Sucede que me canso de ser hombre..
Tal afirma Neruda en alguno de sus poemas. Yo, parodiándolo, lo juro y proclamo con toda mi voz: sucede que me canso de ser hombre al que la moira forzó a vivir su existencia en el país que han tomado por su cuenta para saquearlo a lo impune los priistas. Montiel, Bribiesca y Sahagún, de vocación predadora, cuyas sinvergüenzadas ofenden a mi país. Sucede que me canso de ser hombre que se avergüenza de que por culpa de unas masas desaprensivas la representación oficial de mi patria haya venido a depositarse en las corvas y los lomos sin espina dorsal de un «estadista» de la estatura de Fox que, arrugada su enjundia de gobernante, se la vive culimpinado ante el vecino sobrón.
Sucede que me canso de ser hombre que mira ahí norrias, tras lomita, a estadistas de la alzada de Kirchner, Morales, Chávez, Fidel, mientras el maestro, en la tertulia, nos provoca lástima, vergüenza y bochorno, con la lectura de La compra de la República, «fantasía» que publica Papini en su Gog:
«He comprado una República. La ocasión era buena y el asunto quedó arreglado en pocos días. El Presidente tenía el agua hasta el cuello, su ministerio, compuesto de ineptos, era un peligro. Las cajas de la República estaban vacías; imponer nuevos impuestos hubiera sido la señal del derrumbe de todo el clan que se hallaba en el poder. Un agente americano que se hallaba en el lugar me avisó. El ministro de Hacienda corrió a Nueva York; en cuatro días nos pusimos de acuerdo. Anticipé algunos millones de dólares y asigné al Presidente, a todos sus ministros y a sus secretarios, unos emolumentos dobles de aquellos que recibían del Estado. Me han dado en garantía -sin que el pueblo lo sepa- las aduanas y los monopolios. Además, el Presidente y sus ministros han firmado un contrato secreto, que me concede prácticamente el control sobre la vida de la República. Aunque yo, cuando voy allá, parezca un simple huésped, soy, en realidad, el dueño del país. En estos días he tenido que dar una nueva subvención para la renovación del material del ejército. Me he asegurado, a cambio, nuevos privilegios…
El espectáculo, para mí, es bastante divertido. Las Cámaras continúan legislando libremente (en apariencia). Los ciudadanos siguen imaginándose que la República es autónoma e independiente, y que de su voluntad depende el curso de la vida nacional. No saben que todo cuanto se imaginan poseer -vida, bienes, derechos civiles- depende en última instancia de un extranjero desconocido para ellos, es decir, de mí…
Mañana mismo puedo ordenar la clausura del Parlamento, una reforma constitucional, el aumento de tarifas de aduanas, la expulsión de mi país de los emigrados, el cese del flujo de inmigrantes a mi país. Podría, si yo lo quisiera, revelar los acuerdos secretos de la camarilla ahora dominante, y derribar así al Gobierno, desde el Presidente hasta el último secretario. Y no me sería difícil obligar al país que tengo bajo mi mano a entrar en una guerra que no le incumbe, que no es suya. Esta facultad oculta e ilimitada me ha hecho pasar algunas horas agradables. Sufrir todos los fastidios y la servidumbre de la comedia política es una fatiga bestial; pero ser titiritero que detrás del telón puede solazarse tirando de los hilos de los fantoches obedientes a su movimiento, es una voluptuosidad única. Mi desprecio de los hombres encuentra un sabroso alimento y mil confirmaciones…
Yo no soy más que el dueño incógnito de una República en desorden, pero la facilidad con que he conseguido dominarla y el evidente interés de todos los iniciados en conservar el secreto, me hace pensar que otras naciones, y tal vez más vastas e importantes que mi República, viven, sin darse cuenta, bajo una dependencia análoga de soberanos extranjeros. Siendo necesario más dinero para su adquisición, se tratará, en vez de un solo dueño, como en mi caso, de un grupo restringido de capitalistas o de banqueros. Pero tengo fundadas sospechas de que otros países son gobernados por pequeños comités de dueños invisibles, conocidos solamente por sus hombres de confianza que continúan recitando con naturalidad el papel de jefes legítimos…»
– Hasta aquí La compra de la República. De su lectura, vecinos, ¿qué opinan ustedes..?
El Siquiri, la tía Conchis, el joven juguero, la Jana Chantal: en la tertulia y por decoro elemental, mis valedores, las quijadas se aprietan a lo discreto, y sólo entre dientes se remuelen las aches y las erres de los vocablos vituperosos. En la tertulia, el rostro se cubre con las manos para no mostrarlo fruncido, el ceño. De otra manera, al evocar imágenes como las de Fox, Bribiesca, Sahagún y Derbez, este mi depto. se convertiría en piquera o toreo pulquero. Y eso no. (En fin.)
DA MUCHO CORAJE LEER COSAS COMO ESA PERO DA MAS CORAJE QUE HAY MILLONES QUE NO LAS LEEN Y POR ESO ESTAMOS COMO ESTAMOS OPRIMIDOS POR IGNORANTES ¡MEXICANOS AL GRITO DE LEAN! DESPERTEMOS
a propósito de lo que dice el compañero Eduardo Macias , en la grabacion de las conversaciones telefónicas del Gober precioso,se afirma: …al fin que la gente ni lee.