El cierre del consulado de Nuevo Laredo fue una manera de castigar a México (Tony Garza, embajador de EU en nuestro país.)
Pero no sólo este Garza, mis valedores. Quién más, quién menos, todos los representantes de Estados Unidos en nuestro país nos han resultado funestos, con saldo trágico para la historia de México. Ahí está, por ejemplo -para mal ejemplo- ese estereotipo de embajador nefasto que fue Henry Lane Wilson, quien así lo asentó en sus memorias:
Aquel 18 de febrero de 1913 determiné que yo debía adoptar bajo mi propia responsabilidad una medida decisiva para restaurar el orden en México.
La revelación del agente de Estados Unidos ante el gobierno maderista se consigna en el documento titulado (¡imagínense!): «La gestión humanitaria de la diplomacia norteamericana»; una gestión humanitaria que culminaría con el asesinato de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez y la usurpación de Victoriano Huerta en la presidencia del país. Clamaba el pasado jueves Rayuela, de La Jornada:
Ya no sabe uno qué indigna más. La prepotencia de las autoridades de allá, o la tibieza de las de acá.
Tibieza y algo tantito peor de los gobiernos mexicanos frente a las desmesuras de unos Wilson, Gavin y Garza a cual más de dañeros, según consigna la Historia acerca de los diplomáticos con que Washington nos ha «castigado», desde el nefasto que inició la sucesión de los tales, aquel Joel R. Poinsett criticado por el Dr. José Ma. Luis Mora y demás pensadores de su tiempo. Este Poinsett de amarga memoria fue el azote que en 1824 se iba a empalmar de la Doctrina Monroe. Lo revela el historiador Pérez Verdía:
Estados Unidos reconoció la independencia mexicana enviando por Ministro Plenipotenciario a Mr. Joel R. Poinsset, quien ejerció un pernicioso influjo en la política fomentando la frac-masonería (…) Siguiendo tan funesto ejemplo, el partido exaltado cuyo jefe era Guerrero, estableció con ayuda de Poinsett el rito yorkino.
Este dicho Poinsett había venido previamente a nuestro país, y tanteado el terreno para sus maquinaciones, y explorado las posibilidades y ventajas para el Norte rapaz. De su diario de viaje, publicado por la editorial Contenido, cito los párrafos que me parecen los más significativos, algunos de ellos, para nuestra mala fortuna, todavía actuales el día de hoy. Juzguen ustedes. Para empezar, el viajero retrata el México con que se vino a topar. Lo negativo:
» ¡Cuántas dificultades, peligros y privaciones! Sin nada qué comer, excepto tasajo o carne seca; sin nada que beber, excepto pulque. Ventas carentes de lo más necesario y horriblemente sucias; ladrones en cada paso de la montaña, gritos y chiflidos. Estuve escuchando un largo catálogo de miserias y peligros a los que tendré que enfrentarme…»
El arribo a la ciudad y puerto de Veracruz y la visión de Poinsett: «Está rodeada de médanos y charcos de aguas estancadas, lo que en el trópico es causa suficiente para engendrar el vómito negro y la fiebre biliosa. No obstante la apariencia de limpieza de las calles observé zopilotes y otras especies de buitres que volaban sobre la población posándose en las azoteas, señal de la presencia de materias corrompidas y putrefacción animal».
Las impresiones del viajero que más tarde, por encargo y para provecho de Washington, fundaría en México la logia masónica de los yorkinos: «Es imposible, sin haberlo experimentado, darse una idea del tormento que implican las sabandijas que se arrastran, brincan y vuelan, en este país. Las chinches y otras cosas peores, sin hablar de las pulgas y los moscos que pican de noche, y los roedores y jejenes que lo hacen de día (…) Al fin nos instalamos en «La Gran Sociedad». Por fuera se veía bien, pero las piezas estaban tan sucias que el individuo que las limpió, tuvo que emplear una pala antes que la escoba. A fuerza de sobornos conseguimos dos sillas y dos catres de campaña…»
En la ciudad de Puebla, Poinsett alaba la belleza de su catedral, pero… «En medio de todo este esplendor entraban indios miserables y semidesnudos, que nos veían boquiabiertos o se arrodillaban ante el altar de algún santo predilecto, ofreciendo un contraste tan especial como doloroso frente a la magnificencia del templo».
Pero en justicia, mis valedores: de esta visión del viajero a la realidad de hoy día, ¿hay mucha diferencia? ¿La hay en cuanto a ricos y pobres? «Entre nosotros (en EU) el forastero no ve ese sorprendente y asqueroso contraste entre el esplendor de los ricos y la escuálida penuria de los pobres que constantemente hiere sus ojos en México.»
De 1822 a 2005,183 años de distancia, ¿cuánto ha cambiado el país? (De esto, mañana.)