La situación de México: intolerable

«Pues sí, pero yo voy a poner orden», se engallaba el embajador de Estados Unidos en nuestro país. De esto hace ya 93 años, cuando ocurrió uno de los sucesos inscritos en la historia negra de México. Mis valedores; un día como hoy, pero de 1913, dos varones amanecieron presos en una celda. Sus horas estaban contadas y su suerte echada. Ellos aún ignoraban que traición y felonía les cortarían la vida, pero los asesinos ya alistaban las armas. Las víctimas: un presidente y un vicepresidente de México: Francisco I. Madero y José María Pino Suárez. La orden de disparar el arma asesina salió de uno apellidado Cárdenas, al que ordenó otro de apellido Huerta, a quien manipulaba el que la historia ubica de asesino intelectual, un tal Mr. Henry Lane Wilson, embajador de Estados Unidos en nuestro país. Es México.

El magnicidio se perpetró en la tenebra noche de un día como el de pasado mañana, 22 de febrero, pero de 1913. Un ex-rural y mayor del ejército, Francisco Cárdenas, comandó el piquete de asesinos y aplicó a los cadáveres el tiro de gracia. Detrás, encuevados en sus madrigueras, cinco felones aguardaban la «buena noticia» del magnicidio: Aureliano
Blanquet, Félix Díaz, Manuel Mondragón, el cabecilla del trío, Victoriano Huerta, y el titiritero que movió todos los hilos de la conjura: Henry Lane Wilson, embajador norteamericano. La historia, mis valedores, no es eso que enseñan los libros de historia; la historia es una gigantesca zopilotera y un gran hedor. Aquí, para que no perdamos la memoria histórica, o para recuperarla, en su caso, transcribo fragmentos de la solicitud (tendenciosa, amarillista, exagerada) en la que Wilson pedía al Presidente W. Taft la intervención de la armada de su país:

«No hay duda de la inmediata necesidad de enviar a los puertos mexicanos formidables unidades de guerra, con suficiente número de soldados que puedan desembocar con destino a los puertos del Atlántico y del Pacífico. También deben darse señales visibles de actividad y prevención en la frontera. Aquí estamos formando una guardia de extranjeros. Pronto podré anunciar que ha quedado efectivamente organizada. Porque este estado de cosas ya no puede continuar. Madero es un loco, un fool, un lunatic que debe ser legalmente declarado sin capacidad para el ejercicio de su cargo. Madero está irremisiblemente perdido. Esta situación es intolerable, pero yo voy a poner orden…

El Gral. Huerta es sobre todo un soldado, un hombre de acero, de gran valor, que sabe lo que quiere y cómo alcanzar su objetivo. No creo que sea muy escrupuloso en sus procedimientos, pero lo creo un patriota sincero y, hasta donde mis observaciones del momento me permiten formar una opinión, se separará gustoso de las responsabilidades de su puesto tan pronto como la paz y el restablecimiento de las condiciones financieras del país lo permitan. Ã?l acaba de enviarme un mensajero anunciándome que puedo estar seguro de que va a tomar medidas que den por resultado la remoción de Madero, esto es, su caída del poder, y que el plan ha sido perfectamente meditado…»

Y llegó el 19 de febrero de 1913; Madero y Pino Suárez fueron aprehendidos; el asesinato sobrevendría tres días después. Wilson se reunió con todo el cuerpo diplomático. Su brindis: «¡Esta es la salvación de México! En adelante habrá paz, progreso y riqueza. Lo de Madero lo sabía yo desde hace tres días. Debió ocurrir hoy en la madrugada. ¡Salud!»

(En la tarde del día 20, un día como hoy, la señora Sara Pérez, esposa del presidente Madero, con una de sus cuñadas se presentó ante Lane Wilson y le solicitó interpusiera su influencia para salvar a los detenidos. La respuesta de Wilson:

– Vuestro marido, señora, no sabía gobernar; jamás me pidió ni quiso escuchar mis consejos. El Sr. Huerta hará lo que mejor convenga».

– Señor, otros ministros se esfuerzan por evitar esa catástrofe.

– Ellos… ellos no tienen ninguna influencia. – Y despidió a la esposa del presidente Madero.)
En la fiesta del cuerpo diplomático, donde Wilson brindó por un México gobernarlo por Huerta, algún diplomático preguntó:

– ¿No irán a matar esos hombres al Presidente?

– Oh, no. A Madero lo encerrarán en un manicomio. El otro, Pino Suárez, ese sí será fusilado. Es un pillo, y nada se pierde con que lo maten.

– No deberíamos permitirlo, clamó el ministro de Chile.

– Ah, replicó entonces Mr. Henry Lane Wilson, embajador de Estados Unidos en nuestro país; ah, no, que en los asuntos interiores de este país no debemos mezclarnos. Allá ellos, los mexicanos…

La historia de los vecinos distantes, esa zopilotera, ese hedor. Tony Garza, hotel Sheraton. (México.)

2 opiniones en “La situación de México: intolerable”

  1. Madero creía que podía comunicarse con los espíritus ¿verdad? Y digo yo, ¿no habría podido comunicarse con el espíritu de don Benito Juárez o ya de perdis con el de Maquiavelo para que le aconsejaran sabiamente que no debía confiar en Huerta?

  2. Bien escribió Taibo II, en este país hay muchos hijos de la chingada y los peores fueron los que dieron el golpe contra un buen presidente como Madero… Así quisiera que el día de hoy derrocaran al asesino q está en los pinos.

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