Suerte la mía, que el maestro llegó a la tertulia en el momento preciso, donde impuso su autoridad y calmó la gallera. «¿Por qué la dificultad, contertulios?»
Nomás porque establecí un parangón entre los dos entes en los que hoy delegan las masas: los candidatos presidenciales y el clásico pasecito a la red. «¿Saben ustedes cuánto nos cuesta el proceso electorero? ¿Existe una proporción entre tantos millones que nos arrancan de nuestros impuestos y la calidad de ‘estadista’ del que llegue a Los Pinos?»
– No, pues no -el joven juguero-. Y menos si de chiripada va llegando el yunquero cuñado de su cuñado…
De acuerdo todos. Alguno meneó la testa; otro, a modo de oración, musitó una ristra de altisonancias. «¿Y no ven el paralelismo entre la pacotería del candidato que se encarame en Los Pinos y los matalotes que en el «Alemania 2006» concentran la enajenación delirante de unas masas manipuladas por el duopolio televisivo que así las sumerge en el consumismo?
– ¿Qué qué? A ver si entendí bien (bien que lo entendió El Síquirí): ¿Está usté insinuando que el Kikin y el Cabrito son tan chafas como Campa y el cabro Calderón? ¿Está comparando «nuestra» Selección con Madrazo? ¿Compara nuestros símbolos patrios con El Peje y Calderón?
– No, porque el símbolo patrio de los mexicanos que la televisión metamorfosea en Perra Brava es el chile.
– Ándale, güey, ya sacastes boleto (en un susurro el Síquiri, zafio y confianzudo que no fuera.
Lo alcancé a oír). Miradas como puñales (de los de hoja damasquina). El joven juguero, tensa la voz: «Lo capáramos», y La tía Conchis: ‘Yo opino que nomás lo linchemos. ¿Quién se apunta con el garrote, quién se trái la lata de gasolina? Mi salvación, el maestro. «¿Por qué la crispación, contertulios?»
– Es que los mexicanos puro nacionalismo, y el que ofende los símbolos patrios tiene pena de la vida y no amanece en su colchón. ¿Sobres, vecinos..?
Yo, azozobrado. Al enterarse del problemón, el maestro: «Nuestro anfitrión tiene razón. Pues qué, ¿no fue un pimentón el símbolo del «México 86»? El Pique, ¿no lo recuerdan?
– Yo sí -don Tintoreto-. Un pimiento morrón o algún otro picante de los tantísimos y tan variados que Madre Natura oferta a sus hijos dilectos, los mexicanos. Un chile fue, una especie de miembro activo.
– Miembro activo Hágamela buena -sonrió la tía Conchis, sonrió la Maconda. Los hombres nos atragantamos. «Miembro activo del equipo mexicana Señor valedor, ¿podría describirnos el símbolo del México 86?’
Ya apaciguada la gallera y aún tembloroso me di a describir El Pique un picante con la punta hacia arríba y los rasgos de un rostro autóctono con que el dibujante lo humanizó: jetón, mofletudo, prieto retinto y panzón, ojillos de apipizca, gorro alón, zancas estevadas, pantaloncillo y botines de la Selección Mexicana. Ese fue El Pique, un pimiento tamaño familiar que los merolicronistas de radio y televisión exaltaron hasta la náusea con andanadas de manipulación patriotera: «¡Mé-xi-co!» (Aún no se empleaba mi frase, que tanto repetí en la XEQ, estación de radio donde laboré en un tiempo: «¡Sí se puede!» El Sistema de poder nos tiene bloqueados psicológicamente: «¡No se puede y háganle como quieran!». Y yo: «Por medio de la organización celular autogestionaria vamos a replicarle: «¡Sí se puede!» Cuándo iba a imaginar que mi frase, copiada por Madrazo cuando candidato al gobierno de Tabasco -«Quién dice que no se puede»-, descendiera hasta el grado de convertirse en el asunto de El Pique. La frase, en realidad, es del maestro.)

Al fin de la fiesta y ausentes los triunfos que se habían prometido, ¿del «México 86» qué vino quedando a la fanaticada? Fatiga, desilusión, cruda etílica y basura de confeti tricolor. Mis valedores: porque en el «Alemania 2006» la historia amenaza repetirse sin que el manipulado escarmiente, en la tertulia se me ocurrió proponer el chile del «México 86» como el auténtico símbolo patrio de la Perra Brava. ¡No lo hubiera dicho! Ya amansadas las crispaduras, el maestro me invitó a exponer mi tesis, y yo, por ser más explícito, la inicié con la glosa del viejo editorial gráfico de Palomo, caricatura que dividió en seis cuadros. El primero:
Es mediodía en el valle de México. Contra un fondo de volcanes (la Mujer Dormida y el Popo, a su lado, la entraña de fuego, requemándose por dentro), un mexicanito típico, según manoseada imagen del turismo extranjero, dormita bajo el gorro de palma, sarape desde la nariz hasta los huaraches y los… (Mañana.)