Estoy mirando las fotos en primera plana de todos los diarios. De casi todos los diarios. En ellas contemplo bocas crispadas, ojos rasos de lágrimas y arrobas de odio y desesperación que se empozan en esos rostros de niñas y madres, del padre, el hermano, los familiares. Advierto que el río de dolorimiento fluye, jadeante, por las callejas de San Juan de Sabinas. Leo que entre súplicas, imprecaciones y un desbordado dolo colectivo, los dolientes manifiestan su reclamo por que les sean entregados los restos humanos del padre, el marido, el hermano, el hijo sepultado, hoy todavía, en algún tiro de mina que masacro a los mineros del carbón. (Encuevados en la impunidad, los autores intelectuales, lo único que tienen de intelectual: Fox, Salazar el del Trabajo, Germán Larrea, dueño de minas, vidas y haciendas. Es México.) Algo acá, muy adentro , se me atraganta. Pienso y medito en la tragedia descomunal de Pasta de Conchos, y entonces?
Y vengo entonces a comprobar cuán cierto es aquello de que la Historia, cansada de crear, se repite, y que se repite para advertir que la letra de sus lecciones, cuando se desdeñan, con sangre entra. Aquí, por revivir una memoria histórica cuya importancia mal apreciamos, va un retazo, dolorido en verdad, de la epopeya que los mineros de carbón supieron escribir para ejemplo de masas abúlicas. Porque ellos, mis valedores, ellos sí, estaban cortados a la medida de la epopeya. Transcribo, del documento que tengo enfrente:
??Después de haber intervenido sin recato en la vida interna de la organización, de haber dividido al sindicato e impuesto con apoyo de la fuerza pública un comité espurio, la Secretaria del Trabajo, cínica, declaró: ??Siendo el gobierno muy respetuoso de la ley, no podemos intervenir el conflicto?.
¿Lo declaró Fox? ¿Salazar, posiblemente? Lo dicho: fatigada de crear, la Historia viene a advertirnos que lo ocurrido hace algunas semanas en San Juan de Sabinas ya había acontecido cincuenta y seis años antes, con mineros también y también en una mina de carbón y en las mismas tierras agujereadas de Coahuila; vida y muerte paralelas: Pasta de Conchos y Nueva Rosita. Porque el párrafo anterior no se redactó hace una veintena de días sino hace cincuenta y seis años y describió la situación que sufrían los mineros de Nueva Rosita, Ante el contubernio del Francisco Salazar de aquel entonces con el Germán Larrea de Nueva Rosita, que explotaba a los mineros hasta la ignominia, los explotados determinan estallar su huelga, lo que vino a ocurrir a las doces horas del 16 de octubre de 1950.
??¡A la huelga?!?
Y los primeros barruntos de la epopeya: cierta doña Adela Ochoa, esposa de un minero y madre de otros tres, recorrió el contingente de los mineros. Matrona espartana, hablo y dijo a los huelguistas:
-No veo entre ellos a uno de mis hijos, pero yo les aseguro que si no secunda el movimiento no volverá a poner los pies en mi casa?
La larga marcha de los mineros, esa epopeya que para nuestro mal ya olvidamos, vendría después?
Nueva Rosita fue declarada en estado de sitio. ??Este es un régimen de derecho?, declaraba el presidente Alemán, y sonreía?
Dicen las crónicas que los trabajadores del mundo acudieron en ayuda de los huelguistas, una ayuda que se traducía en obras ??Porque?; dijo el minero Abdenago. Frausto, las palabras son hembras, y los hechos, machos?. La única empresa que estuvo en contra de los mineros fue la Mexican Zinc And Co., subsidiaria de la American Smelting an Refining Co. (ASARCO), transnacional yanqui y patrona de los mineros en huelga. La ciudad era gobernada por Henry J. Sanford, gerente de la Mexican Zinc. Mr. Henry J. Sanford, antiguo capataz y ahora gerente de la Nueva Rosita, alguna vez pisoteó, a la vista de todos los nativos, la bandera de México (Este país)
Para someterlos por hambre, la empresa imperialista, apoyada por las autoridades mexicanas, congeló los fondos del sindicato, cerró la Cooperativa de Consumo y la Clínica Medica al tiempo que la correspondencia de los mineros era censurada y los bancos locales negaban todo trato profesional con los huelguistas. Y como los niños, privados de alimento y atención medica, enfermaban por centenares, la compañía transnacional amenazo a los médicos privados para que no intentasen con ellos ninguna forma de curación. De las escuelas fueron expulsados mientras que desde lo alto del púlpito el Onésimo Cepeda de aquel entonces, un cura Pedro C. del Real, español , azuzaba a sus feligreses en contra de los mineros en huelga, ??esos réprobos? a los que con todo y sus familiares negaba la impartición de cualquier sacramento y a los que amenazaba con excomunión. Nueva Rosita, entretanto, en estado de sitio. ??Un estado de derecho?, repetía , sonriendo, el presidente Alemán. (Sigo mañana.)
Lóbrego
a un año valedor y con experiencias como la que narras, la de barroterán y muchas otras, los culpables son sin tantos rebusques
1) los propietarios de las minas que buscan ganancias desmedidas a costa de no cumplir con las normas mínimas de seguridad. 2) las autoridades de la sría. del trabajo quienes deben vigilar que éstas normas se cubran. 3)las del imss, bajo éstas premisas. y 3) el propio sindicato y su cúpula que lo único que busca es su beneficio económico olvidando que por ley se deben integrar comisiones mixtas de seguridad e higiene, encargadas de eso: «seguridad e higiene».
el «nuevo gobierno», aprovecha este triste aniversario y nos llena de discursos con su lema favorito, que se ha convertido en slogan: «caiga quien caiga, se llegará a las últimas consecuencias»