Y allá se acerca la «Caravana del Hambre», la de los mineros de Nueva Rosita y familiares -niños, mujeres, 5 mil en total- que, en huelga y ante la cerrazón de los patrones yankis, marchan a la ciudad capital. ¡Justicia! El contingente avanza a 25 kilómetros por día Imperturbable. Disciplinado. Silencioso. Digno. Al frente, una bandera nacional Ahí fue de los tremendos fríos de enero y los pies ampollados, partidos, hinchados. Incapaces de soportar los zapatos, los pies desnudos iban dejando rastros de sangre en la carretera Nadie dejó la columna..
Cinco de febrero, 1951. En Saltillo, el gobernador López Sánchez intentó un arreglo con la empresa transnacional, que puso condiciones inaceptables. El párroco, ante la «Caravana del hambre»: «Si éstos son comunistas, yo también lo soy». Y bendijo a los marchistas…
En Monterrey, agentes provocadores que buscan el desorden y la deserción, tratan de distribuir botellas de tequila entre los caravaneros. La comisión de vigilancia frustra sus intenciones. El gobernador Morones Prieto: «La caravana no sale de Nuevo León sin que se haya arreglado el asunto». El y los gobernadores de Coahuila y Tamaulipas hicieron gestiones ante el presidente Alemán. Todo fue inútil. «Este es un estado de derecho…»
Cd. Victoria Tamaulipas: Todos los niños de la escuela en formación y con sus autoridades al frente, salen al encuentro de los mineros. Se cuadran ante uno de los líderes de la caravana y le entregan los ahorros escolares: diecisiete pesos con cincuenta centavos. En tal momento cargado de emotividad, cuentan las crónicas, los niños se alzaron, serios y solemnes como adultos. Estos, en cambio, como niños, imaginen el resto…
Y la caravana llega a Taxquillo, Hidalgo, y los nativos salen a recibirlos. Avergonzados, unos caravaneros cuya pobreza era opulencia junto a la de los habitantes de El Mezquital, les entregan sus víveres…
Siglos más tarde -después de mil 500 kilómetros a pie-, la «Caravana del hambre» hizo su entrada en la ciudad capital. Era un sábado, 10 de marzo de 1951. Aquí comenzaba el lado ácido, amargo, para los compas mineros: enfrentarse al «estado de derecho» de Miguel Alemán.
Primera medida le solicitaron audiencia Justicia, buscaban. Alemán no los recibió. «Tengo muchos otros asuntos importantes que tratar». Acudieron a los líderes sindicales. Nada Miedo al «Señor Presidente». Los mineros de Nueva Rosita fueron sacrificados. No en un tiro de mina como antes de ellos, en la antigua Rosita, ciento y tantos mineros, casi tantos como los de Pasta de Conchos, muchos años después. No. Ellos fueron sacrificados por la mala voluntad del gobierno. El dictamen de la comisión oficial:
«El conflicto dimanó de la resolución dictada el 2 de octubre (¡el símbolo de las fechas!) de 1950 por el Grupo Especial No. 4 de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, por el que se tiene por no presentado legalmente el pliego de peticiones y por no hecho el emplazamiento de huelga en contra de las Compañías Carboníferas de Sabinas, S.A y Mexican Zinc, And Co».
Lo que les ofrecía el gobierno era sin más, la ventajista propuesta de los yankis de la ASARCO. Rechazaron el ofrecimiento. El jefe de la policía, GraL Otón León Lobato, comunicó a los mineros que a partir de ese momento les quedaba prohibido abandonar el campo «18 de marzo». Habían caminado a pie 1.500 kilómetros para demandar justicia A cambio, con Miguel Alemán perdían sus derechos civiles y se les privaba de la libertad. El campo fue cercado por la policía y llamado por los mineros «Cárcel Miguel Alemán».
La huelga se había perdido.
Para regresarlos a Nueva Rosita el gobierno les ofreció un tren, resultó ser un transporte de ganado. «En esas jaulas nadie se va», contestaroa La mañana de un 5 de abril de 1951 la caravana regresó en camiones, derrotada El tren de carga, que procedía a los mineros, descarriló. ¿El gobierno les había preparado la «Solución final»? Aquí, mis valedores, la conclusión:
Tras la tragedia colectiva, la colectiva vergüenza Cinco mil derrotados, cinco mil dramas y traumas personales. Lágrimas de amargura al saberse traicionados por sus hermanos de clase, vendidos por su gobierno, humillados en su propia tierra frente al extranjero orgulloso. Y la moraleja enseña la Historia que epopeyas del calibre de la Nueva Rosita -dolor, sacrificios y lágrimas- producen resultados positivos para causas tan justas como las de los compas mineros sólo cuando se planean y ejecutan con la estrategia adecuada. Movimientos espontáneos sin una vanguardia que los encauce con base en el conocimiento científico están condenados al fracaso: como los de Rosita y Barroterán, Nueva Rosita y Pasta de Conchos. Es la Historia Es México. (No soltaré el tema)
esa es la historia de nuestro méxico independiente y posrevolucionario que se repetirá por los siglos de los siglos, nuestros gobiernos emanados de esa justa reinvicadora de los derechos del pueblo postrándose ante el capital transnacional que siempre nos ha sojuzgado.
Desde una mesa repleta cualquiera decide aplaudir
la caravana en harapos de todos los pobres
desde un mantel importado y un vino añejado
se lucha muy bien
desde una mesa gigante y un auto elegante
se sufre también
en un amable festín se suele ver combatir.
cajum, eh, perdón pero las dos fabulillas sobre la Caravana del Hambre me hicieron recordar esta canión que no diré que es de Silvio Rodríguez porque sé que al Valedor le cae gordo que escuchemos a tal cantautor.
Supongo que el error en la estrategia de los mineros de Nueva Rosita fue querer que el presidente los recibiera.
La caravana de hambre es un momento representativo para darnos cuenta de la indiferencia con la que el pueblo tiendra que sobrepasar si es que en verdad aspira a la reinvindicacion de sus derechos. Quizäs esa sea la falta de organizacion y la potencia con que se tendra que luchar.