Hoy les propongo, mis valedores: consíganse, del matutino, tres fotos que fácilmente van a encontrar, blanco y negro, mucho más negro que blanco. Y cómo pudiera ser de otra forma, si me refiero a las fotos de «El Bingo» Santiago Creel, «El Bimbo» Bebeto Cárdenas y «El Bembón» Calderón Hinojosa. Recórtenlas, péguenlas en una cartulina y colóquenlas frente a sus niñas (no las criaturas, ellas qué culpa tienen; las de sus ojos). Luego mírenlas, obsérvenlas hasta bizquear, y formúlense la interrogante: ¿Esos tienen alzada de estadistas? Y si eso es mucho pedir, ¿tienen, cuando menos, empaque para la presidencia del país? ¿Conocen ustedes exponentes más a la medida de la mediocridad, la vulgaridad, la insignificancia? ¿Imaginan a alguno del trío encaramado en Los Pinos? ¿A su respetable matrona, hoy alguna ama de casa aficionada a big brothers, telenovelas y teletones, y cuya plática oscila de los chamacos y la «miss» de la escuela, al chofer, tan atrabancado para manejar, y la «muchacha», esa india que todo lo hace mal y se ha vuelto imposible? A esa, ¿la imaginan ustedes jugando la farsa de «primera dama».. ?
Observen la cara del mentado «Bingo», cuya mediocridad contundente se desnudó sin recato en la oficina de Gobernación, donde a lo torpón y falto de carácter en lugar de apagar fuegos (su obligación), muchos más encendió, y al que no se le conocen más hechos de trascendencia que sembrar una chamaquita, dicen los enterados, en el gran canal de cierta Aventurera del gran canal de las estrellas. A ese güerejo cara de pitoloco, ¿lo imaginan ustedes con la banda tricolor terciada en los costillares.. ?
Observen la foto del «Bimbo» Cárdenas. Ese rostro, ¿no es el de algún honrado narco, chofer de trailer, ganadero? Claro, el «Bimbo» Bebeto es todo un caballero, sí, pero caballero de Colón, y rabioso ultraderechista y yunquero de los opusdeístas. Es el mismo «provida» que cuando gobernador de Jalisco prohibía a las burócratas el escote y el maquillaje, la minifalda y las uñas pintadas, la tanga y el pantalón, y las blusas transparentes. Es el mismo Bebeto que de consejero para su campaña designó a Cristo Jesús. Si lo incluirá o no en el presupuesto, no lo ha aclarado. Mis valedores: ¿Pueden acomodar el rostro del «Bimbo» Cárdenas, con su facha de gallero de Atotonilco, en el máximo cargo político del país?
Por cuanto a Felipe Calderón: ah, esa estampa de Felipe Calderón. Un rostro anteojudo como desbastado a hachazos o como exponente de un ejercicio de plastilina en la preprimaria. Observen ese rostro de boca bembona, jetón, facciones abotagadas de teporocho con seis meses sin darle oportunidad a la cruda. Contemplen esos mofletes como en régimen de engorda (con chambuterol) que insinúan un físico adiposo, ovachón, de carnes aguadas. Ese rostro, ¿del estadista, el adelantado, el señalador de rumbos? Mis valedores…
Mi oficio, con sus anexos, es el de la novela, que he publicado en las mejores casas editoriales y cuyas ediciones están agotadas. En mí, como novelista, se presupone imaginación. En el intento de imaginar a alguno del trío como presidente de mi país he echado al asador toda la imaginación que almaceno, toda aquella de la que soy capaz, y créanme: no logro imaginar a alguna de tales mediocridades como titular del Ejecutivo. Individuo más mediocre en la foto presidencial, ni cuando el rostro mediocre de Miguel de la Madrid. Y con zozobra pregunto: ¿qué inauditas maniobras de maquillaje tendrán que lograr los expertos en imagen y estética facial para operar el milagro de que en el desierto aparezcan rosas y carisma en esos modelos de mediocridad aplastante? Pero un momento, mis valedores…
El carisma va a llegar solo. Sin mas. ¿No le llegó a nulidades como De la Madrid, Salinas, Zedillo? ¿No le llegó al personaje de estatura mundial menos carismático de este mundo, el inquisidor Joseph Ratzinger? Sí, ese que en el Sínodo de 1985 consternó a miles de católicos en el mundo, partidario de la «restauración» de la Iglesia, cuando descabezó la Teología de la Liberación; ese Ratzinger con el que estuvieron y están cardenales reaccionarios de Argentina y Colombia, ejemplares de una Iglesia de neo-cristiandad eclesiástico-militar, capellanes castrenses que bendijeron las armas del general Videla que servirían para el genocidio de la «guerra sucia», todos «religiosos» del «estilo Ratzinger», ese que regenteó la inquisición, ahora nombrada Congregación para la Doctrina de la fe. «El miedo está presente en el Sínodo de Ratzinger, que no quiere escuchar los gritos que suben desde Iberoamérica».
Ese mismo, mis valedores, ¿no es hoy en día un pontífice bañado por la luz del carisma? ¿No logró congregar en Colonia, Alemania, su ciudad natal, más de un millón de almas que lo ovacionaban hasta el delirio? Si Ratzinger sí, ¿por qué alguno del trío de neopanistas mediocres no? Piénsenlo. (Laus deo.)