Se me quedó rígido, recalentado y apestoso a chamusquina (el motor del BMW. Del volks cremita, más propiamente). Noche resfriada a lloviznas nocharniegas, que rajueleaba a lo lejos algún furtivo relámpago. Yo, buscando al mecánico que me reviviera el difunto, eché a andar por la desolación de aquellas callejas desconocidas del norte de la Ciudad, pero nada, sólo llovizna y soledad. Soledad y llovizna Caminé hasta extraviarme por remotos andurriales, cuando, de súbito, allá, en la explanada ascua viva de luz, música y animación, la feria de barrio. Ahí no llovía y qué brillante espectáculo en aquel incógnito rincón del mundo. Me acerqué, y al amor de la luz, la música y las fritangas, me detuve a mirar. De repente:
– Un espectáculo de lo más aleccionador, ¿no le parece?
Ájale, y éste, ¿de dónde salió? Lo observé del ganchete, y quien haya leído el Fausto se lo va a imaginar: alto, seco de carnes, negra su vestimenta y por ojos unas brasas que me recordaron las del Rosco, mi gato, o los de un reptil. El Mefistófeles de barrio al Fausto de pacotilla
– Elocuente retablillo de la politiquería cimarrona, ¿no le parece?
Nada de retalillo le advertí, y menos politiquero.. El Mefistófeles:
– Gustosamente me ofrezco a auxiliarlo a rastrillarle los símbolos.
Me molestaron su voz y modales untuosos. ‘Yo no veo más que lo usual en las ferias: la rueda de la fortuna el volatín, los carritos chocones, una carpa de títeres. Lo usual. El parentesco con el ejercicio político no se lo veo.
– La rueda de la fortuna dijo usted. La atracción principal de la feria ¿Ve a los que ocupan las canastillas? ?igalos. Al girar de la rueda qué de empujones, qué de alaridos, imprecaciones, acusaciones, todos intentando a todos arrojar al vacío. Y si no, ¿ve al chaparrito, peloncito, de lentes? Sí, el de las «manos limpias». ¿No andaba muy seguro allá arriba? Mírelo ahora, besando el suelo, pero con sus dos nalgas. ¡Quiere llorar! Y el que lo empujó, bien macizo en la cumbre. Aunque a dale y dale lo van a tirar. ¿Ve el volatín de caballitos? ¿Quiénes cabalgan en los caballos de la fila delantera?
– Oiga, ¿no son los muy hijos de la honorable, opusdeísta, católica y legionaria de Cristo familia Bribiesca Sahagún? Ese cara de caballo, ¿no es Arturo Montiel, rodeado de familiares? Al otro como que quiero reconocerlo.
– Diego Zavala cuñado incómodo de Feli-pillo. Lo acaban de encaramar en el volatín. En el otro extremo, ¿quiénes montan los caballitos?
– ¡Todos los procuradores, comenzando por el Cabeza de Vaca..!
– Vuelta y vuelta el volatín. ¿Cuándo calcula que los caballitos de la justicia logren alcanzar a los caballitos de los sinvergüenzas ahijados espirituales de Norberto Rivera y Onésimo Cepeda?
Tragué saliva «La lotería de frijolitos, ¿la ve? Campo y tablas. Corre y va corriendo. ¡La gubernatura la diputación, la delegación política!»
¡Y lotería!, gritaron algunos. Los perdidosos (el diablo, los bastos, la muerte, sus cartas) se levantaron aventando frijolitos, y a probar suerte a otra lotería, demetrio-sódicos dejaran de ser. O a probar suerte con los aros.
– ¿Ve? El del tenderete les dio una dotación de aros, y véalos arrojándolos sobre figurillas de barro, plástico, vidrio. Pobres. No se percatan de que la figura es más gruesa que el aro, y así cuándo ensartase una oficialía, una diputación. Ni enajenando el aro propio. Ahí, los carritos chocones.
En la patrulla chocona el grito retador «Ese del volks cremita, ¿qué no oye? ¡Oríllese pa’ la orilla! (Es «pa» la orilla, M.A. Flota Cuando me imiten, imítenme bien.) Me estremecí. «Oiga, qué de patrullas, de fori-fáis, de colmillos en el escuadrón de grúas». ¿Y la boleta de infracciones?»
– Arreglo discrecional. Pal chesco. De quiñentón pa arriba Allá, ¿ve el palenque? El gallero, por intentar el milagro de que gane su gallo (ese chaparrito, peloncito, de lentes), ya purgó de balines al gallo amarillo y le melló el filo de los espolones. El muy marrullero, concesionario de la «partida», juega siempre con cartas marcadas.
La carpa de enanos, joronches y demás contrahechos: Ortega Espino, Palacios, Dante Delgado. Unidas por la panza se arrastraban dos sierpes siamesas, plañidera voz: «Fue un castigo de Dios porque juntas firmamos el IVA, el Fobaproa el IPAB». ‘Tírele al blanco»: la cabeza del dientoncillo. «¿Ve? Fox y compinches lograron bajarlo de la rueda de la fortuna».
Todos en compló contra el güerejo, que una y otra vez eludía los pelotazos de los rudos, un Yunque en cada mano, que antes de lanzar el proyectil, los muy beatos se persignaban. «¡Me la persignan!», el dientoncillo.
– ¡Y se la van a persignar! (Se me chispoteó.) Silencio. Volví la vista, pero el Mefistófeles, andavete De súbito, un rayo en seco. Me la persigné. Por las dudas. (Qué más.)
ok. valedor
las campañas se han vuellto parodias y nos tienen saturados con pendones, espectaculares y spots televisivos y radiales, todos orientados a prometernos sacarnos del averno, pero hay un grupo privilegiado, emparentado y bendecido, los vanguaristas que integran las pluris que ven el circo desde las alturas, plácidamente con su boleto premiado en la mano.
No ps a mí los caballitos me marean , cuantimás la rueda de la fortuna y el remolino , pero donde ya no aguanto la guacara es en la carpa donde se exhibe la serpiente con cara de mujer , creo se llama Elba o Marta , no oí bien por guacarear.