Perdí hasta mis chones

Las riñas de vecindario, mis valedores, esas que a lo peyorativo, la vox populi descalifica como pleitos de comadres, de verduleras, de lavadero. Lástima, la que les voy a contar no ocurrió en la verdulería ni en el lavadero, sino en la estancia de mi depto. de Cádiz. ¿Se imaginan ustedes? Lámparas de cristal, jarrones, los vidrios de las ventanas, dos óleos (figurativos; los líquidos arrojadizos los tornaron surrealistas, abstractos) y unos muñequitos de porcelana que, por ridículos, mucho me alegro cayeran en la refriega, como me disgusta que el par de pleitistas fuesen la señora viuda de Vélez (o sea, La Maconda, amante ocasional de mi primo Jerásimo; por pugnas políticas dio por terminada la relación), y su empleada doméstica, La Macarena, paño de lágrimas de mi consanguíneo. Un pleito de hembras y el Jerásimo, quién lo dijera, después de que todo comenzó con una frase inocente que en la tertulia de anoche, y como al desgaire, dejó ir el maestro: «El indicado para suceder a Fox en Los Pinos no es Creel, no es Madrazo, no siquiera López Obrador».

La declaración del maestro crispó la tertulia. Al descartar a Creel cabreó a la Emerita, sobrina del padre Pioquinto, mi confesor espiritual, amiga de La Maconda y, como ella, neopanista y adorada de Diego el barbón. Al restar posibilidades al Peje acalambró el juguero y a la tía Conchis, fanáticos del tal. Pero al descarte del tabasqueño tricolor ? mi primo el Jerásimo, licenciado del Revolucionario Ins., acusó de inmediato a Madrazo:

– Ándele pues. ¿Entonces, según usted, quién es el sucesor de Fox?

– Usted. Nada menos que usted, licenciado, y esto lo afirmo, después de haberlo meditado muy a fondo, créame.

«Ay, maestro». Vi que el jerásimo enrojeció de vanidad, sonrió de medio lado y humilló los párpados en una actitud de falsa modestia: «Eso se lo dirá usted a todos, maestro. Lo dice nomás por carnear, puro choro…»

– Lo afirmo con seriedad y conocimiento de causa. Si existe congruencia en nuestro incongruente sistema político, usted tiene tantas posibilidades de llegar a Los Pinos como Madrazo o López Obrador. Porque la hora ha sonado… Sonó el teléfono. Del partido. En posición de firmes, mi consanguíneo: «Sí, licenciado Madrazo. Cómo no., licenciado Madrazo. De acuerdo, licenciado Madrazo. Voy pa allá como Madrazo, licenciado de rayo…»

De un madrazo colgó. Comisión del partido: reforzar el personal para una comida donde Madrazo iba a compartir el PAN y la sal con no sé qué vocero de no sé qué maestra aquejada de no sé qué achaque en no sé qué conducto orgánico. «Y ayudar a los cocineros. Va de pinche», el juguero. Yo, en tanto los zapatazos del consanguíneo bajaban las escaleras de dos en dos:

– Caray, maestro, ¿no pecó de excesivo? ¿A Los Pinos un mediocre, un inepto, fantasioso, embustero, megalómano, que no puede sobrevivir sin su droga, el cacardí, y mucho me temo que un día de estos le llegue al prozac..?

– ¿Fui excesivo, le parece a usted? Si a la Casa Blanca le dio la ventolera de plantar en Los Pinos al Fox de la pareja presidencial, y los Carlos María Abascal en el gabinetazo, ¿no podría ser capaz de repetirnos la dosis jalando de Las Güilotas a su clon zacatecano? ¿O qué? ¿Unas masas que así se niegan a pensar y a lo irreflexivo se dejan encampanar no por candidatos propios, sino de la Casa Blanca, merecen un estadista de la alzada de Juárez o Lázaro Cárdenas para gobernar una sociedad «educada» por el cinescopio? Un De la Madrid, un Zedillo, un Fox, un licenciado Jerásimo. ¿Merecemos más..?

Silencio en la sala. Reflexión. Algún suspirillo. Y ándenle, que se abre la puerta y jadeante. La Macarena-. «¡Ora sí que ya la hicimos, chiquillas y chiquillos, víboras prietas y tepocatas! ¿Saben lo que me acaba de comunicar oficialmente mi viejo chulo?

– ¿Chulo? -la tía Conchis-. ¿Ya le agregó una hache muda al Jerásimo?

– ¡Qué va derecho a Los Pinos! ¡Será el mero trinchón, y yo su primera dama! ¡Yo, toallas de 4 mil, 100 millones al año tan sólo pa mis faldillas! ¡Viajes, fotos en las revistas de moda, cámaras y micrófonos pa mí sólita: «¿Yo suceder a mi viejo en Los Pinos?. Voy a pensarlo». ¡Apenas me vea con las llaves de la despensa en la mano, órale, a hacer más por los que menos tienen! Mis hijos, en primer lugar, y mi papi mientras me dure, y toda la parentela. A Tlayochingo habrá que hacerle su aeropuerto para el avión de mi…

En eso que, aspaventera, se nos aparece La Maconda (no perdió el tiempo el primo): «Me acabo de contentar con mi gran amor, el Jerásimo! ¿Qué creen que me prometió darme a cambio de que yo se las diera, las llaves de mi depto.? ¡Voy derecho a primera dama..!

¿Que qué? ¿Qué dice esta güila? ¡Güila tu ma..! Y la sanfranza. ¡Mis jarrones de la dinastía Chong, cuidado! Hasta mis Chones perdí. (Lástima.)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *