Esta vez el tabaco, mis valedores, y la noticia de la semana anterior: el humo del tabaco contiene 4 mil agentes nocivos que matan a la mitad de sus consumidores. ¿La otra mitad? Cáncer pulmonar. Alarmante; como para intensificar de inmediato las campañas oficiales en contra del tabaquismo…
Pues sí, pero ya lo advierten los estudiosos: El error de las campañas contra el tabaco es que raras veces se detienen a considerar la cuestión fundamental: ¿por qué fuma la gente? Parecen creer que tiene algo que ver con la afición a las drogas: la nicotina produce el hábito. SI, pero no es en modo alguno el factor más importante. Muchos no se tragan el humo y sólo absorben una cantidad mínima de la droga. La causa de su afición a los cigarrillos debe buscarse en otra parte…
Ah, caray. Y esa causa, ¿dónde debe buscarse? Porque, mis valedores, advertir a los fumadores lo pernicioso que es el tabaco retira del hábito a algunos fumadores… los días que duró la campaña. Cesó, y con ella la alarma, y a calmar los nervios que nos produce el áspero oficio del diario vivir con un negro o un rubio, con o sin filtro. ¿Pero por qué el hábito de fumar? No porque la nicotina se torne un vicio, que otra es la causa del tabaquismo. ¿Entonces? Asombrosa, la conclusión del especialista: ¡porque el cigarrito sustituye al pezón materno! Y yo, candido de mí, tan seguro como estaba de que el mexicano -el humano- sólo en la teoría y la práctica del ejercicio político permanecía en la adolescencia, en la inmadurez, ahijado a esa prolongación de la autoridad paterna que es el gobernante en turno…
Las conclusiones del investigador: «La solución está, indudablemente, en la intimidad oral inherente al acto de sostener el objeto entre los labios, y esto nos da también la explicación fundamental de la conducta de quienes se tragan el humo. Mientras no se investigue adecuadamente este aspecto del acto de fumar, tendremos pocas esperanzas de eliminarlo de nuestras sociedades, llenas de tensiones y afanosas de tranquilidad.
Muy claro el fenómeno de sustitución, por un objeto inanimado, de una intimidad verdadera con otro ser humano, que nos lleva al principio de toda la historia: el momento en que la madre inconsecuente introduce un chupón en la boca del hijo lloroso, goma que sustituye el pezón. Así, los niños están menos predispuestos a chuparse el dedo {alternativa evidente a falta de un pezón que les dé la necesaria tranquilidad), los chupones producen un asombroso efecto calmante en los niños inquietos. Se ha descubierto que a los treinta segundos de tener el chupón en la boca, el llanto se reducía a una quinta parte de su intensidad primitiva, y los movimientos de manos y de pies, a la mitad.
Todo esto significa que el hecho de tener algo entre los labios constituye una experiencia tranquilizadora para el animal humano, ya que representa un contacto sedante con el protector primario, o sea la madre. Es una poderosa forma de intimidad simbólica, y cuando observamos a un viejo chupando con fruición su pipa, ello pone en evidencia que esa es una práctica que nos acompaña durante toda la vida, porque el humano se ve obligado a adoptar chupones disimulados de diferentes clases. El cigarrillo es, al menos en este aspecto, un objeto ideal, porque es propio, en exclusiva, de los adultos. El hecho de que esté prohibido a los niños significa no sólo que no es infantil, sino que ni siquiera lo parece, y, por consiguiente, que es absolutamente ajeno al contexto de la succión del bebé, donde está su verdadero origen.
La pipa, el cigarro puro, el cigarrillo: el objeto produce un tacto suave a los labios y es calentado por el humo, lo cual lleva a semejarse aún más que el chupón al pezón de la madre. Además, la sensación de chupar algo y de tragarlo aumenta semejante ilusión, porque se plantea una nueva ecuación simbólica: el humo cálido inhalado es igual a la leche caliente de la madre…
Es extraño, dice el estudioso, que aún no se invente el artilugio que sea al mismo tiempo blando y resbaladizo (una boquilla de goma, pongamos por caso): pero tal vez este no se disimularía lo suficiente, se parecería demasiado a la teta materna, y entonces cómo pudiese el adulto conservar su respetabilidad. Cómo. Y otra más: que la desproporcionada cantidad de tabaco que hoy por hoy se consume en el mundo demuestra que existe una inmensa demanda de actos tranquilizadores «de intimidad simbólica», y que si se quiere, de veras, eliminar los efectos secundarios de este tipo de comportamiento, se requiere: «o bien conseguir la adecuada reducción de las tensiones de la población (algo punto menos que imposible, digo yo), o se tendrá que inventar otras alternativas». Como de momento hay poquísimas esperanzas de lograr esa primera opción, se tendrá que acudir a la segunda. A querer o no. Lóbrego. Más del tabaquismo, un día de estos. (Aguárdenlo.)