¿Cómo fue, imprudente de mí, que en la tertulia de anoche y a modo de pasatiempo propuse designar el nahual que mejor acomode a políticos de este país? Apenas mentábase personaje y nahual, y las mentadas a punto de reventar por aquello de los desacuerdos. La tertulia degeneraba en guerrilla verbal. «Me cái que sí. Ya estamos mordiéndonos como perros y gatos», dijo el juguero.
– Y cómo fregaos no, si de eso estamos hablando, de perros y gatos.
– El gato -don Tintoreto-. ¿El gato doméstico nahual de quién?
-Del priísta este, ¿cómo se llama el bribón? -(Una clara redundancia de la Maconda, neopanista y adoradora de Diego el barbón, porque decir priísta y decir bribón…enfin.)- «¿Cómo se llama ese condenado gato tricolor?»
– No entiendo, digo, y más respeto para un distinguido priísta -se cabreó mi primo el Jerásimo, licenciado del Revolucionario Ins. «No entiendo…»
– Y bien que entiende, nomás que nos hacemos güeyes. ¿No sabe, acaso, que el gato se la pasa vigilando la alacena? Un descuido de la señito y órale, a pepenarse y atragantarse con un tanto así del chorizo, para luego irse al patio, hacer un hoyo y echar sus desechos, y luego a lavarse la cara a lambidas de lengua, como si nada. ¿Cuántos millones acumuló el bribón? ¿Cuántos su honorable familia de sinvergüenzas como él, incluyendo al muertito Enrique.. ?
Y hablando de perros -la Macarena: «Yo en Chapul vi un perraco de pelos como púas, qué chistoso. Un perro punk, ¿no?»
– Es el chacal -don Tintoreto-. Carnívoro carroñero, se alimenta de los restos de la carne que dejan depredadores más poderosos, como son el león, el tigre, la pantera negra. El chacal anda siempre detrás de los poderosos y espía el momento que se aleja el depredador para entonces asaltar las sobras de la presa, aunque nunca sacia su apetito y siempre anda famélico, muerto de hambre, como también la hiena.
– No todas, me cái. Una conozco que es hiena, hiena, pero llena, llena de su panza. En unos años la llenó y la sigue llenando, que ya aseguró carne para ella y toda su plebe, y todavía, frente a cámaras y micrófonos, su adoración, se ríe con su risa de hiena…
– Ora que el puerco, me refiero al zopilote, ese es el mero nahual del policía mayor, el enanín ese, ¿cómo se llama? Porque ambos dos, policía y zopilote, se la viven a picotazos y tarascadas de carne podrida, pura jediondez, guácala. ¿no, mi valedorcito? -inclinada sobre mi hombro, escote de este tamaño, mini-mini de licra, liguero rojo y medias negras, cuadriculadas, la Jana Chantal me arrojaba chiflones de un aliento ardoroso, de pantera en brama. (Travestí, sí, lástima. El Tano de día, vulcanizador de repelos de llantas que Texas nos avienta por la cara, lástima.)
Ahí, mis valedores, salió a relucir el murciélago. » ¡Nahual yo ya sé de quién -el Cosilión-. ¿No se viene colgado de cabeza, mirando el mundo al revés? Pónganle frente a los ojillos el cuadro estadístico de un país en crisis, cuya flecha indicadora en el tanto de cinco años de «cambio», «alternancia», «democracia» y mamilas de esas, ha descendido hasta rebasar el marco de la gráfica. Ah,pero como el murciélago está todo el día de cabeza (culpa del Prozac), clama a los cuatro vientos su tontejada: «A los y las chiquillos y chiquillas: cinco años de democracia, de prosperidad y beneficios para todos los mexicanos». ¿Nahual de quién es el murciélago, digo..?
– No, y el dientoncito, ¿qué les parece el castor? Meneado de un lado a otro del río, y ya se forja un puente, y ya se edifica un paso a desnivel, y luego le encarama un distribuidor vial, y encima un segundo piso, y debajo un metrobús. Mírenlo de un lado a otro, desaforado…
– ¡Desaforado madres! fanática perredista y adorada de ya saben ustedes quién, la tía Conchis-. Pos apoco las masas lo íbamos a permitir, si no somos masas tamaleras o pa hacer tlacoyos. Fuimos nosotros, ¿no, usté, juguero?, los que hicimos lo mismo al murciélago que al resto del animalero pegar horroroso reculón de nalgas con perdón del único que me merece respeto y además no está aquí, o sea el maestro, porque a los demás me los paso por…
– Pues sí, pero los reculones no se han rendido, qué se van a rendir -el juguero-. Y si no, vean ahí ala tandada de zorrillos en brama, qué clase de miaas le avientan a cada rato, yo cómo les envido la potencia de sus prostatitas, qué fuerza de chorros, qué grosor de chisguete. Y se los alvierto, o sea, que con tanta miada nos van a perjudicar al castorcito.
– Se la pelan -el Síquiri-. Le van a pelar la cuera, porque esos miados son muy abrasivos, pero a la canuta, a la mera enjundia, allí ni todos los miados de toda la zorrillada azul y tricolor, ¿no? Más sin en cambio, el tlaconete…
Y el camaleón, y la liendre, y… (De esto y más seguiré con el tema.)