Santidad Azufrosa

A Escrivá se le quiere o se le odia, no hay punto medio…

La frase de Alberto Barranco, especialista en temas religiosos, define a cabalidad al nuevo santo de El Vaticano, según ditirambos y descalificaciones que provoca el fundador del Opus Dei. Yo, por seguir con el tema que inicié el viernes pasado (la inminente beatificación de Juan Pablo ID, he estado leyendo los ácidos comentarios que no lo bajan de «hereje de la santidad», y para que sopesen ustedes la nueva hornada de santos que a su paso y a paso veloz produjo Juan Pablo II y comienza a producir Joseph Ratzinger, asiento aquí diversas opiniones de quienes trataron de cerca a Escrivá, aunque no por ello necesariamente objetivas, que nos van a acabar de llenar de dudas, sospechas y suspicacias acerca de un hombre al que a casi 30 años de su muerte y 13 de que fue declarado beato, se le confirió hace menos de 3 años la aureola de santo-, esto, cuando El Vaticano parece haber olvidado a Dn. Oscar Arnulfo Romero, arzobispo y mártir de San Salvador. Y qué decir de un benemérito de los kilates de Bartolomé de las Casas, que espera, paciente, desde hace 439 años. Los caminos del Señor…

Lean, de la pieza lírica que en su momento le dedicó Ratzinger, hoy papa de Roma: «A
la hora de su muerte, apenas había entrado en la habitación y mirado la imagen de la Madre, cayó al suelo. Mientras moría tocaban las campanas, el Ángelus, anunciando el fiat de María y la gracia de la Encarnación del Hijo, nuestro Salvador…»

Del soberbio reportaje que Sanjuana Martínez publicó en ocasión de la beatificación del opusdeísta: Murcia, España. «El Colectivo de Sacerdotes de Cartagena expresamos nuestra extrañeza por la rapidez del proceso y respetuosamente pedimos la paralización de la beatificación del padre Balaguer, ya que escandaliza a numerosos creyentes, por tratarse de una persona discutida, alguna de cuyas actitudes parece que no concuerda con lo que juzgamos una posición radicalmente evangélica…»

Por cuanto a la asociación de Teólogos Juan XXIII: «Expresamos nuestra preocupación por el inusitado proceso de beatificación, que nos recuerda el caso de Isabel la Católica y el de los denominados mártires de la cruzada española (…) La rapidez con la que se ha llevado el caso de Escrivá nos parece sorprendente y hasta sospechosa».

De la carta que en L’Osservatore Romano publicó hace 13 años el cardenal Angelo Felici: «No han faltado voces contrarias a la beatificación de Escrivá. Esto era de prever, considerando la multiplicación de los miembros del Opus Dei y la obra que desarrollan al servicio de la Iglesia. Entre los remitentes de las 6,000 cartas de los opositores recibidas por el Papa pidiendo la apertura de la causa, hubo 69 cardenales, 1,228 obispos y 41 superiores generales de órdenes y congregaciones religiosas y muchos jefes de Estado y de gobierno».

Pues sí, pero El Vaticano desestimó objeciones y críticas al considerar que Escrivá no fue un católico más: «Bajo su mano firme se movía un entramado financiero de 1,500 empresas y un patrimonio valorado, a finales de los 80s., en 30,000 millones de pesetas». Sí, para cimentar las finanzas de El Vaticano. «Mi reino no es de este mundo», clama Jesús…

En Alemania, mientras tanto, el Consejo de la Conferencia de Teólogos Pastorales «criticó duramente al fundador del Opus Dei, y el escándalo aumentó cuando Vladimir Feltzman, colaborador del cardenal primado de Inglaterra (quien conoció de cerca a Escrivá) aseguró en una entrevista que el humilde padre tuvo una actitud comprensiva hacia Hitler al decir: Pero si sólo mató a cuatro millones de judíos…»

¿Y quién rescató la Iglesia de España? Franco. ¿Y a quién debió su victoria Franco? A Hitler. La guerra, entonces, fue una cruzada del cristianismo y de Hitler contra el marxismo. Mis valedores: de ese tamaño es, al parecer, el santito que antecede en los altares al propio Juan Pablo II, socio de Kissinger, Margaret Thatcher, Lech Walesa y Ronald Reagan en la Guerra de las Galaxias y maniobras como la muerte que Juan Pablo II ayudó a propinar al socialismo real de la difunta Unión Soviética.

Bueno, sí, mis valedores, pero yo les pregunto y apelo a su buen juicio: con tan generosa cosecha de santos (tan sólo en México y sólo en los años recientes, 27 nuevos santitos, todos cristeros, sus manos manchadas de sangre ajena), ¿cuánto se ha elevado la religiosidad de la grey católica? No su religiosidad de liturgia, de rito, de ceremonial, sino la religiosidad que predicó, con el ejemplo, Jesús el Ungido, y que se sintetiza en un único mandamiento: «Ama a tu prójimo como a ti mismo». Con obras, sí, que ya lo canta el proverbio: obras son amores y no buenas canonizaciones en El Vaticano. (Laus Deo.)

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