El arte de amar

La luna de miel, mis valedores. ¿La conocen ustedes, la recuerdan todavía? De mí sé decir, entre dos suspiros: qué tiempos aquellos. No lloro, nomás me acuerdo. Porque ya ni llorar es bueno, dice el cantar…

Mi luna de miel transcurrió en Acapulco, original que soy. Qué distinta a la de cierta pareja de recién casados a los que profeso un afecto muy especial porque somos de la misma sangre ellos, ustedes y yo, y menos distantes en el árbol genealógico de lo que muchos suponen o aceptan reconocer. La nueva pareja va a pasar su luna de miel no a la orilla del mar, sino en el vivo corazón de Chapultepec. En el zoológico. Claro, sí, por supuesto, se trata de la pareja de gorilas que forman Arila y Bantú, que se preparan para procrear familia. Yo, que en amores y desamores, tiempos de amor y destiempos, y pasión y olvido, puedo tener un poco más de experiencia que la flamante pareja, aquí le mando dos o tres recomendaciones que de algo pudiesen servirles.

Apreciables parientes Arila y bantú:
¿Ya en pleno amor? ¿En el proceso de enamoramiento, tal vez? Que el entusiasmo compartido no me los vaya a marear y hacerlos perder la vertical mas que cuando el instinto los coloque en posición horizontal, y entonces aprovecharla con todo.- nervios, mente, ríñones, corazón y hasta duodeno, si les provoca. Pero, mis apreciados parientes, mucho cuidado. Que la dulce embriaguez del amor no se les torne indecorosa borrachera. Que no me los obnubile hasta el punto de que extravíen dignidad y decoro, y tornen su sentimiento alarde, exhibición y espectáculo para la gayola. Que el amor, de primates, no me los vaya a convertir en humanos. Cuidado, mucho cuidado.

No irse a contagiar del comportamiento de algunos de sus vecinos. Recato. Que su intimidad ande en boca de ustedes, pero no en boca de todos. En público no besuqueos ni arrumacos sacarinosos, que esos alardes exhibicionistas pudiesen escandalizar a sus vecinos de jaula que sí saben de dignidad personal. ¿Que algunos les sonríen, complacientes? No irse con el engaño: hienas son, y chacales. Ya que dejen ustedes de ser novedad del zoológico van a conocer la reacción del zorrillo. Y esto más:

Su permanencia en Chapultepec no va a pasar de 2 años. Ya después, el olvido, si les va bien. Pregunten, si no, por el panda Pepe-Pepe, la panda Ying-Ying, y un o una Tohuí, que a su hora fueron en el zoológico los consentidos, para después ir a dar a donde también ustedes, tal vez.- al desván de la Historia.

Que una conducta indigna no me les abolle su prestigio y el único capital que nos llevamos a la tumba- la fama pública. Ante los medios de condicionamiento de masas, precaución. No ir a caer en su cursilería cuando aludan a ustedes dos. ¿No desde ahora, por halagarlos, ventosean sacarinas tales como «el novio», «la novia» y «el nidito de amor»? Detrás del afecto fingido se esconde lo que leo en el pie de foto: «La mercadotecnia no pierde tiempo y ya se venden los recuerdos de Arila». Pariente Bantú:

¿Es usted corazón bandolero? ¿Rijoso de natural, sangre caliente? ¿Como valentón de pulcata le repapalotean los sesos (los esos) por provocar la pendencia siempre y cuando se sienta seguro detrás de las rejas? Cuidado, que ese zoológico está plagado de malos bichos: culebras, tarántulas, tepocatas y víboras prietas. ¿Muy dado a los cascabeles? Los del zoológico son de víboras, y esas no gastan el valor en bravatas; tiznan; pregunte, si no, a la otra pareja de primates, Eva y Adán. Con las fieras vecinas poco y bueno, que luego lo hacen pegar el reculón. No retar a leones, tigres y uno que otro dinosaurio, todavía capaz de dar el Madrazo. Cuidado. ¿O quiere que me lo atiborren de Prozac.. ?

Joven Arila: logró jaula en Chapultepec, pero no vaya a perder la cabeza. Un ramalazo de suerte la sacó de su oscuro rincón de Zacango, donde sin pena ni gloria transcurría su honesta mediocridad. No aparentar, Arila, no derrochar en lujos ni extravagancias. Usted, aunque se vista de seda, gorila se queda.

Sea siempre lo que siempre ha sido, no vaya a ser que al modo de Midas, enseñe la oreja. Tampoco exhiba su mediocridad de tal suerte (mala para todos) que desde su insignificancia y por un inconsciente afán de autoafirmación reclame para sí, a lo protagónico y sin merecimiento ninguno, la luz de las candilejas de costra a costra y de frontera a frontera. No olvidar la bíblica sentencia: «Nadie puede añadir a su estatura un codo».

Usted, por lo mismo, nada de oropeles ni perifollos ni gastos desmesurados. Abrigo de piel es piel de contribuyente, que drjo aquél. Que el par de años de zoológico no nos salgan costando un hovo de la cara. ¿Sabe que vive en un pueblo pobre, cada día más empobrecido por Arilas como usted, un pueblo que tiene que financiar el zoológico nacional? Un detalle de usted, espléndido, me tranquiliza: ¡Que a Chapultepec llega sin lujos! Arila, Batü: es cuanto. (Y la paz.)

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