandos prohibiendo, como prohíbo, el que ninguno les dé socorro, auxilio y favor, bajo pena de excomunión mayor ipso facto incurrenda. Item. Declaro que el dicho cura Hidalgo y sus secuaces son unos seductores del pueblo y calumniadores de los europeos. Los europeos no tienen ni pueden tener otros intereses que los mismos que tenéis, vosotros los naturales del país, es a saber, auxiliar la madre patria en cuanto se pueda.

La unidad de todos los habitantes de este reino está en mano de nuestro digno jefe el Exmo. señor Virrey actual que, lleno de conocimientos militares y políticos (…) hará de nuestros recursos y voluntades el uso más conveniente para la defensa exterior de todo el reino. Dado en Valladolid, a veinticuatro días del mes de septiembre de mil ochocientos diez».

México. Tiempo después, ante la invasión de EU en 1847, el clero: «Luego de que el Gral. Scott se posesionó de la plaza de Veracruz, le propuso don Pablo Vázquez, obispo de Puebla:

Si me garantiza que serán respetados los bienes eclesiásticos, yo le ofrezco que en Puebla no se dispara un solo tiro».

Habiendo tomado la Cd. de México, en un día de campo que se dio en su honor, los munícipes clericales brindaros a la salud del ejército americano (sic) y por la anexión de México a los Estados Unidos…

En los campos de batalla miles de patriotas mexicanos cubrían con sus cadáveres el suelo patrio. México. (Este país.)

No pidas que los injustos…

La maniobra se ha consumado. El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación acaba de designar como presidente electo al candidato de Acción Nacional.
El fallo, cito la síntesis de M. A. Granados Chapa con una leve alteración, es judicialmente inatacable, y moralmente inacatable.Sin más.

Por otra parte y por sus hechos, ¿no es cierto que asistimos en el presente sexenio al descrédito de las instituciones, comenzando con la presidencial? Las instituciones del Estado: ¿qué han hecho de ellas los individuos que las representan, casi todos sujetos a pasiones, reacciones e intereses personales y de grupo, y cuyas acciones exhiben la descomposición de tales instituciones? ¿No es hora ya de desacralizar esas que la retórica oficial cita al menor pretexto y siempre en su propio provecho y en perjuicio de las mayorías? De ser así, ¿quién, quiénes acometerían tal empresa? Aquí algunas de las reflexiones que me provoca la determinación del TRIFE:

Al conteo parcial de las urnas, los magistrados encontraron que en el proceso electoral se registraban anomalías; que se habian violado las leyes, pero no al grado de tener qué dictar la nulidad del proceso. «Se trató, afirman en su dictamen; se trató de hechos aislados que no fueron determinantes para el resultado de la nación». Fue así como los siete responsables de dictar una resolución determinante para la vida del país aplicaron su criterio al «interpretar» la ley, y ello significa que las leyes que normaron el criterio de los siete magistrados permitieron la discrecionalidad, elemento que torna deficientes esas leyes. Y es que el Sistema de Poder ha forjado sus propias normas, unas regulaciones a la medida de sus intereses, y se rige por ellas. Y es como para preguntarse: ¿pedir que esas leyes conduzcan a la justicia? Lo afirma el dios del Olimpo en el drama de Plauto:
«No pidas a los justos acciones injustas, ni mucho menos acciones justas a los injustos». Mis valedores…

México pudo tener en Los Pinos un posible estadista que lograse modificar, así fuese de forma discreta, el rumbo del país. En vez de estadista, el país cuenta ya con un presidente, un clon de Fox que garantiza el continuismo de la política económica de los 18 años recientes, y los costos siga pagándolos el paisanaje. Bien mirado, no existe una gran diferencia en los postulados de los dos candidatos. Uno lo proclamó: «Primero los pobres». Con su proyecto económico, el otro: «Los pobres, después». Muy poca, la diferencia, que el orden de los factores… En fin.

Ganó una de las fracciones del país. Perdió la otra. Pero no inquietarse: los perdidos: quienes mantienen tomado Paseo de la Reforma, ¿un obstáculo para el nuevo gobierno? Claro que no. Esos que mantienen plantón y campamentos en esa avenida representan a los económicamente más desprotegidos. Y en México, como resultado de la política social del presente sexenio y según el discurso oficial, los desprotegidos son minoría. Oigan, si no, la propaganda de Fox…

¿Que quiénes pueden ser los mexicanos que mantienen campamentos y plantón en el Paseo de la Reforma? Difícil adivinarlo: durante su campaña electoral, el todavía hoy presidente del país prometió la creación de un millón 300 mil empleos nuevos. Cada año ingresan al mercado laboral un millón de jóvenes, y al año se crean 100 mil empleos. ¿Quiénes podrán ser los descontentos que mantienen tomado el Paseo de la Reforma? A saber…

Un índice alentador del México progresista: existen en nuestro país quince millones de poderosos económicos con derecho a voto. Si no, ¿cómo explicarse los quince millones de sufragios que obtuvo en las urnas el candidato de Acción Nacional? Creer que algún asalariado sufragó por él sería creer que existen mexicanos no sólo con «pe» de pobres, sino también con «pe» de inconscientes, al darle su voto al enemigo histórico.

¿Que el movimiento encabezado por AMLO está por erosionarse y fallecer por cansancio y erosión? No lo creo, que ni el López Obrador del 2006 es el blandengue y sesgado Cuauhtémoc Cárdenas de 1988, derrochador de una tremenda energía social, ni la energía de 1988 es esta del 2006. Antes, a las masas el Sistema la veía mansitas. Hoy las cree mansitas. Y no. Por todo lo anterior, yo sí creo la aseveración del todavía hoy presidente del país, cuando afirma, categórico, que al sucesor…

– Le entregaré la estafeta con un país en marcha, con un país en paz…

Pero el tal, mis valedores, tuvo que entrar al edificio del TRIFE por la puerta de atrás. Por la puerta de atrás ha entrado a la historia, y por la puerta de atrás está predestinado a salir para entrar a ocupar su lugar en el desván de la Historia. Por la puerta de atrás. Mientras, y por hoy, siga el Sistema con su modelo neoliberal. Es
México. (Este país.)

Zopilotera y hedor…

México, 13 de septiembre de 1847 -13 de septiembre de 2006. Paisanos, tengan presente, no se les vaya a olvidar. No se les olvide que fue un día como hoy, pero de hace 159 años, cuando el pabellón de las barras y las estrellas ondeaba en el Palacio Nacional de nuestro país. Fue aquel un sometimiento armado; hoy, el sometimiento no precisa de armas de guerra. A propósito de armas y sometimientos: al cumplirse algún aniversario de los hechos violentos del 11 de septiembre de 2001, lo afirmó el gringo Bush:

«Los americanos luchamos no para imponer nuestra voluntad, sino para buscar la paz…»

La paz. Hace 159 años lo proclamaba el presidente Polk: «Debemos buscar la paz. Debemos imponerla a nuestros enemigos, haciéndoles sufrir la maldición de la guerra». Hoy, lo afirma G.W Bush: ‘Yo estoy luchando para asegurar la paz. No para imponer mi voluntad, sino para defendernos y para extender las bendiciones de la libertad…»

El historiador norteamericano: «Polk, al mismo tiempo que mantenía una guerra de devastación, manifestaba públicamente sus deseos por la paz».

Hoy, el Dr. Larry M. Wortzel, coronel del ejército de EU (retirado): «Si la única vía para atacar a una organización terrorista es unilateral, aunque sea de manera clandestina, tenemos que hacerlo». Y Bush: «De ser necesario, actuaremos nosotros solos. La Organización de Naciones Unidas es prescindible».

Hace 159 años, los partidarios de Polk, escudándose en el falso supuesto de que México había provocado la guerra, «abogaban por el arrasamiento de las ciudades mexicanas y por la destrucción de vidas mexicanas».

Lo proclama G.W Bush: «Nosotros somos una nación con vocación decididamente pacifista».

Y el historiador norteamericano: «Saqueos, carnicerías, crueldades, el matar a los heridos en los campos de batalla; y aun en muchos casos quemar hombres vivos, han sido anotados por parte de altas autoridades oficiales, como parte de la historia de la guerra con México».

Lo publicaba un diario estadunidense: «Hasta que aplastemos a los mexicanos y llevemos la destrucción y la pérdida de vidas hasta el fondo mismo de sus hogares, y los hagamos crujir bajo el peso de nuestra mano de hierro, hasta entonces vamos a ser respetados por los mexicanos».

Y otro más: «Destrúyase la ciudad de México a raíz de la tierra sobre la que se levanta. Hágase desaparecer Puebla, Querétaro, Jalapa, Saltillo, Monterrey, de la misma manera, y después auméntese nuestras demandas».

Lo promete G. W Bush: «No permitiré que ningún terrorista o tirano amenace a la civilización con armas de destrucción masiva. Prometo una victoria sobre las pandillas fanáticas de la historia Nos hemos hecho a nosotros mismos y al mundo una promesa sagrada: no descansaremos hasta que se haya hecho justicia y nuestra nación esté segura Lo que nuestros enemigos comenzaron, nosotros lo terminaremos…»

«En marzo de 1847, los cónsules extranjeros escribieron al general Scott sobre los terribles resultados del bombardeo a México. The New York Herald decía que habían convertido la ciudad en ruinas bajo las cuales habían sido sepultados un gran número de no combatientes: hombres, mujeres y niños».

Mr. Bagby, Senador ‘Tero la vida de un solo ciudadano de EU es más valiosa que las vidas de cien mil mexicanos, hombres, mujeres y niños».

B. Delorme, historiador: «Los invasores llegaron al Castillo de Chapultepec pisoteando cuerpos de héroes, y la bandera de las barras y las estrellas ondeó sobre aquel memorable lugar, después de que los alumnos del Colegio Militar hubieron dado su vida por defender el último reducto de la Patria El mismo 13 de septiembre las tropas del general Scott se hacían dueñas de la capital de la República ¡El 16 de septiembre de 1847 la bandera del invasor ondeaba airosa, en el Palacio Nacional..!

Durante los 10 largos meses que el ejército invasor ocupó la capital, muchos fueron los mexicanos azotados a cuerpo desnudo, tanto en la plaza principal como en los costados de la alameda Pronto, los invasores se convencieron de que si hasta entonces habían tenido que habérselas con Santa Anna, ahora tendrían que luchar contra el pueblo «.
Hoy, G.W. Bush: ‘Luchamos no para imponer nuestra voluntad, sino para defendernos y para extender las bendiciones de la libertad».

Hace 4 años Santiago Creel, entonces Sec. de Gobernación: «El compromiso del gobierno mexicano: en el caso del terrorismo, ser solidarios con la comunidad internacional y particularmente con el pueblo y gobierno norteamericano». Es México. (Mi país.)

Es México, no Nicaragua…

Jura la Biblia que nada hay nuevo debajo del sol, y el lugar común: la Historia, cansada de crear, se repite. Ayer fue Nicaragua, México es hoy, mañana será otra vez Nicaragua, y vuelta a empezar. El matutino de ayer:

A dos semanas de iniciada la contienda rumbo a las presidenciales del 5 de noviembre, ningún candidato opositor a Daniel Ortega habla de sus planes de Gobierno. La idea fija de los opositores es emitir mensajes alarmistas contra Ortega y el FSLN…

Managua, ayer. Miro la foto en el matutino de aquel entonces: la plaza principal, enfiestada, hervorosa de dianas, entorchados y trajes de gala, tal como aún la recuerdo en la noticia que dieron a conocer todos los cinescopios. Aquella mañana de pólvora, sol y voleo de campanas, se cambiaba la presidencia del país. El corazón de Managua, un ascua viva…

Fue en los 80s. Al triunfo de la revolución sandinista sus comandantes conocían el nivel máximo de popularidad entre sus coterráneos y gobernaban el país; eran los esforzados hermanos Humberto y Daniel Ortega, el monje y poeta Ernesto Cardenal, el novelista y luchador civil Sergio Ramírez, y los todavía por aquel entonces íntegros e ínclitos Tomás Borge y el Comandante Cero. Fueron ellos, los sandinistas, quienes en nombre de la democracia y como por no dejar, al término del gobierno de Daniel Ortega llevaron a cabo el proceso de las urnas. Unas elecciones de mero trámite. El Frente Sandinista de Liberación Nacional seguirá gobernando, se aseguraba. Lógico…

¿Lógico? Miro la foto y recuerdo la escena, y aquí lo increíble: la Nicaragua que fue de Estrada, Umanzor y Augusto César Sandino, vencedores de los gringos invasores; la Nicaragua de León y el barrio heroico de Monimbó, que terminaron con la dictadura de la abyecta dinastía de los Somoza, repudiaba al sandinismo y aplaudía a sus nuevas autoridades, quién lo creyera…
Evoco el suceso de aquel entonces que vi en el cinescopio: bastón en la diestra y paso cojitranco, una modesta ama de casa, la señora doña Violeta Barrios, viuda de Chamorro, por media plaza se desplazaba rumbo al estrado donde la estaba aguardando la banda presidencial. De no creerse, mis valedores: los «nicas» habían dado la espalda a los sandinistas y el voto a la viuda de un periodista asesinado por la dictadura somocista. De no creer lo que sucedía esa mañana en Managua…

Recuerdo el reportaje: cansino el andar y en el bastón la diestra, la señora ama de casa partía plaza entre los aplausos de los asistentes a la ceremonia. Yo, los lentes clavados en el cinescopio (tenía menos edad, por eso todavía necesitaba lentes), pregunté a mi amantísima:

– ¿Lo entiendes tú? ¿Puedes entender cómo esa viuda señora que trastabillea rumbo a la primera magistratura de Nicaragua desplazó a los luchadores de la revolución libertaria de Nicaragua? ¿Lo entiendes tú, Nallieli? Porque lo que es yo no, de plano…

– No lo alcanzas a entender porque algunos detalles te pasan inadvertidos. Los bastones en los que se apoyó la señora, pongamos por caso.

– Uno le miro en la diestra, en el que aligera la pierna enfermita.

– No es un solo bastón, son muchos. Mira ahí. ¿Qué ves, amor..?

Los vi, los miré, los observé, y claro, válgame, con razón: entre discretos aplausos a la nueva presidenta de Nicaragua distinguí los bastones que la apoyaron en su camino rumbo al poder. De este lado en el palco de honor, sonriendo apenas, los representantes de Washington; de este otro, ellos sonriendo beatíficamente (lógico), el Cardenal Ovando y la alta jerarquía católica; más allá, los rostros circunspectos de los dirigentes de organismos empresariales (sí, norteamericanos). Más acá, los capitostes de radio, TV y prensa escrita: más allá, ojo avizor, los entorchados de uniforme militar. «¿Comprendes ahora, mi amor?» Comprendí entonces, y mis valedores…

Di gracias al cielo porque México no es Nicaragua, y hasta mi país no alcanza la mano rapaz e invasora de Washington, ni unos monopolios empresariales que, ahijados de la Casa Blanca, impongan Acuerdos de Chapultepec con modelos económicos dañinos para el fregadaje, ni consorcios de radio, TV y prensa escrita que lleguen a enajenar aturdidos hasta el grado de que éstos terminen dándolas al enemigo histórico (las de votar), ni la divina maldición de una jerarquía católica que desde el púlpito y al engaño de la religión manipule a las masas para propiciar el continuismo de una ultraderecha reaccionaria, yunquera y opusdeísta de cristeros tardíos. Fue entonces: de pie, brazo e índice en alto, lancé el vaticinio:

– En México, por fortuna, si llega a surgir un carismático líder de masas, ¡ese nunca podrá ser derrotado por ningún chaparrito, peloncito, de lentes..!
Eso dije. Acertado que es uno. (En fin.)

Fue el 11 de septiembre…

Los aviones iban directo al blanco. Era un ataque cobarde, alevoso, contra la democracia, contra la libertad. La gente estaba confundida, las calles eran el escenario del caos. Las calles vacias, los comercios cerrados, la palabra ausente, el espíritu asesinado. La fecha se escribía con dolor y rabia en la memoria de un mundo que, hasta cierto punto, se negaba a admitir la atrocidad, el genocidio…

Fue un 11 de septiembre como el día de hoy, mis valedores. Fue en fecha tal cuando hizo explosión aquella tragedia que, preparada y perpetrada por el terrorismo internacional, vino a lastimar la conciencia de todo un pueblo, y así hasta hoy. La fecha corresponde al 11 de septiembre de 1973, y tuvo como escenario el palacio en flamas de La Moneda, en Santiago de Chile, y de víctima, con todo el pueblo chileno, a Don Salvador Allende, presidente constitucional de la república de Chile. El magnicidio se tramó en La Casa Blanca como una orden personal de Richard Nixon, con la CÍA, y cuándo no, como cerebro de la maniobra terrorista, y Augusto Pinochet de brazo ejecutor. Sí, ese mismo que hoy, viejo, achacoso y con fama pública de asesino y corrompido hasta el tuétano, dice con vocecita de vahído y desguanzo:

– Pido perdón si en aquel entonces cometí algún error…

Ya en 1972 lo denunciaba Allende: ‘La historia nos enseña que siempre los grupos que saben que van a ser heridos sus intereses, reaccionan tratando de impedirlo. América Latina tiene una dolorosa y vivida experiencia, que ha significado presión, coerción, y aun desembarco de fuerzas armadas (…) Dije siempre que la victoria popular chilena era la derrota más dura de las fuerzas imperialistas y pro-imperialistas».

El cronista norteamericano de la CIA se refiere al complot: «R.M. Helms, entonces Director de la Central de Inteligencia, se reunió con Nixon el 15 de septiembre de 1970, que le ordenó directamente la operación encubierta en Chile. Nixon había insistido: tenía que evitarse que el candidato marxista Salvador Allende llegara a La Moneda. ¿Cuánta gente había visto a un presidente de los EEUU fuera de sí? Era un espectáculo. Y no había más solución que acatar las órdenes. Textual, la orden de Nixon:

Hay una posibilidad entre 10, ¡pero he de salvar Chile! Tienes 10 millones de dólares y más, si es necesario, pero… ¡haz chillar la economía..!»

Helms recordaba haber comentado: «me están ordenando algo casi imposible. Era una operación condenada al fracaso: demasiado localizada, demasiado tardía, y con una preparación inadecuada». Helms, claro, sabía que la clave de esa orden era la relación personal de Nixon con Donald Kendall, director ejecutivo y presidente de PepsiCo, que tenía una planta embotelladora de Pepsi-Cola en Chile. El había confiado la contabilidad de la firma a Nixon cuando éste empezaba a ejercer su carrera de leyes en Nueva York. La operación anti-Allende era, en esencia, una decisión de negocios: Kendell y otras compañías americanas no querían un dirigente marxista en Chile. Al no prevenir la operación clandestina de Bahia de Cochinos, Nixon había quebrantado su propia ley: «Las operaciones encubiertas son como una buena droga. Funcionan, pero si abusas de ellas, te matan…»

Estaban también otros intereses económicos: «Los tenebrosos propósitos de la ITT: en 1970 sugirió al gobierno de Estados Unidos que interviniera en los asuntos políticos de Chile. Proponía el estrangulamiento económico, el sabotaje diplomático, crear el pánico en la población, el desorden social, para que al ser sobrepasado el gobierno, los militares quebrarán el régimen democrático e impusieran la dictadura».

Ahí intervino la manipulación de las masas: «¿Quiénes son nuestros enemigos? Tu enemigo, soldado, yo te lo voy a presentar. Es aquel que sigue ideologías extranjeras. Tu enemigo, soldado, es aquel extranjero cubano, brasileño y todo aquel mal chileno que hundidos en la clandestinidad de su país o en el nuestro han encontrado la forma de vida en las ideologías que no tienen Dios ni patria, y trataban de llevar a tus padres, esposa, hijos y amigos a la esclavitud en vida que es el marxismo-leninismo».

Y el entonces senador democristiano Juan de Dios Carmona «Uno de mis orgullos es que, siendo ministro de la Defensa de Frei, autoricé la adquisición de los Hawker Hunter que bombardearon La Moneda«, El Gral. César Mendoza: «Aquí, el primero que diga compañero o haga comentarios de cualquier índole será fusilado delante de los demás». Y ya consumado el cuartelazo, Augusto Pinochet «Somos autoritarios y no aceptamos nada. Mi poder político es de origen divino…»

Santiago de Chile, 11 de septiembre de 1973-11 de septiembre de 2006. Don Salvador Allende. (A su memoria)

¡Ahí viene la revolución..!

Calderón, un presidente «sitiado» Para evitar la multitud de simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador, que se instalaron en la sala principal y gritaban ofensas a todo aquel que salía del edificio, los panistas dejaron el inmueble por la puerta trasera del estacionamiento. (La Jornada y Reforma del pasado miércoles).

Lo que ocurre con los panistas y su presidente electo (uno chaparrito, peloncito, de lentes) me llevó a recordar el episodio aquel que cuenta Rubén Romero en El pueblo inocente o alguna otra de sus novelas, que cité en la tertulia de anoche. «¿Identifica alguno de ustedes el pasaje del coronel federal frente a los aprendices de revolucionarios?» Los contertulios pistojearon.

Este pasaje de la novela me atacó a mansalva la noche del pasado miércoles, que fue de desvelo, y a lo obsesivo me rebulló en la mente para terminar perpetrando fulminante insomnio. Encendí la luz y por llamar al sueño me puse a leer el «Mensaje a la Nación del presidente«. Resultó peor. Al insomnio se empalmó la rabia Arrojé al cesto el «Mensaje a la Nación del presidente«. Ahora, una noche más tarde, el maestro:

– Nuestro anfitrión se refiere al incidente que en primera persona relata el novelista, y que según lo evoca mi memoria va más o menos así: «Era yo un joven despierto, audaz, novelero. Aquel día entró mi padre al corral y con semblante preocupado me comunicó la novedad: se rumoraba que en la capital del país había estallado la revolución de Madero, y que por estos rumbos se habían ubicado espías federales. ‘Yo ??poca delicadeza la del novelista?? me levanté (estaba acuclillado) y amarré el cordón de los calzones».

Y que a la posibilidad de la aventura le latió fuerte el corazón, y su lógica respuesta de joven que, aburrido en el poblacho, ventea nuevos vientos para cambiar de rumbo su vida ‘Yo, revolucionario de chisguete, me junté con varias docenas de jóvenes de mi carnada y armados con unas viejas escopetas enfilamos al puente donde tendrían que pasar los federales. «Allí vamos a afortinarnos», dije, dirigiendo la operación».

«¿Y esos? ¿A dónde se dirigen en bola?», preguntaban los curiosos.

«Al puente, a afortinarnos» ??respondió uno de los gañanes.

Y ocurrió, contertulios, que sin saber cómo fue, los bisoños detuvieron a algún militar desbalagado, un coronel que, ajeno a cualquier revolución maderista, pacíficamente se dirigía a la población. Lo toman preso y lo encierran en alguna troje, con centinela de vista «Prepárese, que va usted a ser pasado por las armas». El desdén del uniformado los extrañó; los saco de balance. «Ah, jovencitos, conque me van a fusilar…»

Y así pasó un día, y pasaron varios más, y entre los novatos el conciliábulo: ¿qué hacer con el coronel? «Fui y en la cárcel improvisada me entrevisté con él. La revolución ha decidido conmutarle la sentencia de fusilamiento. Tendrá usted prisión perpetua».

«¿Que qué? ¡Nada de eso, no estamos jugando! ¡Ustedes me fusilan!» Y les volvió la espalda Se azozobraron. La actitud desdeñosa del militar los desconcertaba De la capital ninguna noticia de ninguna revolución, y el prisionero se tornaba una carga Nuevo conciliábulo, y…

«Coronel, hemos decidido entregarlo a la superioridad».

«Nada de entregarme. A mí me fusilan o pobres de ustedes».

Los revolucionarios de utilería se reunieron, discutieron, deliberaron. Su propósito: salir del paso lo menos desairados posible. Hasta que aquella tarde: «La revolución ha decidido dejarlo en libertad, coronel. Puede usted irse».

«¿Qué? ¿Irme? ¿Así nada más? No jovencitos. Ustedes me fusilan o verán para qué nacieron. ¡Les exijo que procedan conforme al código militar en tiempos de guerra!»

«Váyase capitán».

«¡Yo fui sentenciado a muerte! ¡No voy a huir!»

«No es ninguna huida Lo perdonamos».

«¡De qué carajos me van a perdonar! ¡Soy su prisionero de guerra, fui condenado a muerte, y exijo que se cumpla la sentencia!»

Embarazosa situación: «Váyase, coronel, por vida suya Todo fue un mal entendido. No nos comprometa tenga piedad, váyase..»

La puerta abierta de par en par, le imploraban: «Por piedad…»

Tal fue, en esencia, el relato que en versión libre recreó el maestro la noche de ayer. En lo que estoy cierto de que falló fue en los nombres. No creo que el novelista los haya nombrado: al coronel, AMLO, y a los bisoños y aturdidos, Fox y un chaparrito, peloncito, de etc. El maestro, ¿se equivocó?

Nueva York. AMLO tiene poder en la calle, el Congreso y los sindicatos. Desactivarlo, prueba de fuego para el gobierno…

(Fecal)

Auxilio, señor Presidente…

Mis valedores: el presente es un mensaje que lleva como destinatario al presidente del país. Señor:

Nunca me he dirigido a usted, y nunca esperaba hacerlo. Las circunstancias me obligan, y qué hacer, sino enviarle esta respetuosa misiva. Señor Presidente: yo nunca le he pedido ni madre Madre yo ya no tengo, pero ni así le pediría; y con todo respeto, usted tampoco tiene, y nadie puede dar lo que no tiene. (Entre paréntesis: espero que ambas hayan alcanzado el perdón de Dios. Ellas qué culpa tienen del par de hijos que legaron al mundo. Y sigo.)

Esto lo redacto a las tres de una madrugada de miércoles; una desapacible madrugada que apesta a miércoles, luego le digo por qué. Al principio de la noche, yo expectante, me puse a escuchar radio, recorrí el cuadrante una, dos, muchas veces, y lo asombroso: ni marejadas reportaron los noticieros, ni algún huracán, ni ciclones, ni siquiera un mal tsunami ni un río que se sale de madre. Apagué esa madre (el aparato de radio), e intentaba dormir, pero el sueño, andavete Y qué hacer…

Fue entonces, señor Presidente: como medida extrema se me ocurrió encaramarme en la azotea, y declararme en plantón «permanente» hasta que amanezca, y aquí estoy, atejonado en la tienda de campaña que habilité con dos de mis camisones, una bata de dormir y media docena de chonines. Y así señor presidente, me he puesto a examinar el firmamento. Del norte al Ajusco y de los volcanes a Cuajimalpa Pues sí, ¿pero firmamento? ¿Cuál firmamento? Una terca nublazón, una oscuridad absoluta, ramalazos de viento y aquel retumbo a lo lejos. Y aquí lo insólito, señor presidente…

He oteado los cielos por ver si en ellos advierto algún cambio entre ayer y hoy, pero nada Ni la colisión de los astros, ni el más leve rechinido en la maquinaria del cosmos, ni una furiosa lluvia de estrellas o Plutón, que se declare en rebeldía por su desafuero reciente He intentado, al modo de Pitágoras, escuchar la sinfonía de los astros, por comprobar que sería una sinfonía fúnebre, con acordes de macabra. Pero nada Madre Natura, impávida La conmoción que acababa de producirse aquí abajo no la impresionó en lo mínimo. Las pequeñeces que ocurren a los humanos, y que nosotros tomamos como descomunales tragedias, no parecen quitarle el sueño, como a mí. Y yo, que temía algún temblor de tierra, un sismo de 30 en la Richter o que el Popo nos la fuera hacer de fumarola, pero no, Madre Gea, impávida…

Miro hacia las alturas y conozco que allá, más allá de la nata de nubes, permanece púdicamente velada la luna (alta, fría, distante y purísima como tú, mujer). Yo, acá abajo, tiritando de frío. Y de repente: un molotito de calidez se ha metido a lo subrepticio en la tienda y se tiende entre mis zancas. Y cómo no, si ha comenzado a llover. Es El Rosco, gato tan viejo, enclenque y patético como su dueño, aunque a saber si no resulta que el dueño es él.

Acurrucado en mis zancas lo siento tembloriquear, y es que afuera comienza a caer una de esas lloviznas nocharniegas que me tiene calado hasta el tuétano (calado en el sentido honesto del término). No, no me atrevo a caer en el trasnochado cliché de la escuela romántica: «El cielo, por fin, que llora conmigo; casi en silencio como yo mismo». (Mira, mira.) Fue en este momento cuando cometí la imprudencia:

– ¿Qué te parece lo que ocurrió ayer al mediodía?, pregunté al Rosco El, ronroneando. Yo, imprudente, insistí: «Lo que ocurrió al país, ¿qué te parece?» Y fue entonces: un pujidillo, alzar de la cola, y un cuajarón pestilente me manchó bata, chonines y el tafilete fiusha de mi bata de dormir. En cuanto amanezca, a lavar el cochinero de miércoles. Señor presidente…

Si la nuestra es una comunidad mayoritariamente rica, si los pobres son socios de los grandes capitales, entonces México va a amanecer exultante y a echar a voleo las campanas entre juegos y fuegos artificiales. Si el de este país es un pueblo que alimenta intelecto y espíritu con las enseñanzas del duopolio de la televisión y las homilías de los Onésimos y Riveras, esas masas van a dar como lógico, natural y voluntad de Dios lo que aconteció el mediodía de ayer, y a resignarse, y a ver si a la próxima. Ahora que si está integrado por pobres en su mayoría, México va a despertar con su esperanza resquebrajada y dolido, macerado una vez más. Pero si, por desgracia, ciertos focos rojos…

– Bueno, sí, pero cuál es el objeto de tu recado, me la va a usted a interpelar, tuteándome
Y aquí mi respuesta y el favor que le solicito. Señor presidente: hasta ayer, usted lo necesitaba, y yo no. A partir de esta fecha usted ya no lo necesita, pero yo si ¿Seria de ánimo tan comprensivo y generoso como para obsequiarme y hacerme llegar su dotación completa de Prozac? Nada más, señor presidente (No más.)
elvaledormx@yahoo.com.mX

Coitus interruptus

En el poniente, mis valedores, ¿observan su agonía? Ya sin fuerzas para defenderse, el sol se desangra en amarillos estertores que embarran techumbres y muros del caserío allá por los rumbos del Tepeyac. En la terminal de autobuses esos provincianos, mochila al hombro, descienden del guajolotero maltrechos, desvencijados después de horas de camino. Pajarean para todos lados: «¿habrán llegado los demás..?»

Obsérvenlos deambular por las salas de espera. Alguno bosteza, otro avienta el escupitajo, y este comienza a desparramar bocanadas de humo por boca y nariz. «Retirar el hambre». Y a ambular por la central camionera…

(En silencio viajaron, cerrados los ojos; pensando, nomás pensando; quizá alguna oracioncilla que salió a lo subrepticio, como cuando nos desborda la necesidad de llorar. Horas de carretera desde todos los puntos de la rosa hasta recalar en el DE Sexenio de Fox. Democracia. México.)

La tarde envejece mientras ellos arriban en tandadas de treinta, cincuenta fuereños que enfilan calle adelante rumbo al oriente de la ciudad; a cumplir la encomienda como representantes de miles y miles que allá se quedaron. «Apriétenlo, que tenemos poco tiempo». (El paso.) Campesinos de oscuro color y greña renegrida; viejos, y chamacos, y embarazadas. «Aprisa». De prisa caminan, al hombro el morral bastimento y un rollo de papel. «Aprisa, ya va a oscurecer».

Esto que les relato, mis valedores, ocurrió la tarde de un viernes. A buen paso estos grupos se agregan a estos, y entre todos van formando un abigarrado contingente de vestimenta y gorros diversos según la querencia de donde vienen. «Que nadie se deshalague». Variopinto el vestir como los dejos del habla, pero existe en todos un sello de identidad: son los pobres de la tierra. De la tierra de este país. Son paisanos hervorosos de tufos, calores, sudores, expectación. (México. Democracia Sexenio de Fox.)
Y ocurrió que a aquello de entre dos luces el contingente avistó, a lo lejos, el edificio. Botas, tenis y huaraches aceleraron el paso, y allá van, directo a la explanada «Gracias al Santo Niño llegamos sin novedad».

¿Sin novedad? ¿Y eso? «¿Por qué esa cerca de fierro?» Los delanteros se frenan. Y fue entonces: de repente, el escuadrón de uniformados, paso redoblado, se deja venir, tolete al cuadril, escudo y arma larga al frente, contra los gorros de palma que caminaban hacia la explanada del edificio. De atrás de la careta si es que así se llame; de entre la máscara de hierro o del material que sea, y de los mostachos, los dientes de oro, una lengua pastosa y un corrompido aliento, las palabras como bombas de racimo. Zozobra, expectación. «¡Tíznale, que no podemos pasar!»

No más allá de esas vallas. «Que si nos declaramos en rebeldía no responden chipote con sangre, y que ái se nos haga si nos la hacen de gas (lacrimógeno), y que si en algo apreciamos la vida tenemos que recular».

– ¿Recular? ¿A estas horas? ¿Con quién vamos a recular?

– Recular de retacharos por donde vinimos y arrendarnos pa nuestros bebederos. Que hoy se cebó, que no va a haber nada Nada de nada

– Cómo de que nada va a haber. Cómo que nada de nada..

Que nada de nada, dicen aquí los pinchis sardos.

– ¿Nada? ¿Y nosotros qué? ¿Nos vamos a quedar con las ganas? ¿Pa esto vinimos desde tan lejos? ¿Pos a qué le están jugando, tú?

– Que dizque allá adentro unos broncudos se alebrestaron, y que al mero mero se le frunció. Que nada de nada

– Pos qué zacatón de miércoles, que nos echa a perder nuestra buena intención. ¿Así que este primero de septiembre no va a haber informe?

– No, paisas. Que se le frunció el cicirisco.

– ¿Tonces nos vamos a quedar con las ganas? ¿Coitus interruptus? Y nosotros, mineros y campesinos, artesanos y amas de casa, obreros de salario mínimo y desempleados, que desde tan lejos veníamos nomás a aplaudírselo a Fox, su informe Caracho, ¿y ora cómo mostrárselo, nuestro agradecimiento?

– Y yo que pa venir a echarle un chiquitibún a Martita malbaraté un güey, si seré güey. ¡Vamos, México!

– No, ¿y luego nosotros? Desde San Cirindango nomás a echarle porras a Manolo y Fernando Bribiesca, y ora no poder aplaudírsela, pa su madre…

– Nosotros, los de Oaxaca, que veníamos a aclamar a Ugalde, a Leonel Castillo y a su engendrín, uno chaparrito, peloncito, de lentes, hijo putativo de toda su política neoliberal. ¿Y ora resulta que nos quedamos con las ganas? ¿Cómo podemos corresponder a Fox por todo lo que hace por nosotros?

– Mercar unas cocas. A un ex-gerente cocacolero no le vendría mal.

Democracia. Sexenio de Fox. (México.)

Imprudente de mí…

¿Por qué, si buscaba mi cordón umbilical, no recalé en mi terruño? Si intentaba tornar a mi raíz, con sus serranías entrañables, sus sonidos y olores, sabores y aromas, tufos y esencias, ¿por qué no visité mi Jalapa Mineral? ¿Por qué, aturdido de mí, fui a recalar a Las Güilotas, Zac, con la familia de mi primo el Jerásimo, licenciado del (de lo quedó del) Revolucionario Ins.? (Hoy este susto, esta zozobra, esta corazonada.) Y es que anteanoche, yo desempacando del camión guajolotero, a la querencia de un techo recalé en la finca del Piojo Resucitado, por mal nombre mi tío José Encarnación, cuando en eso, mama mía, o más bien mama de ellos…

Ellos. El salón de la casa un ascua viva reventando de música, risotadas y manoseos burdeleros frente a la vigilante mirada de la tripona del turbante fiusha y vestido de charmés, lentejuelas y bordados de oro: mi tía Tencha grande (zafia y vulgar nueva rica y, por lo mismo, amante del relumbrón), madrecita de la Tencha chica y de mi primo el Jerásimo; una madrecita que, ya crecida en edad, volumen y peso, se tornó madrota de la docena de mini-minis del negocio familiar, que repegaban su negocio familiar a la jariosa hinchazón de unos payos drogados, erotizados, alcoholizados. Yo, desde la puerta: «¡Tía, tiíta!» En la escandalera la interpelada no me oyó (¿no quiso oírme?) Y alcoholes que van, y briagos que vienen, y parejas que soban lubricadas entrepiernas en un aire que se asfixia con humazos y tufos a petate quemado. «¡Tío Chon!». Nada. El Piojo Resucitado, ultimando la entrega de sus sembradíos (droga) a los entejanados del cartel de Las Güilotas. «¡Tiíto!» Con mis dos petacas (el equipaje) penetré en el salón. «Tiíta». Y válgame…

Ahí, entre la rueda de jariosos, mi prima Tencha chica, que en el DF ficha en El Burro de Oro bajo nombre artístico de La Princesa Tamal: en las vedijas un trocito de trucita minusculita que mal le disimulaba el mayusculote, y aquellos meneos, quiebres, calambres y contorsiones que engarrotan nervios y cartílagos de unos payos babeantes. «¡Cosota!» Me dirigí al maestro de ceremonias: «Jerásimo» Nada Y fue entonces…

«Venga, ámonos de aquí». En un susurro. «Calladito». Acepté con desconfianza Sotero me estima Pero a media pierna le advertí el bulto aquel, tieso. Y salir con el ordeñador a lo oscuro…

«Por neocomunistoide lo desconocieron frente a los invitaos especiales. Lo voy a llevar al mesón». Salimos al campo. Yo, azozobrado, por hacerle plática «Vaya fiestón. Todo un negociazo para mis tíos».

– No ahoy, los gastos por cuenta de la casa Celebración. Fiesta privada todo de barbas. Tragazón, trago, droga, güilas, ¿Se fijó en la clientela?

– No entiendo. Mis tíos, tan voraces para el dinero, ¿y gratis?

Salimos al yerbazal. Aromas, rumores: belén, anisillo, agua que fluye, animalillos nocturnos, el ala al volar. Arriba estrellas, a lo lejos, fogatas.

– Ahí taban el dueño del banco, el de Radio Las Güilotas, el de la Crónica de las Güilotas, el padre Pioquinto, los trinchones del cartel de Las Güilotas. No, y el alcalde saliente. Entre todos ellos impusieron a la pura ley de sus güilotas al mostrenco, ¿no lo vio? Uno chaparrito, peloncito, de lentes.

– Sigo sin entender. Pero mis tíos, ¿por qué tan espléndidos..?

– ¿Por qué? Porque les hace así el cicirisco, mire; por eso soltaron los oros y compraron alcalde, y propaganda en el radio, en La Crónica, en el púlpito. Vaya hasta a los móndrigos de las casillas, ¿no los vido bien pedros?

Yo, sin entender. «Porque es usté güey. De haber llegao nuestro candidato, uno de muchas güilotas y honrado hasta las criadillas, ¿a dónde hubieran ido a dar(las) los del Piojo Resucitado, familia corrompida hasta las güilotas? ¡De las puras güilotas al penal de La Palma! ¡Todos! ¿Entendió?»

¡Entendí! «A poco por eso le abulta el cuadril».

– A poco no. En el pueblo todos andamos habilitaos. Hay hartos «cuernos de chivo». Esta fusca es todavía señorita, pero trái sus plomos cabales pa l’hora de los mameyes. ¿Devista aquellas fogatas?

– Las de mi niñez. Los rancheros, cuidando sus montones de mazorcas.

– ¿Mazorcas? Lumbradas pa que nos juntemos todos y truene el cuete, porque después del trinque de las «juerzas vivas», todos los del pueblo tráimos con qué responderles, y con el sano propósito de sollamar el nidal de ese animalero de miércoles. ¡Que de las «juerzas vivas» que nos trincaron con transa tan puerca en la güilotera no quede títere con cabeza ¡Y al calabozo hasta que se le pudra y usté me la va a perdonar, la corrompida familia del Piojo Resucitado! Oiga qué trái, no se me pandié. El vahído. Me afiancé en el pirul. «Oiga yo a usté lo tanteo bastantemente zacatón. ¿Por qué no se arienda pa la capital? Todavía alcanza el camión de las 12». Lo alcancé. (Y esta corazonada..)

El Ave Fénix

Extraída de algún relato extranjero, aquí una apretada síntesis de la historia del Ave Fénix. La moraleja, a cargo de ustedes.

Aconteció que cierto empresario de nombre Poldero negociaba con un zoológico donde se exhibía, a tanto más cuanto la entrada, ejemplares del reino animal procedente de todos los puntos de la rosa. Ninguno, por más exótico, parecía faltar. Pero no, que uno se echaba de menos, y el empresario se dolía:

– El zoológico no cuenta con el Ave Fénix. Tengo que conseguirlo. He de viajar hasta donde habita y traerlo, y exhibirlo con el resto de los animales.

Y sí, tanto rastreó Poldero ignotas regiones, que dio con el Ave Fénix, lo capturó, regresó con él y lo instaló en una jaula especial. Y ahora sí, a exhibirlo con un módico sobreprecio. El zoológico, por fin, estaba completo. Qué bien.

¿Qué bien? Eso sólo al principio, porque los visitantes, acostumbrados a admirar tigres, orangutanes y al cocodrilo que se tragó a una nativa isleña, terminaron por aburrirse de un pajarraco gentil y apacible que nada tenía de extraordinario. ¿El Fénix? Bah. Poldero, entonces (tomar nota):

– A cambiar ese pajarraco por alguno cuya fama de sangre y muerte atraiga a los visitantes. Un Fénix que sea rudo, fiero, espectacular.

– Imposible, lo desengañó el administrador.» Este es el único ejemplar que existe en el mundo. El Fénix no tiene pareja ni descendencia. ?l mismo, al llegar a viejo, se prende fuego para emerger renacido.

– Conque esas tenemos. A envejecerlo, pues. A iniciar de inmediato el proceso, ¡y espero que renazca como ave guerrera.!

Entonces (fijaros bien) Poldero le disminuyó a la mitad su ración de comida y después a la cuarta parte, pero el ave no envejecía Le suprimió la calefacción, sin resultado. Le atascó la jaula con pájaros belicosos, que a lo sañudo lo agredían a picotazos, y nada el Fénix todo lo soportaba en silencio. Poldero, impaciente, le introdujo en la jaula una runfla de gatos de callejón. El Fénix voló sobre sus cabezas y sacudía las alas; unas alas doradas, esplendorosas. Dio entonces en colocársele enfrente, y lo vituperaba El Fénix, impávido. Poldero, entonces, al administrador:

– Investiga todo lo referente al hábitat del animalejo.

Que el Ave Fénix vive en el clima seco, descubrió el administrador.

«¡Ajá!» Poldero encerró al Fénix en una pequeña jaula con regadera en el techo, y a bañarlo noche por noche. El ave empezó a toser…

– ¡Eureka lo envejecí! ¡No tardará en prenderse fuego..!

Y rápido, la campaña de publicidad: «¡El Ave Fénix a punto de incinerarse! ¡Se invita a todos a presenciar el maravilloso espectáculo!» Entonces, para que el Fénix acelere el proceso y arda en vivas llamas, a atiborrarle la jaula de malolientes haces de paja y alambres de púas. ¡Rápido..!

Por fin. La hora había sonado. Cierto día (¿van ustedes tomando nota?), el Fénix comenzó a revolver la paja Poldero se apresuró a firmar un contrato por los derechos de radio, cine y televisión. Y comenzaron los preparativos, y…

La fecha llegó. Al imperativo de la ganancia económica Poldero había estado excitando la curiosidad y el morbo de los asiduos al zoológico con el anuncio machacón del prodigioso renacimiento del Ave Fénix. Y el día llegó. El gigantesco auditorio donde se montó el espectáculo, atiborrado. En la jaula luces, cámaras, micrófonos. Desde un altavoz el anuncio del espectáculo que estaba por ocurrir frente a aquel público morboso, expectante:

– ¡El Ave Fénix, distinguidos visitantes, comienza los preparativos de su rejuvenecimiento!

¡Ante nuestros ojos va a renacer, según su ritual exótico..!

Un manojo de ramas y virutas perfumadas se introdujo en la jaula «¡Contémplenlo ustedes, distinguidos visitantes!» Poldero, a todo volumen. «¡El Ave Fénix se dispone a rejuvenecer! ¡Todos tendremos el privilegio de contemplar la ceremonia inmortal! ¡Ya comienza distinguidos visitantes..!»

Un estremecimiento sacudió el opaco plumaje. El Fénix movió la cabeza Tambaleante, descendió de su percha Con movimientos cansinos congrega virutas y ramas. ¡Activen cámaras de cine y TV! ¡Estallantes, las luces alumbren la jaula! Poldero, al volumen máximo:

– ¡Este es el momento que el mundo ha esperado con ansiedad! ¡La leyenda de siglos se materializa ante nuestros ojos! ¡El Ave Fénix..!»

El cual, anidado en su pira, pareció caer dormido, y ahí la desilusión de un público vicioso del morbo y la nota roja Y de súbito… (A tomar nota y dar con la moraleja o todo fue inútil.)

El Fénix se irguió, miró a Poldero, a la muchedumbre y… ¡el Ave Fénix y su pira estallaron en llamas! ¡El fuego abrasó el auditorio y en dos minutos todo quedó reducido a cenizas! ¡Miles y miles, perecieron en el incendio! Poldero, el primero de ellos. (Fox.)