Sombras de sombras. Carne de cañón. Las masas.
Terminé de leer el análisis del estudioso, lo guardé en mi biblioteca, me senté a meditar en su contenido, y aquella desazón. Descorazonado al pensar en las masas de mi país columbré el origen de unas crisis recurrentes tan virulentas que así nos sacuden en los terrenos políticos y de inseguridad pública, de economía familiar y violencia intrafamiliar. ¿La razón por la que en la virulencia de la crisis actual no se rebelan las masas? El incremento de los opiáceos qué, por mantener a esas masas mansas y domesticadas, el Sistema de poder le apronta como «diversiones»: escándalos de entrepierna y pantaleta de las estrellitas del Gran Canal y el fomento al rock, el licor y otras drogas casi tan perniciosas, como la cocaína y ese clásico pasecito a la red que tiene y mantiene a las masas en su animalada condición de Perra Brava. Mis valedores:
Contemplé el México de hoy, y este amago de depresioncilla. Frente a un paisanaje que se niega a abandonar la mediocridad de la masa qué hacer…
En fin; para que la experiencia rebase el ámbito personal y alcance a todos ustedes, aquí selecciono algunas de las consideraciones del estudioso, por si lográsemos el ejercicio de pensar, difícil para las masas pero no para el individuo, de tal suerte -buena suerte- que a alguno logre aprovechar. Dice:
Los sistemas fascistas, los gobiernos autocráticos, los partidos políticos y los organismos sociales y religiosos, todos giran alrededor de un solo eje: las masas, esas masas que, dice Antonio Machado, pueden ser ametralladas impunemente: masas que para el socialismo utópico sólo sirven para gobernar, y sólo para ser gobernadas, según el capitalismo real. Pero eso sí: todos se viven ensalzándolas. Por asunto de ventaja personal y de grupo, los sistemas de poder han hecho del elogio de las masas un lucro y una profesión. Ente muy distinto es el individuo, mis valedores:
El individuo es único, irrepetible e impredecible. Rebelde a la mediocridad, rehúsa la vocación de esclavo que de cada nuevo amo espera, con esperanza irracional, dos metros más de cadena. El individuo no. Carácter, inteligencia, personalidad, es varón de ideales capaz de crear, de avanzar solo y a acierto y error, por caminos que abre al andar, y aquí, una vez más, Machado. Pero cuando el individuo decide integrarse a la masa…
Es entonces cuando desciende varios peldaños en la escala de la civilización porque su alma individual se diluye y es anulada por el ama colectiva; porque los pensamientos del individuo se tornan los pensamientos de la multitud con todo y sus reacciones tornadizas, impulsivas, irreflexivas. Ya integrado a la masa, el individuo se torna bárbaro y es contagiado por la espontaneidad, la violencia, la ferocidad, y el entusiasmo y heroísmo de los seres primitivos. Su actividad intelectual se amengua y se contagia de necedad. Ah de las masas, esas tan bien trovadas por los demagogos. El analista:
En cuanto el individuo se integra a la masa lo heterogéneo se convierta en lo homogéneo. Dentro de una multitud todo sentimiento y toda acción son contagiosos. Ya en su nueva calidad de «masa», el individuo sacrifica fácilmente su interés personal al interés colectivo. Pierde su personalidad consciente y sólo obedece a las sugestiones del individuo al que la masa buscó para acatar su liderazgo de manera visceral, irracional. Ese es su santón, su mesías, su iluminado (¿su Creel, su Peje, su buen Madrazo?), y esto porque la multitud es simplista, y procede de acuerdo a la psicología del niño, y como él vive dando preferencia a lo fantástico sobre lo real, y quiere ser sometida por la fuerza, por la violencia; necesita ser dominada, subyugada, tener y mantener a su amo. Ahí el éxito del caudillo, de los fascismos, de los falsos profetas, los Onésimo y Cía…
Cuando las pasiones más primitivas, exacerbadas hasta el paroxismo, se congregan en multitud, la masa se vuelve versátil, impulsiva; guiada sólo por lo inconsciente y visceral, obedece a impulsos del más vario valor moral, nobles o bajos, valientes o cobardes. «Una muchedumbre de cobardes es una muchedumbre valiente», el analista: y que integrada por individuos tímidos o cobardes, la multitud es capaz de realizar las acciones más valientes o más reprobables, porque pensamientos y actos del individuo son los de la multitud, pero una multitud que no sabe pensar por cuenta propia, de modo tal que es fácil llevarla ejecutar acciones contrarias a su propio interés y hasta a su instinto de conservación. Porque a las multitudes, crédulas como son, les impresionan las palabras de gran afecto, el vociferante clamor: «¡Peje, Peje..!» Vociferación que fácilmente se desbarranca en el linchamiento. «¡A desgarrarlos vivos! ¡Mátenlos! ¡Quémenlos vivos..!»
El individuo, la masa, el linchamiento, Tláhuac. (Es México.)