El juicio relativo al Jueves de Corpus va encaminado a terminar en el archivo. El proyecto de resolución exoneraría del delito de «genocidio» a Luis Echeverría…
Mis valedores: se ha salvado por ahora, una vez más, el tercermundista de los años gárrulos, el verborreico que en su trayecto de Gobernación a Los Pinos hiciera mucho más daño al país que el propio matancero Díaz Hordas. Por ahora libra la cárcel aquel dañero que cuando presidente del país parecía vivir sacudido por una desbozalada compulsión que lo impelía a ventosear (a todas horas, a todos los rumbos y en relación a todos los asuntos del humano conocimiento) arengas, discursos, declaraciones, aclaraciones, exhortaciones, puntualizaciones, consejos, regaños y gritos, los que lanzaba la noche de cada 15 de septiembre. Por hoy se ha salvado el populista de aquellos discursos:
Con la práctica de una nueva moral revolucionaria, moral de congruencia entre las palabras y los hechos, entre los principios y la conducta, continuaremos avanzando en el futuro, hacia una democracia social en la que la justicia se realice en libertad… Democracia social, justicia, moral revolucionaria, libertad. Y al decirlo no se ruborizaba. Muchos años iban a transcurrir, muchos dichos y hechos y circunstancias, hasta el día señalado en que el demagogo enfrentó los requerimientos del fiscal Ignacio Carrillo:
Diga si en el periodo en que se desempeñó como secretario de Gobernación tuvo conocimiento de que en el Campo Militar Número 1 existían centros de detención de civiles.
El matón destructor de las izquierdas que a tantos hoy «izquierdosos» logró cooptar, se mantenía en silencio, remachados aquellos sus labios, afiladas armas de doble filo. Callaba el lengua larga. Miraba al suelo. Mis valedores: de que el matasiete fue un hablantín y de que el hablantín fue un matasiete, ahora aportó un par de evidencias, empresa muy fácil porque su compulsión salivosa llenó y colmó, hasta que se chorrearon, capítulos de mamotretos de este grosor que guardan hoy, corrompidas reliquias, aquellas arengas interminables en las que se destapaba con parrafadas retóricas, populistas, populacheras, salivosa flor de cursilería y efectismo cortada en el jardín de los aspaventeros declamadores delXIX. Echeverría…
Hemos visitado a (sic) muchos países en donde el pueblo no puede estar a esta distancia de sus gobernantes, como están ustedes, compatriotas. Ellos tienen que emplear carros blindados, con guardias cerradas produciéndose así una gran distancia espiritual. Aquí, en cambio, nos enorgullecemos de que se nos hable sin haber concedido audiencia previa, de que cualquiera pueda dirigimos la palabra o tocarnos, y no nos ofende que se nos hable con franqueza, con la mirada viendo la nuestra para acabar con un apretón de manos y con un cálido abrazo…
Quien se la paraba por aquellos tiempos, la lengua. ¿Sus validos? Ellos, a balidos, se la
estimulaban, y exigían para el hablantín el Nobel o, ya cuando menos, la secretaría general de la ONU. ¿Pues qué? ¿No había legado a la Humanidad una Carta de los Derechos y Deberes Económicos de los Estados, «que no es de Luis Echeverría, que no es de México, sino que es patrimonio de 120 países del orbe? Esta parafernalia, ayer. ¿Pero ahora…?
Ahora mutismo hermético y esos delgadísimos labios tapiando con saña una boca antes diarreica. Hoy, a diferencia del pasado pluscuamperfecto, LEA muda de condición y, rostro de bilis, se encueva en su guarida de San Jerónimo o Cuernavaca, y se niega a platicar de la sangre que derramó en 1968 alo indiscriminado y de manera selectiva a principios de los 70’s., cuando desbarató a las izquierdas y unció al carro del presupuesto a los Hebertos del Comunista Mexicano, acción depredación – de lo más dañina para el país, para todos nosotros. Hace tres años, ante el fiscal especial Ignacio Carrillo, que lo interrogaba, Echeverría, una esfinge, mientras allá afuera integrantes diversos del «Comité 68» clamaban a toda voz, a toda iracundia y a todo desprecio:
¡El silencio es inmoral…! ¡Sólo los cobardes se escudan en el silencio! ¡No calles hoy ante los que antes torturaste, asesino…!
El fiscal: ¿Qué medidas tomó el 2 de octubre de 1968 mientras se suscitaban los hechos entre las 18:00 y las 24:00 horas?
Su respuesta, el silencio. Precavido nos fue a resultar el tercermundista de San Jerónimo, ese que ya en 1974 había dado su anticipada contestación:
Cualquier mexicano preferiría morir antes que pedir perdón, y en primer lugar el Presidente de la República.
El resto es silencio. El de Echeverría, el de nosotros, el del país. (México.)