Volver a los diecisiete, se duele el cantar. El sueño de la eterna juventud, sueño eterno y eternamente imposible. Pregunten, si no, a Fausto el mítico, al hazañoso Ponce de León, a los que imaginaron Shangri-La, Shanadú y demás utopías. Pero nada qué hacer, porque la juventud se nos escurre como agua y hay que llegar a la vejez. A querer o no, tan sólo con dar tiempo al tiempo…
Este resbalón en el tremedal de la nostalgia lo propició reciente informe de la British Telecom, que vaticina cientos de innovaciones para los próximos 50 años (quién los viviera), que van desde autos manejados automáticamente hasta cerebros artificiales y transferencia a la computadora de pensamientos, sentimientos, recuerdos. Pero un momento: en relación con este avance tecnológico, ¿no es eso lo que hago ahora, transferir a la máquina pensamientos, recuerdos y sentimientos, sin aguardar a que esto ocurra en el 2050, cuando yo ya no sea recuerdo de pensamiento ni de sentimiento alguno.. ?
Mis valedores: ustedes que rebasaron la media centuria y van rodeando el Cabo de Buena Esperanza, ¿recuerdan cómo eran hace quince, dieciocho años? Yo, de mí, sé decir que por aquel entonces era otro ente humano. El mismo, sí, pero distinto; este y el otro, distinto e igual. Tenía, para empezar, un proyecto de vida, un huicol copeteado de esperanzas, planes diversos en mi periodismo, mi literatura, mi vida familiar. Enhiesto mantenía el ánimo y enterizo mi físico, las energías espumeantes y este organismo macizo (me lo estoy palpando), erguido de aquí, de allá y de acullá (sobre todo). En el botiquín talcos, lociones, glostoras, hulitos para preservar lo indicado. Hoy, el abanico de medicinas que van de la A de analgésicos a la S de supositorios, la V de valeriana, la Y de yodo y la Z de zinc para huesos, nervios, arterias. Ayer fuego en los ojos y el temperamento de honraza,- hoy, el fuego en las fiebres y en los ojos colirio. Ayer fría la cabeza para las grandes decisiones, hoy fríos los pies y algún fogón que con trabajos vuelve a encenderse. Un elemento que nunca alojaba en mis posibilidades.- la vejez. Qué tiempos. No lloro, nomás me acuerdo, y no olvido que el espulgar en los recuerdos es ejercicio de la vejez…
En esto consiste el ejercicio que les propongo, y que yo tomo con resignación, estoicismo y el consuelo de que no es pequeña ventaja esta de llegar a la primera vejez (que la Moira me conceda disfrutar de varias, como disfruté de juventudes diversas): tomen los diarios del martes pasado, y ante fotos y textos que ahí se publican van a sentir el prodigio del tiempo que se detuvo, y que ustedes regresan a los días del México de 198 8 y siguientes. Ante textos y fotos van a experimentar la sensación de que el tiempo se congeló en los años del sexenio mother-nizador, con la vera efigie del inmundo hermano del inmundo Raúl en primera plana, y el individuo mirándonos como hace 18 años, embelecándonos con el programa Solidaridad-Pronasol, y como en aquel entonces requíriéndonos con su vocecilla de pito de calabaza: «Compatriotas…»
Yo, el tiempo detenido y resucitado Drácula, fui quince, dieciocho años más joven (menos viejo), y como joven volví a hervir de indignación, ante el retorno del impostor, del presidente espurio que nos depredó con la complicidad de toda la mafia Salinas y Cía. Viví una vez más, y una vez más me sulfuraron, episodios tan vergonzosos como la quema de los casi 25 mil paquetes electorales, hornaza que iluminó la buena estrella de Diegos neopanistas y neocatólicos Norbertos que entraron a saco en la vida política del país para que ahora nadie ose tapiarles su boca desbozalada, enemigos de las masas y colaboracionistas del Sistema de poder del que forma parte.
Leí la noticia.- giras recientes de un «compatriota» atejonado tras el burladero de la malhadada Fundación Solidaridad. Vi al orejón fresco y campante. Yo, el ánimo rejuvenecido 15 años, recobré mi capacidad de indignación y percibí renovadas las fuerzas para tareas de organización ciudadana que conjuren acciones como la de un dañero Salinas que a lo impune retoma el control de la grilla politiquera. Qué joven fui una vez…
Pues sí, pero juventud virtual, y aquí la prueba de que vuelvo a mi condición senil: la indignación fue declinando, aguadándose, y entonces caí en el sentimiento del viejo: la vergüenza, propia y ajena, porque las masas, perdida sin remedio esa memoria histórica que les evitaría revivir la tragedia, se dejan vejar, befar y azotar, sin que regresen el golpe, maleducadas en la pasividad y la domesticidad, y sólo pongan la otra mejilla (de las abajeñas). Es así como puedo entender que hoy, como hace quince, dieciocho años, toleremos en medio de la indiferencia y la insensibilidad que los bellacos, confiados en nuestra infinita capacidad de olvido, apatía y pasividad, nos pierdan la última brizna de temor y respeto. Es México. Y a propósito: ¿este lunes cuántas horas irán a sentarse los paisas frente al cinescopio? (Mi país.)_