Por un sexenio, más propiamente. Que la reina efímera, de hojalata y sololoy, acaba de morir, y que a nadie o a muy pocos les interesó su muerte, dije el viernes pasado. Que a su hora fue objeto de servilismo, adulación y tufaradas de copal, como lo siguiente que de Margarita López Portillo, la Marta Sahagún de aquel sexenio, escribió cierto político, burócrata y escritor, Agustín Yáñez de nombre:
» Margarita sin discusión, es albacea patrimonial de la Décima Musa, fabulaciones de aire oriental que recrean encantamientos de Scherezada; y, muy especial este poemario. Los días de la voz, que fue cautivándome a medida de imágenes, melodías y ritmo…» (Mira, mira…)
Mirándola, oyéndola, recordaba yo a la buena mujer, a la honesta mediocre que, con años y achaques a cuestas, trepaba los cuatro tramos de escalera que dan a este mi depto. de Cádiz y, resoplando, intentaba resuello para contarme sus planes de una telenovela imposible. (De estos destinos sabía un rato largo mi señor Shakespeare; de las abruptas mudanzas de la fortuna y de los cambios que en el débil perpetran, para perderlo, el poder excesivo y el dinero fácil. Margarita, Marta Sahagún…)
Pienso al teclear: detrás de la máquina de escribir, esta misma que ahora utilizo, recibía a Margarita, que aún no alcanzaba el rango de «doña». Aquí sigo yo, tecleando para comer. Hace rato comí para luego teclear. Margarita, en cambio, tras de una borrachera sexenal que desangró las arcas de una comunidad pobre y se apoderó de los dineros de todos, que serían para beneficio de todos, se nos ha vuelto signo y símbolo, seña de identidad de esa familia de sinvergüenzas que se quedaron sin nada más que dinero después de que acapararon tanto; que han caído a mal vivir atejonados en su madriguera; que viven, que sobreviven su precaria libertad gracias y a causa de la impunidad de unas leyes alcahuetas y unos señores justicias más alcahuetes todavía. Margarita, José L. P, Rosa Luz (y Sastra, el día de hoy, y Marta…)
Esos son los execrables que sobreviven apenas, a penas, atenidos a un olvido que no llega, y a quienes miramos con desprecio y aborrecimiento. Ah, Margarita, si por aquellos días hubiésemos sospechado el rudo destino que le aguardaba por haberse arrimado, de un chiripazo de la atolondrada fortuna, a esa fábrica de difuntos civiles que es el Sistema de Poder. Ah, Márgara, Margarita La Marta Sahagún de aquellos ayeres…
Pobre mujer, dije entonces, despojo de reina de utilería (de inutelería). Margarita, ¿se comerá esta mañana tan tranquila ella, las buscas del botín sexenal, ese que fue del boato, de la ostentación, el despilfarro, el alarde y la prepotencia, la(s) pompa(s) y circunstancias? O muy al contrario, Margarita: ¿experimenta usted a estas horas el aniquilamiento que produce todo el descrédito y todo el aborrecimiento de todo México? A saber…
Lo anterior, mis valedores, lo redacté como reacción a la noticia que apareció en octubre de 1988 en la sección de espectáculos del matutino, donde el periodista entrevista a la actriz Silvia Pinal: «Se dice que su socia, la señora Margarita López Portillo, no está de acuerdo en que el teatro lleve el nombre de Silvia Pina). ¿Qué hay de cierto en la noticia?»
Contesta la actriz: «Afortunadamente, en ningún momento ha existido ese problema. Desde hace mucho tiempo se había tomado esa decisión. La señora López Portillo no es la única socia, están sus hijos y sus nietos. Ellos mismos decidieron que el teatro llevara mi nombre y yo acepté. Yo creo que los rumores surgieron porque hace unos días se quitó mi nombre de la marquesina. Lo que pasó fue que se están realizando pruebas con el tipo de letras, para escoger el color y material. Cuando ya se escogieron esos detalles, se quitaron las letras para hacerlas en forma definitiva Todo han sido especulaciones de la gente. La señora López Portillo sigue siendo mi socia, cada una participamos con un cincuenta por ciento».
Y la noticia del matutino fechada en febrero de 1992:
«La doña Margarita -cuya apariencia por cierto, ha sufrido cambios dramáticos para bien y está guapísima- ha adquirido en propiedad el imperio editorial que fuera de la familia Ampudia, y ahora es dueña de las publicaciones Play Boy, -a través de las antiguas cabezas Signore y Caballero– (que sólo se venden por suscripción). Además, la culta dama es propietaria de la estación televisora canal 2, de Reynosa; del canal 17 en Nuevo Laredo; de Radio Cristal, del Distrito Federal, y de veinte estaciones más de radio en el área fronteriza. Para quienes se quejan de que algunos funcionarios públicos son entrenados a todo costo, para luego desperdiciar sus conocimientos, sirva de mentís el ejemplo luminoso de Margarita López Portillo«. Ah, México. (Nuestro país)