¡Derechazo a la mandíbula..!

-¡Ligado al ganchazo al hígado y el recto al mentón! ¡Qué pelea, señores aficionados, qué pelea..!

Muy cierto, mis valedores; qué pelea. Yo, que detesto la violencia (box, luchadores, pena de muerte, corridas de toros, palenques y similares), acalambrábame en la Carpa México, tensa la boca y amargos los nervios (al revés), los aullidos del gritón del micrófono reventaban en las orejas:

-¡Qué golpazo abajo del cinturón! El peleador está recibiendo brutal castigo con ese cruzado de izquierdas (al estilo del talamantero Jesús Ortega y ese Pablo Gómez cooptado de Echeverría, imagínense), y un derechazo con la contundencia de El Yunque, el mentón al recto (al revés, el recto al mentón) y el cabezazo en el desflorado, o sea el párpado! ¡El peleador se enconcha, se desmadeja, está noqueado sobre piernas de hilacho! ¡Lo vemos tambalearse, va a caer, suena la campana! ¡Las asistencias se lo llevan a rastras hasta su esquina! ¡Qué pelea, señores aficionados, qué pelea..!

Qué pelea. Finalizó un episodio más, con el peleador en muy malas condiciones y recibiendo el auxilio de las asistencias. Patética estampa la del pugilista: despatarrado en su esquina, tembloroso al castigo que recibió, jalando aire, bagre fuera del charco. Qué desastre de físico, qué ruina de peleador, cuánto lo han castigado los derechazos de Fox (San Cristóbal, El Tamarindillo), la tepocata Abascal y las víboras prietas Norberto y Onésimo, las muchas faldas de Marta y los sospechosismos de los Bribiesca, y principalmente ese ventajista, montonero y aprovechado que con malas mañas de peleador sucio me lo acribilla en el cuadrilátero: el TLC, neoliberalismo de la competencia ruinosa, desleal, asimétrica. Qué pelea, señores, qué pelea…

Y todavía lo que falta hasta el 2006, si no es que antes se produce fulminante nocaut. Dos tarascadas de un aire viciado (smog, materias fecales) y a seguir enfrentando a un contrincante tan ventajista como entero todavía. A quién se le pudo ocurrir enfrentar a un pesito mosca con mastodonte tal…

Ya va a sonar la campana; zafarrancho de combate, por más que combate es un decir. La ruina de peleador, esa piltrafa de guangoche calzón tricolor, tendrá que acudir al centro del cuadrilátero. A querer o no… de costal durante un episodio más de tan bárbara contienda, que se avizora mucho mas rudo que los cuatro anteriores. Y ya le apronta el pomo (de amoniaco) para volverlo en sí -el pobre ya anda volviendo en no-, y ya le escupe en la cara gargajos y buches de agua, y ya le unta en las heridas boquetes de vaselina y le masajea el cogote mientras en la izquierda (la oreja; él es de derecha fanática) le indica la táctica de pelea. En susurro.

– Me cái que soy yo el que me voy a suzurrar, don Fox. Y cómo tiznaos no, si ese méndigo TLC me embombilla, como supositorios, nabos, chayotes y huevos de yema cuata con arancel cero, ¿se imagina, don Fox?

– Tú tranquilo, mi buen. Tú procura cauntearlo, mantenerlo a distancia. Jabéalo, fintalo, cánsalo. Hasta orita le estás parando
sus mejores golpes.

– Pos sí, pero se los paro con el hocico. O sea: ¿perderé por nocaut?

– Por la decisión de los jueces no te preocupes. Con el mero fregón me llevo de a cuartos y manitas calientes. Bush es mi cuáis, ¿cómo la ves?

De la tiznada, quiso responder, pero como ver, ya nada ve que no sean estrellitas más encueradas que las del canal de las ídem: el pómulo izquierdo lo tiene inflamado, con un tajarrazo como desde Echeverría hasta Fox. El otro no; aquí la ceja no fue dañada, porque ceja ya no hay, que de cuajo se la arrancó el neoliberalismo; de ceja le quedó el puro rastro y una pelusa tinta en hemoglobina, un cacho de cuero cabelludo y un tomate con la niña más desflorada que si hubiese viajado en microbús, y la retina desprendida y el pómulo vuelto una papilla que se confunde con la papilla de la nariz. Y qué manera de aventar, por lo que le queda de labios, mole con rajuelas de lengua, raigones de premolares, cachos de glotis y de epiglotis. Me da una lástima…

– Ahí la llevas, mi buen. Si logras noquearlo nos dan el empate…
Ahí fue. Con lo que le queda de vista, el redrojillo se queda viendo al manejador, y con lo que le resta de cuerdas vocales le dice en un hilo de voz:

-¿Y qué, don? ¿A partir de 2006 vamos a seguir con esta misma táctica de pelea, que ustedes me vienen aplicando desde 1982 hasta hoy, hoy, hoy?

-Sí, pero con otro manejador. ¿Qué te parece un «hombrecito» o un Peje macabrón? Aunque viéndolo bien, lo que tú necesitas es un buen Madrazo…

Al madrazo tragué saliva. Sonó la campana. Los fruncí y ahí voy, al siguiente. (Dios.)

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