Yo no dispongo de tanto tiempo de vida, pero ustedes, los jóvenes, ¿habrán de orar algún día ante el altar de San Judas Izcariote? ¿Hasta ese punto pudiese llegar su reivindicación como el elegido de Cristo para que el drama de Cristo culminase en el Gólgota? ¿Será incluido su evangelio entre los otros del Nuevo Testamento? Tendrían que caber varios más, entre ellos, principalísimo lugar, el de mi tocayo Tomás, poesía, lirismo, iluminación y altura de conceptos. En fin. Mis valedores…
Dejando para mejor ocasión la referencia a María Magdalena, ¿el cristianismo tendrá que hacer un ejercicio de autocrítica cuyos estremecimientos alcancen hasta los cimientos de la creencia religiosa más extensa del orbe? Pienso, al decir cristianismo, no en una iglesia de estado como es la Católica, cuyo verdadero fundador fue el emperador Constantino, sino en la doctrina de Jesús, que se sintetiza en un mandamiento que resume los diez de la ley mosaica: ama al prójimo como a ti mismo. Con hechos. Y ya que hablamos de síntesis: aquí, la del evangelio de Judas Izcariote:
Tú superarás a todos ellos porque tú sacrificaras al hombre que me viste.
Con el ánimo encogido por los días cenicientos de la Semana Mayor, ésta que empezó toda júbilos y palmas, toda hosannas a Emmanuel, y que luego se nos viene a eclipsar en el Huerto de los Olivos para rematar con el revolucionario purísimo desgarrado de las fauces, garras y sadismo demencial de judiciales, preventivos y demás razas de doberman, pienso en el drama descomunal de la pasión y muerte del Nazareno, y eso me lleva a la reflexión de esa figura hasta ayer siniestra, demetriosódica, que con un beso de amigo y por treinta monedas entregó al Nazareno a los perros policías y policías perros, pero que hoy, de acuerdo al evangelio según Judas…
Dejemos que alguno de ustedes con (fuerza suficiente) entre los seres humanos muestre al humano perfecto y se levante delante de mi…
Y quien se alzó fue Judas Izcariote…
A ése me refiero aquí mismo, a ése invoco aquí, frente a todos ustedes, con un ánimo francamente insensato: ayudar a que el de las treinta monedas, en la medida de lo posible, sea rehabilitado públicamente; sólo que yo no habré de intentarlo con evangelios apócrifos, sino por la vía de Plutarco, el de las ‘Vidas Paralelas. Lo logre o no, júzguenlo ustedes.
A la luz de la historia y por vía de la comparación -las comparaciones, para mí, nunca son odiosas, mostraré que el tal Judas Izcariote, nefando traidor, no fue, si bien lo miramos, más que un pobre Judas, un Judas cualquiera, de cartón en Sábado de Gloria, que no resiste la comparación con los verdaderos Izcariotes, los Judas de peso y tiempo completos, esos que el paisanaje viene padeciendo desde Plutarco; no el de las Vidas Paralelas sino el Turco que en 1929 abortó una abominable criatura que hoy conocemos con su alias hamponesco de Revolucionario Ins. ¿Qué fue, qué viene siendo Judas junto a las hazañas de Díaz «Hordas», Echeverría, López Portillo, Zedillo y las honorables familias Salinas y Bribiesca-Sahagún, del PRIAN? A ver:
1.- Judas Izcariote traicionó la confianza de algunos: Jesús y sus allegados. ¿Pero los licenciados Jerásimos emanados del Revolucionario Ins. Y el PRIAN y encaramados en la administración pública? Esos, cáfila de felones, han traicionado a toda una comunidad de aturdidos que todavía se disponen a votar por alguno de sus candidatos para continuar la tradición de unas masas que, criterio de los mediocres, se atienen al dicharajo embustero de que «más vale malo por conocido que bueno por conocer». Bueno que, por otra parte, no existe entre los cinco que el Sistema de poder apronta a las masas para «la fiesta cívica» del próximo dos de julio. Es México.
2.- El Izcariote traicionó a Cristo en un momento de debilidad. Su nefanda acción fue tramada con un día, dos, unas semanas de premeditación, luego de que el demonio de la ruindad codiciosa se le enroscó en los entresijos. Los licenciados Jerásimos, por contras, se llevaron media vida tras de un escritorio o preparándose fríamente para, ya ocurrido el dédazo, pasar años e infelices días defraudando fe, credibilidad, esperanza mal asentada de ciento tres millones de encandilados con falsas promesas. Una y otra vez, inmaduros que no fuéramos.
3.- A la hora de su acción corrompida, el Izcariote cargaba sobre los lomos el maleficio de la predestinación; de la precognición, tal vez Judas tenía que perpetrar la traición de Los Olivos -no la de los Olivos Cuéllar, que esa ha sido traición sindical- para que Cristo cumpliera su sino de mártir y redentor de la ralea humana. Judas estaba predestinado para traidor en el drama de Justo. En el drama del paisanaje, en cambio, ciento tres millones de olvidadizos… (Esto, el lunes, porque antes…)